jueves, 22 de diciembre de 2011

La vida es una golondrina en movimiento

"Sólo de tiempo en tiempo alguna ráfaga cálida pasaba entre las jarcias y hacía flamear el velamen"



SONATA DE ESTÍO.
MEMORIAS DEL MARQUÉS DE BRADOMÍN (3)

Bradomín se embriaga y nos invade con los recuerdos de la Niña Chole, con la melancolía del sexo en una auténtica orgía de los sentidos: las caderas donde no se pone el sol, giratorias y gráciles como las de una bailarina; pies de niña, hombros desnudos, formas turgentes de diosa yucateca que se entreabren como rosas frescas de los jardines de la Tierra Caliente. Sueños gloriosos que respiran “el perfume voluptuoso que al andar esparcía su falda, con ondulaciones suaves”.

"Sobre mi cabeza sonaban voces confusas y blando pataleo de pies descalzos todo acompañado de mucho chapoteo y trajín. Empezaba el baldeo".

Al rayar el día su imagen se refleja en el fondo de los espejos: “Las luces del amanecer cabrillean sobre los cristales”. Los días pasan tediosos y aburridos en el Mar de las Antillas. Sólo unas pequeñas ráfagas de aire esporádico flamean el velamen. El autor recurre al contraste narrativo a la manera de Cervantes para sacarnos a empujones de los sueños e imponernos la realidad: El baldeo de cubierta nos baja de la nube erótica. Pero no por mucho tiempo porque, bajo palio sagrado, aparece la reina del trópico, la Niña Chole, alba como la nieve, la sonrisa inquietante de una egipcia y las pestañas misteriosas de una turania. Gana la fragata en brazos de un hercúleo coloso de color negro de cabellos ensortijados.


“Sobre el dormido cristal de esmeralda, la fragata dejaba una estela de bullentes rizos”. Y Bradomín recuerda la canción americana de Nieves Agaz con la que de niño le arrullaban hasta quedarse dormido a ritmo de danzón. La canción cuenta la historia de otra Niña Chole y le vienen a la memoria las lecturas de los viejos conquistadores que quemaban las naves para cortar la retirada a los cobardes. Sólo valía vencer o morir.




Fondean en Veracruz. Los nativos que en canoa se acercan a la nave hablan un español a gritos que los mercaderes sajones y chinos de a bordo no entienden: “Ajustan, disputan, regatean y al cabo, como rosario que se desgrana, van cayendo en el fondo de las canoas […]” Se echa la noche americana de los poetas y la Niña Chole no aparece para desesperación de Bradomín.


De nuevo la acción trepidante rompe las horas de tedio y calma a bordo del velero en el Mar de las Antillas. Un negro que mata tiburones con cuchillo pide protagonismo a codazos. Un duelo a matar o morir en la arena del mar. Víctimas de la sonrisa cruel de una diosa que gesta el conflicto, hace y deshace a su antojo con el brillo del metal y el desdén en la mirada, como premio a la sumisión del esclavo. Bradomín se confiesa hechizado por esa sonrisa salida de algún antiguo rito diabólico. El veneno de los celos le muerde el corazón. Aún siente los temblores del amor ante una mirada y una sonrisa lanzadas por los ojos y labios de la Niña Chole.

Brillante en la metáfora del negro mercenario, grande como un gigante, que mata a cambio de un estipendio. A bordo del barco viaja un marinero negro, miembro de la tripulación que se lanza al mar a privar de la vida a los tiburones. Es el héroe que se juega la vida en el envite por cuatro monedas. Que vive en el filo de la navaja. Que pervive en el recuerdo, en la bruma de la memoria de los seres del traje gris. Que alcanza la inmortalidad porque al morir matando renueva el rito diabólico de la vida: matar para seguir viviendo. O manifestación de la liturgia de la naturaleza.

A Valle le costará levantar la novela tras el impacto, pero lo consigue hilvanando el relato teniendo como punto de apoyo el desembarco en Veracruz, la tierra firme. Veremos.



"La vida no es un block cuadriculado

sino una golondrina en movimiento

que no vuelve a los nidos del pasado

porque no quiere el viento.


Y jugar por jugar

sin tener que morir o matar,

y vivir al revés
que bailar es soñar con los pies"


Joaquin Sabina





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero

8 comentarios:

Myriam dijo...

Ya me leí las Cuatro Sonatas, porque no me pude esperar a que les tocara el turno con nuestro profe. Las cuatro me parecen sensacionales.

Esta, sin embargo, es la que más me ha gustado. Toda ella entera (y en especial, los capítulos 27 y 28). Por eso, como dices, le habrá costado levantarla a Valle después de la truculenta matanza del negro, pero ¡¡vaya que lo logra!!. ¡Es genial!.

Me gustó muchísimo volver a estos pasajes en tu estupenda entrada.

Un beso, Pancho.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

ahora toca unos días de olvidarse del trabajo...un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Es curioso cómo consigue Valle trasmitirnos el peligro de la sensualidad, el riesgo físico en el que se condensa la temperatura de la zona y que afecta a alguien tan dispuesto como Bradomín.

matrioska_verde dijo...

No estoy siguiendo la lectura, Pancho y por eso no voy a comentarte. Pero viendo las fotos se me ha venido a la memoria una que tengo yo casi igualita a la tuya, imagino que también en Portugal, en el río Doro.

fíjate:

http://congoyyo.blogspot.com/2009/07/lamego-portugal-todo-un-descubrimiento.html

supongo que al final, todos turisteamos de un modo parecido :-))

biquiños y felices fiestas.

Abejita de la Vega dijo...

¿A dónde va la golondrina?

La escena del tiburón es una tomadura de pelo de Valle, estábamos viendo el cabrilleo plácido de la luna y zas: amito,amito, un moreno que mata tiburones. Algo así hace Cervantes, como tú bien apuntas. Barrocos contrastes.

Pero a mí personalmente esta escena del matatiburones me parece un copipega de alguna novela de aventuras.

Tus fotos marineras son magníficas, casan estupendamente con el texto. El de Valle y el tuyo, que no es manco.

Besos, Pancho, disfruta de las vacaciones.

Paco Cuesta dijo...

Esos impactos narrativos me parece que rompen el erotismo para comenzar con más fuerza.

Ele Bergón dijo...

Pancho, sólo paso a saludarte y a desearte unas Felices Fiestas.

Me encanta el título que has puesto a la entrada.

Besos

Luz

Estrella dijo...

Es magistral la manera de transmitir el peligro que subyace en el erotismo y la sexualidad que impregna la novela.

Qué bien le pega Sabina a este relato de Valle-Inclán. Y a todo.

Feliz año.