"Ese dinero no es para mí, yo no soy un ladrón [...] Tengo desde hace tiempo comprometida a la gente".
MEMORIAS DEL MARQUÉS DE BRADOMÍN. VALLE-INCLÁN
SONATA DE INVIERNO (2)
SONATA DE INVIERNO (2)
La reina Margarita inspira en sus partidarios ciega lealtad medieval, hasta el extremo de morir por ella en una especie de galanura religiosa. Borda escapularios junto a sus damas para los soldados del frente que es como rellenar jarrones de rosas frescas en tiempos de paz. Le pide a Bradomín que salve al Rey de los traidores que le rodean y le regala un escapulario para que lo proteja de las balas enemigas que vengan hacia él.
El Marqués cruza la mirada con María Antonieta de Volfani, una de las damas de la Reina. Sus ojos negros y ardientes le aceleran los latidos del corazón como si regresara a los veinte años.
La educación de los infantes y la historia de España entran en escena. Se habla de falta de liderazgo que ponga un objetivo claro en el horizonte, capaz de aunar voluntades entre tanto reino de taifas, lógico en tiempos de incertidumbre. Bradomín es un mítico capitán de lealtad probada e inquebrantable. Los presentes se disponen a escuchar sus aventuras.
Terminada la tertulia, sale a la calle con el incordio de no haber tenido la oportunidad de estar a solas con la Condesa. Fray Ambrosio se ofrece a guiarle a su casa.
Cuando ya parecía que sabíamos todo de las Sonatas, Valle nos vuelve a sorprender en otra de sus genialidades. Sucede una conversación, fiel reflejo de la situación del Carlismo. El Rey se posiciona contra las ideologías excesivas de algunos de sus seguidores más fieles: los curas facciosos. Bradomín para en seco una conversación que intenta adentrarse en la opacidad del misterio de los radicalismos. El Rey no se toca. Aún quedan jerarquías a la hora de desvelar el origen auténtico del fanatismo exclusivo y excluyente.
A la magra luz mortecina de un farol parpadea la temblona cabeza tonsurada del exclaustrado, Fray Ambrosio. El chantaje tiene su momento. La aristocracia debe aportar a la Causa. Los vicios, sus líos de faldas de Don Juan, le cuestan cien onzas. La guerra tiene sus servidumbres y la soldada de sus hombres no admite demora. El fraile es capaz de matar antes de pedir. Le da la vuelta a toda posición moral en el planteamiento mejor trenzado de las cuatro Sonatas. Ante esta jugada maestra del fraile, a Bradomín no le queda otra opción sino claudicar, comerse el orgullo, ceder al chantaje y apoquinar.
María Antonieta no se lo pone fácil esta noche. Le recibe con desdén. Aunque el final lo sepamos, Bradomín no se repite en las distancias cortas. Despliega una maniobra distinta. Dos cuerpos que se desean en la batalla del amor, un hombre y una mujer en pie de guerra. “Los ojos místicos que algunas veces se adivinan bajo las tocas monjiles, en el locutorio de los conventos”. El regreso del marido plantea el reparto entre tres. Aquella noche, “María Antonieta fue exigente como una dogaresa, pero yo fui sabio como un viejo cardenal que hubiese aprendido las artes secretas del amor, en el confesonario y en una corte del Renacimiento”.
La mañana tardó en llegar justo lo que dura una larga noche de reconciliación y de desagravio entregada a la recuperación del tiempo perdido. Peor para el sol.
El Marqués cruza la mirada con María Antonieta de Volfani, una de las damas de la Reina. Sus ojos negros y ardientes le aceleran los latidos del corazón como si regresara a los veinte años.
La educación de los infantes y la historia de España entran en escena. Se habla de falta de liderazgo que ponga un objetivo claro en el horizonte, capaz de aunar voluntades entre tanto reino de taifas, lógico en tiempos de incertidumbre. Bradomín es un mítico capitán de lealtad probada e inquebrantable. Los presentes se disponen a escuchar sus aventuras.
Terminada la tertulia, sale a la calle con el incordio de no haber tenido la oportunidad de estar a solas con la Condesa. Fray Ambrosio se ofrece a guiarle a su casa.
Cuando ya parecía que sabíamos todo de las Sonatas, Valle nos vuelve a sorprender en otra de sus genialidades. Sucede una conversación, fiel reflejo de la situación del Carlismo. El Rey se posiciona contra las ideologías excesivas de algunos de sus seguidores más fieles: los curas facciosos. Bradomín para en seco una conversación que intenta adentrarse en la opacidad del misterio de los radicalismos. El Rey no se toca. Aún quedan jerarquías a la hora de desvelar el origen auténtico del fanatismo exclusivo y excluyente.
A la magra luz mortecina de un farol parpadea la temblona cabeza tonsurada del exclaustrado, Fray Ambrosio. El chantaje tiene su momento. La aristocracia debe aportar a la Causa. Los vicios, sus líos de faldas de Don Juan, le cuestan cien onzas. La guerra tiene sus servidumbres y la soldada de sus hombres no admite demora. El fraile es capaz de matar antes de pedir. Le da la vuelta a toda posición moral en el planteamiento mejor trenzado de las cuatro Sonatas. Ante esta jugada maestra del fraile, a Bradomín no le queda otra opción sino claudicar, comerse el orgullo, ceder al chantaje y apoquinar.
María Antonieta no se lo pone fácil esta noche. Le recibe con desdén. Aunque el final lo sepamos, Bradomín no se repite en las distancias cortas. Despliega una maniobra distinta. Dos cuerpos que se desean en la batalla del amor, un hombre y una mujer en pie de guerra. “Los ojos místicos que algunas veces se adivinan bajo las tocas monjiles, en el locutorio de los conventos”. El regreso del marido plantea el reparto entre tres. Aquella noche, “María Antonieta fue exigente como una dogaresa, pero yo fui sabio como un viejo cardenal que hubiese aprendido las artes secretas del amor, en el confesonario y en una corte del Renacimiento”.
La mañana tardó en llegar justo lo que dura una larga noche de reconciliación y de desagravio entregada a la recuperación del tiempo perdido. Peor para el sol.
"peor para el sol
que se mete a las siete en la cuna
del mar a roncar
mientras un servidor
le levanta la falda a la luna[...]
en mi casa no hay nada prohibido
pero no vayas a enamorarte,
con el alba tendras que marcharte,
para no volver
olvidando que me has conocido
que una vez estuviste en mi cama…
hay caprichos de amor que una dama
no debe tener”
Joaquín Sabina
que se mete a las siete en la cuna
del mar a roncar
mientras un servidor
le levanta la falda a la luna[...]
en mi casa no hay nada prohibido
pero no vayas a enamorarte,
con el alba tendras que marcharte,
para no volver
olvidando que me has conocido
que una vez estuviste en mi cama…
hay caprichos de amor que una dama
no debe tener”
Joaquín Sabina
Las fotos que ilustran el comentario están tomadas de la página Noticias Carlistas.
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
5 comentarios:
Una buena muestra de cuan diferente es la iglesia dependiendo del entorno.
Buenos días, pancho:
Valle Inclán disfrutaría con los comentarios a sus Sonatas.
No había sabido interpretar el significado de dogaresa. Pensaba que se refería a dogal .
Me gusta que te hayas fijado en la educación de los infantes. Se nota que es algo que te preocupa como profesor.
Qué sabio Valle Inclán, cómo sabe decir lo que quiere, mientras Bradomín–Don Juan consigue sus trofeos, aunque -en esta ocasión, del Fray- tenga que entregar un poco de oro por su conquista.
Te dejo una canción, que puede ser quizás, lo que en realidad deseaban las mujeres que “se cruzaron” en el camino del Marqués de Bradomín.
Un abrazo.
jajajaja me gustó tu párrafo de la dogaresa y el cardenal.
¡Las dogaresas y las faunesas debían ser unas fieras! Como esta María Antonieta, que le recibe con reproches para ir calentando el ambiente...
"Apoquina" Bradomín,suelta las onzas, todo sea por Dios, la Patria y el rey...Carlos. Y se acoquina.
Me gusta eso que dices de las distancias cortas y largas.
Un placer leerte.
Besos
Inicias tu comentario con una de las claves: ese sabor medievalizante que desvela el esteticismo en todo, bien contrastado con la realidad.
Y tanto que no se repite Bradomín: sabe cómo acercarse a cada mujer y cómo apartarse de cada una de ellas provocándolas el mayor daño posible...
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