domingo, 11 de diciembre de 2011

Vela en este entierro

Estos pequeños tigres bejaranos son amigos de todos los días.


RIÑA DE GATOS.
EDUARDO MENDOZA. (y 13)

Lilí está en casa, preocupada por la misteriosa desaparición de su madre. Su espíritu rebelde de adolescente le ha hecho rechazar la oración y las enseñanzas religiosas. Sin ese consuelo, se siente enloquecer. Su padre llama desde el hospital para decirle que con la llegada de la madre ha surgido el milagro. Guillermo ha despertado del coma y debe ir a celebrarlo con toda la familia. Antes de marchar en taxi al hospital acompañada de Julián, el mayordomo de anchas patillas salido de las páginas del Cossío, ordena al servicio que rece el rosario. A Julián no le resulta fácil encontrar un taxi: “Te queman el tasis y te han jodido vivo”- le repetían los taxistas-

Ya en el hospital, Lilí se sorprende de que su hermana no se inmute de la llamada de Jose Antonio a casa diciendo que el inglés está bien.

La madre se fue a visitar a su paisano de Priego (y también de Antonio Aguilera), Don Niceto Alcalá Zamora, al que sus amigos y enemigos llaman El Botas y que ve menos que un pez frito dentro de un baúl. Quiere que el político haga lo posible para que detengan a Jose Antonio, origen de todos los males que le aquejan porque ha sorbido el seso a la familia entera. Allí recibe la noticia de que Guillermo está en el hospital. El Presidente llama al ministro Amós con instrucciones de detención del falangista. Si hay bulla, que lo manden a Lugo o a Alicante.

Un sifonazo en la cara devuelve a la realidad al inglés. Jose Antonio le comenta que unos agentes de su amigo Marranón han matado a Guillermo a las puertas de su hotel. La policía se presenta en el bar y detiene a los dos, poco después de que el falangista se haya desarmado para que no aleguen posesión de armas y lamenta el desprecio con que el pueblo ha recibido sus ideas: “¿Qué diferencia hay entre sacar en procesión la imagen del Sagrado Corazón y quemarlo? Este es un país cavernario, hundido en la miseria, la atonía y la falta de higiene”. Le pide que se vuelva a su país y explique su lucha. AW repone que saldrá con él del bar porque con él entró, “pero de las ideas por las que estáis dispuestos a mataros los unos a los otros, de eso no quiero ni oír hablar”. Los detienen y los meten en dos coches distintos. A AW lo conducen al hotel. El tren sale a las 14 h. El Teniente Coronel le advierte de que haga todo lo posible por no perderlo; la guardia civil suele disparar antes de preguntar.


Juan de Pareja. Velázquez

Harry Parker
le despierta a las nueve de la mañana para llevarle a la embajada. Nuestro viejo amigo, Lord Bumblebee, le informa del incendio en el sótano del palacete de la Castellana. El principal damnificado, el cuadro. La mala noticia se compensa con la buena. Edwin Garrigaw le pone al corriente de que el cuadro no era de Velázquez, tampoco una falsificación. Lo pintó su ayudante, Juan de Pareja, un esclavo al que luego liberó. Lo acaban de saber de Londres. Pedro Teacher tenía la documentación; era un agente doble, suyo y de los nazis. De Kolia, nada se sabe. De hecho, una vez desaparecido el cuadro; ni él, ni AW tienen el menor interés. Quizás Pedro Teacher y Kolia fuesen la misma persona. El intento de matarle en el almacén de la Puerta de Toledo fue una pantomima. Higinio es un agente de la seguridad inglesa. Tantas y tan repentinas revelaciones le alborotan la resaca, le causan revoltura de estómago y le levantan dolor de cabeza. Parker le recomienda que regrese a Londres y se reconcilie con Catherine: “Las mujeres son una lata, pero es lo mejor que tenemos. La política en cambio es horrible. Los comunistas y los nazis son unos monstruos, y nosotros, que somos los buenos, no pasamos de canallas”.



Madre Jerónima de la Fuente. Velázquez

Como andaban sobrados de tiempo, Mendoza concluye con un EPÍLOGO para no dejar cabos sueltos. Deja a Anthony Whitelands en el Museo del Prado. Quizás sea la última oportunidad que tenga de visitarlo en años. En el interior le espera la sorpresa de Paquita. Le participa que la familia está contenta por la recuperación de Guillermo. El percance les ha hecho ver el escaso valor de los objetos materiales. Lilí no para de llorar, se considera responsable del incendio. Han decidido mandarla al campo, a una finca de Badajoz para recuperarse. Jose Antonio llamó cornudo al ministro en la DGS y sólo salió de chirona en la caja de madera. Ella está decidida a retirarse del mundo. Ingresará en un convento de clausura de Salamanca.

AW llega a pensar que por su culpa Madrid se queda sin gente. Un extraño influjo hace que las mujeres cambien de vida y costumbres: la Toñina, Lilí y Paquita. Tras la revelación de la clausura, Paquita encamina sus pasos al retrato de la Madre Jerónima de la Fuente del pintor sevillano. En el silencio del convento decidirá sobre su futuro.



Eduardo Mendoza no podía dar por terminada la novela sin una última referencia al pintor cuyos cuadros le han servido para llenar tantas páginas. Ni a su obra maestra en el Museo del Prado. De la misma forma que Cervantes tuvo que darse prisa por cerrar la muerte de Don Quijote cuando ya tocaba la suya propia con la mano, escribió el testamento –el suyo y el de su criatura literaria- en el capítulo más emotivo, resumen de sus vidas y de su personal visión del mundo. Velázquez difumina el poder en Las Meninas, fuera del mundo real, pero al mismo tiempo controlándolo todo desde el espejo.



Las Meninas de Manolo Valdés en la Plaza Mayor de Salamanca.

A las catorce horas sale el tren. Por nada del mundo lo puede perder. Anthony Whitelands huye de unas gentes dispuestas a despellejarse unos a otros y de una realidad que supera el disparate de la ficción, como tantas otras veces. Quiere mucho a este país, pero nadie le ha dado vela en el entierro.

Al mismo tiempo concluimos el comentario que nos ha entretenido trece semanas, desde el 18 de septiembre, de una novela localizada en unos tiempos en que la muerte no tenía duelo, por el poco precio que se ponía a la vida. Sobre todo si era la de los demás, en unos tiempos tan revueltos como aquellos. La amenaza de los mercados y el acoso a la economía europea semeja el miedo a los ejércitos de Hitler y de Stalin armados hasta los dientes en las fronteras. ¿Sabremos capear el temporal algo mejor que entonces?


"Hoy, moviendo la cola, se acercó como un perro
A pedir que le diéramos vela en este entierro
[...]
El torpe maletilla que hasta ayer afirmaba,
Que con las banderillas nadie me aventajaba,
Ahora que corto orejas y aplauden los del siete
Ya no dice que cito tan bien como Antoñete.
La propia Caballé que me negó sus favores,
La diva que pasaba tanto de cantautores
Llamó para decirme: “Estoy en deuda contigo,
Mola más tu Madrid que el Aranjuez de Rodrigo.”
Joaquín Sabina




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero

7 comentarios:

Asun dijo...

PANCHO, muchas gracias por tus palabras en mi blog. Poco a poco me voy reponiendo.

Un abrazo.

María dijo...

Habrá que "capear el temporal" lo mejor que podamos!
A seguir escribiendo así... ;-)

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

solo un saludo...amigo...para lecturas ando yo ahora...aunque si te digo la verdad: me dais envidia...un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

Los gatos bejaranos tienen buen aspecto. No tienen ganas de reñir.

Yo también me acordé de nuestro amigo de bloguerías, Antonio Aguilera, cuando leí lo de la entrevista de la madre con Niceto Alcalá Zamora, natural de Priego. Resulta que se conocieron de niños, la duquesa y el presidente republicano. Aquí Mendoza estuvo acertado. Se me había olvidado casi todo de este berenjenal final pero eso no, será por algo.

¿Se mete monja? ¡Cielos!

¡Por fin el tren! Que se despellejen estos ibéricos gatos.

Premio a la resistencia mendozil y gatuna.

Besos, Pancho.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente tu lectura final del texto: en efecto, al inglés nadie le ha dado vela en ese entierro -nunca mejor dicho-. Nada más claro para comprenderlo que ese sinfonazo en toda la cara...

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

¡Maravilloso Velázquez!. Te dejo una noticia que seguramente ya conocerás.
Y ¡Ay!, la calle Melancolía y los que parecen estar condenados a no poder salir de ella!.

Saludos.

P.D.: ¡Qué guapos son los gatos!

Myriam dijo...

Ya has llegado al final de tu desmenuzamiento del libro de Mendoza ¡Felicidades!

Y si, capearemos ésta como se han capeado anteriores en la historia. No hay que perder la esperanza y seguir adelante.

¡piú avanti!

Besos