domingo, 11 de marzo de 2012

Palacio de Monterrey (2)




 
La admiración que la robusta planta del palacio renacentista provoca en el visitante, corre en paralelo a la decepción sentida cuando te informan de que su interior es un secreto al tratarse de una propiedad privada.

Ahora nos fijamos en estas tres imágenes del exterior de la torre. En la primera de Cándido Ansede ya se puede observar la cadena adosada a la pared por encima de la puerta de entrada que indica que el edificio ha sido aposento real. 






En esta foto de 2002 se puede observar el retranqueo de la puerta de entrada que deja visibles las ventanas de la primera y segunda plantas ricamente adornadas. La bandera con crespón negro en expresión de luto por la muerte del Duque consorte Don Luis de Aguirre. En la siguiente el detalle de los dentellones marcando la parte inacabada.


 
Gracias al libro de Julián Álvarez del Villar "Salamanca Desconocida" nos asomamos al interior del palacio recientemente restaurado con premio europeo incluido.


Salón del Rey.


Rincón de la chimenea en el salón verde.


Salón de los Ribera.
Los dos paisajes son destacables porque escapan al Ribera tradicional.



Comedor.
Destaca la techumbre mudéjar, esplendida y minuciosamente restaurada.



A vista de pájaro, el palacio parece naufragar, empequeñecido, en el bosque de piedra.

José Sanchez Rojas, Rojitas, para Don Miguel de Unamuno, da cuenta de una conferencia de Don Ángel de Apraiz en el Ateneo de Madrid sobre el Palacio de Monterrey. Le sirve de excusa para extenderse sobre su ciudad y ponerse estupendo sobre asuntos literarios, sociales y políticos relacionados con la tierra.

LA CASA SALMANTINA

Muy interesante fue la conferencia que dio en el Ateneo, el jueves, el ilustre catedrático de Teoría de Bellas Artes de aquella Universidad don Ángel de Apráiz. Versó la conferencia sobre la casa y la vida salmantinas en la época clásica del esplendor de la ciudad- Siglos XVI y XVII- aportando, entre otras cosas, datos muy curiosos acerca de la construcción del Palacio de Monterrey, anterior a 1539 y resucitando, con perfecta entonación, el colorido exacto de la vieja ciudad universitaria, todo bullicio y alegría, con el estruendo de su escolaresca, la animación de sus patios, la majestad de sus piedras y la agitación de su mocedad gravada en los vítores rojos de sus colegios.

Triunfó como erudito en su trabajo el Sr Apráiz y venció también como poeta. Como erudito porque fijó de una vez para siempre las fechas que traían de cabeza a los aficionados a este linaje de cosas, señalando como arqitecto de ese pasmo del arte Plateresco español que se llama el Palacio de Monterrey –hoy del patrimonio del Duque de Alba- a Fr. Martin de Santiago y a Rodrigo Gil de Hontañón. Porque supo encajar el dato y la fecha, y la menudencia anecdótica en la trama de su disertación, dándoles animación y vida. Porque su conferencia bien ordenada y meditada abarcó todos los órdenes de la vida social de aquel entonces. Y triunfó igualmente como poeta, esto es, como creador el Sr. Apráiz, porque supo darnos su imagen personal de la ciudad dorada, amapola roja en claustro seco, penetrando en las esencias españolas que hay dentro de las piedras salmantinas.

Yo cerraba los ojos escuchando la conferencia del joven catedrático y evocaba, con temblores de emoción, viejos rincones de la ciudad del Tormes, que descubro de nuevo cada vez que torno a contemplarlos, porque su visión baña de tal suerte en luz al espíritu, que le aniña y le presta siempre frescura. Y Salamanca es un pequeño compendio de toda la esencia española. Allá, junto al río, por las tenerías, oyendo el traqueteo molinero de las aceñas, discurre la vieja Celestina y por unas tapias sobre las que se destacan las formas elegantes y recortadas de los cipreses sube Calixto a contemplar los ojos verdes y anchos de la dulce Melibea. Y sobre la casita, es el colegio de los verdes, o de la merced, escribe siglos más tarde, el buen Tirso, las andanzas del célebre burlador sevillano. Y junto al colegio, el ángel de la veleta de la Magdalena sonríe a las riberas mimosas del claro río. Y enseguida comienzan las más angostas y quebradas donde pone Espronceda sus escenas de Estudiante. Y una iglesia románica esconde su fachada sobria detrás de otro Colegio. Y por la calle de los moros, discurre Esperancica la de la Tía Fingida, son sus dueñas de tocas alongadas. Y las bandurrias, y los cencerros, y las gaitas zamoranas, rompen la placidez del sitio con su estruendo endemoniado. Lo pícaro se funde con lo académico, y junto al parador donde viven los capigorrones, yergue su fachada la vieja escuela de Alfonso IX, envolviendo la vida a la ciencia y la mocedad a la vida.

Pero Salamanca es toda evocación. El puente nos habla del Lazarillo, y más allá del puente por el Zurguén, cantan sus trovas los lánguidos pastorcillos del S. XVIII, y como protesta, frente al Zurguén, los cerros gloriosos de Los Arapiles recortan la llanura. Pero el puente recuerda también a Teresa de Jesús, y al encendido frailecito de Fontiveros, y al diabólico don Diego de Torres –predecesor en paradojas del bueno de Don Miguel de Unamuno - que habla a sus amigos a la hora de la fresca después del soconusco, de las aguas milagrosas que remozan el cutis apergaminado en lides de amor.

Salamanca no es Castilla: es León. Y León tiene la blandura de Galicia, la zorrería lusitana y la sequedad, ya un poco apagada, del suelo de Castilla. Y León produce en lo urbano al salmantino y en lo rural al charro. Así, las piedras, que no son más que la proyección del espíritu de la ciudad en la ciudad misma, despista a esos espíritus curiosos, que como mi amigo Pedro de Répide, han ido a Salamanca en busca de la austeridad, de la secura, de la llaneza castellanas. Y Salamanca no es eso. Salamanca es la floración, la eterna floración del espíritu, que no se concreta nunca porque si madurase, se agostaría, y es el anhelo de la posibilidad frente a otras ciudades que son ya el fruto y la decadencia de una raza que vive de sus recuerdos.

Salamanca vive en eterna gestación. Es la gestación espiritual de una España futura. Si sus piedras hablasen – y yo sé que hablan al encenderse al fuego del sol – mejor cantarían los amores del escolar que la dura experiencia de los viejos. La tradición en Salamanca no se ha roto; de Fray Luis va a Unamuno; a Unamuno no sabemos quién le robará el cetro. Y Salamanca es con su Tormes para España, lo que es Coimbra con su claro Mondego para Portugal. Y lo que es Florencia con su Arno para Italia.

JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS
La Nación 3-abril-1917.


La imagen a vista de pájaro esta escaneada del libro "Desde el cielo de Salamanca" editado por La Gaceta de Salamanca.

9 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

En efecto, como te dije, es uno de los lugares favoritos de Salamanca. Y me hubiera gustado recorrer sus salones, claro que sí me hubiera gustado...

Merche Pallarés dijo...

Por lo menos ahora, gracias al libro de Alvarez del Villar, se puede ver por dentro. Precioso palacete aunque por fuera también es muy pintoresco. Besotes, M.

María dijo...

Una maravilla

Abejita de la Vega dijo...

Salamanca no es Castilla, es León. Volvemos a aquello de León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Paaaalenciaaa. Salamanca es Salamanca.

Lo leeré despacito, como se merece.

Besos

Asun dijo...

Es tan espectacular por dentro como por fuera. Una pena que no se pueda disfrutar el interior, aunque ahora hemos visto un poquito por lo menos.

Besos

Myriam dijo...

Por fuera si, pero por dentro no lo pude conocer, así que gracias Pancho por traerlo aquí.

Besos

matrioska_verde dijo...

¡pues que lástima que no pueda visitarse!

biquiños,

Sara dijo...

Que maravillosas fotos. El año pasado estuve de visita en España pero no pude recorrer esa ciudad. Me habría encantado ir, es una deuda pendiente que tengo conmigo. Lo único que pude recorrer es la ciudad de monterrey en México, jajá, Sin duda en mi próxima visita a España no me lo pierdo.

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Pues, sí:¡Gracias! a Julián Álvarez del Villar por su libro: "Salamanca Desconocida", que nos ha permitido ver ese Palacio precioso por fuera y por dentro.
Las pinturas, los tapices, el techo artesonado...
Se me ocurre una pregunta, ¿cómo se pagó la restauración que se llevó a cabo?.
Si se hizo con dinero de las arcas de la familia propietaria, quizás tengan derecho para disfrutarlo sólo ellos, pero si no fue así...

Me he dejado un montón de ideas, algunas se me ocurrieron el día que subiste la entrada, otras ahora.
Como no has enlazado música, te dejo Ya volveré... por DEPEDRO y Vetusta Morla

Un abrazo