La Universidad de Salamanca es durante los S. XVI y XVII la gran generadora de las razones teológicas del imperio en su lucha por la fe y la contrarreforma. Algunos de sus pensadores y profesores también tomaron parte activa en la redacción de “La Pepa”, llamada así porque mañana, día de San José, cumple doscientos años. Esta pequeña ciudad siempre capaz de lo mejor y de lo peor, la eterna dualidad entre contrarios, madre de todas las contradicciones. La primera constitución española tuvo una gran importancia en su tiempo porque entonces España no cabía en medio mundo. Qué diferencia con la actualidad en que a la península ibérica le sobra algún trozo para darle cabida, sin contar a Portugal. Doscientos años de continuas grescas entre unos y otros. De las dos españas que apenas si se hablan y saludan al cruzarse por las calles de pueblos, campos y ciudades. Con lo poco que cuesta y lo bien que se queda uno después de hacer las paces.
Pero no venía yo a hablar de constituciones ni de teologías antiguas, entre otras razones porque lo que tuviera que contar entraría en dos renglones cortos, sino a presentar a los que por aquí buenamente pasan, una anécdota, una ventana de estilo barroco con truco, cambiada de sitio en algún momento de mediados del siglo XX, merced a un traslado desde la desaparecida iglesia de San Isidoro en la calle Francisco Vitoria, a otro edificio que la Universidad levantó en el solar, en la parte que da a la calle Libreros, justo al otro lado de la manzana de casas.
Sólo se me ocurre lamentar la desaparición de unidades del patrimonio. Si esto ocurre en lugares en los que en teoría moran los representantes más sensibles con la arquitectura antigua, qué no pasará en las zonas rurales con la arquitectura popular tradicional (chozas, caños, fuentes, corrales, puentes o paredones) en las que a menudo se confunden las cosas antiguas con las viejas o inservibles, cuando en realidad son más útiles y duraderas que las modernas.
Pero no venía yo a hablar de constituciones ni de teologías antiguas, entre otras razones porque lo que tuviera que contar entraría en dos renglones cortos, sino a presentar a los que por aquí buenamente pasan, una anécdota, una ventana de estilo barroco con truco, cambiada de sitio en algún momento de mediados del siglo XX, merced a un traslado desde la desaparecida iglesia de San Isidoro en la calle Francisco Vitoria, a otro edificio que la Universidad levantó en el solar, en la parte que da a la calle Libreros, justo al otro lado de la manzana de casas.
Sólo se me ocurre lamentar la desaparición de unidades del patrimonio. Si esto ocurre en lugares en los que en teoría moran los representantes más sensibles con la arquitectura antigua, qué no pasará en las zonas rurales con la arquitectura popular tradicional (chozas, caños, fuentes, corrales, puentes o paredones) en las que a menudo se confunden las cosas antiguas con las viejas o inservibles, cuando en realidad son más útiles y duraderas que las modernas.
Así era la acera del número 25 de Francisco Vitoria.
Imagen escaneada de "El libro de oro de Salamanca". Colección de Enrique de Sena.
No podía faltar una calle con este nombre en una ciudad que albergó a la Universidad que nutrió desde la retaguardia los razonamientos teológicos de la doctrina imperante durante varios siglos.
Las fotos B/N están escaneadas de la colección de láminas "Salamanca ayer y hoy" de La Gaceta de Salamanca
9 comentarios:
Grescas, de eso siempre hemos tenido en esta piel de toro. Dos Españas helándose mutuamente el corazón.
Un buen reportaje de la Salamanca de ayer y de hoy. En las antiguas, no faltan las monjas, qué casualidad pasaban por ahí...En las de mi ciudad siempre encuentras un cura o una monja. Eclesiásticas ciudades castellanas, ahítas de teologías.
Bella ventana barroca, hubo alguien que la valoró lo suficiente, menos mal.
Besos, Pancho.
Por lo menos conservaron esa preciosa ventana, que lo que dices: cuanto patrimonio habrá acabado en escombreras o vete tú a saber dónde.
Besos
PD: lo que dices en mi blog de que ayer no podía eliminar comentarios... yo ayer no lo sé, pero hoy sí que puedo. A una mala supongo que desde el panel de control (o sea, desde las tripas del blog) sí que se podría.
interesante documentación con anécdota incluida sobre la ventana movediza y desaparición por arte de esfumación de una Iglesia.
Tenía entendido que las Iglesias no podían esfumarse.
y ¡Viva la Pepa!
¡Viva la Primavera!
Y eso que Salamanca es una de las ciudades españolas que mejor ha tratado su patrimonio...
Buenas noches, pancho:
¡Andando! ¿La ventana se movió sola?
Una pregunta doble: ¿qué era el lugar donde estaba antes y qué es el edificio donde está actualmente?
Con perdón, por si pienso mal, -ya que no me gusta hacer juicios temerarios ni hablar sin documentación-, pero,... si cambió de camisa por su propia iniciativa: ¡esa ventana es una “trepa”!, o si no: el “rescatador” tenía muy buen gusto.
Un abrazo.
P.D.: 1.- En esa estrecha acera, de la calle Francisco Vitoria, en la que una de las monjas lleva la derecha, el señor que viene de frente –cuando llegase a su altura- ¿se bajaría para dejarles paso?
2.- La última foto, ¿contrapicado? -con ese cielo azul, la piedra rosada y el nombre de la calle- es estupenda.
la ventana es una maravilla, desde luego, asñi que es una alegría el que se conserve bien.
precioso comentario el que te ha dejado Abejita, poco se puede añadir a todo lo que dice.
biquiños,
¡Jo, Pancho! Mira que cambiar esa ventana tan preciosa... No sé dónde ¡España! va a parar, la verdad... Besotes, M.
Los cercados de cientos de huertas tienen piedras milenarias
Puede que, esa dualidad de esta mágica ciudad, la enriquezca; así como, a sus habitantes le ayuda a abrir la mente.
La ventana que se negó a perecer es un ejemplo del espirítu joven de las gentes de esta ciudad que, entre otras cosas, es lo que la hace brillar.
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