jueves, 30 de junio de 2011

Voy contra mi interés al confesarlo. El prosaísmo de una rima de Bécquer






Gustavo Adolfo Bécquer de reclamo en el anverso de un billete con la mujer de la sombrilla en el reverso.

Voy contra mi interés al confesarlo,
no obstante, amada mía,
Pienso cual tú que una oda sólo es buena
de un billete del Banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
¡Mujer al fin del siglo diez y nueve,
material y prosaica!... ¡Boberías!
¡Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo sé que en esta vida
con genio es muy contado el que la escribe
y con oro cualquiera hace poesía.

Rima XXVI de la edición publicada por sus amigos en 1871 y la 7 del Libro de los Gorriones.



El poema es un lamento. El poeta se dirige a una mujer cualquiera innominada a la que tilda de “amada mía” con un tono distante, indiferente; pero derrochando sinceridad y autocrítica: “Voy contra mi interés al confesarlo”, para lamentar el vasallaje de la poesía a los intereses del mercantilismo que se va apoderando del S. XIX. La prosperidad que se adivina desde el hondón de la miseria, desde el atraso secular de la sociedad española, también significa la deshumanización de la literatura, su sometimiento a la escala de valores que encabeza la rentabilidad del producto; a partir de ahora lo que cuentan son las cuentas, dejémonos de cuentos. En eso andamos y seguimos siglo y medio después.

En efecto, los catorce versos significan la rendición del poeta ante su amada, tomada aquí como oponente, como elemento material y fiscalizador de la pareja e insensible a los valores poéticos. Se trata de una mujer moderna para su tiempo, pero prosaica, en contraposición a la mujer idealista, amante de los sentimientos: “¡Mujer al fin del siglo diez y nueve, / material y prosaica!... ¡Boberías!”, o “Sin dejar de ser la seductora bruja que escondía bajo la falda una calculadora” (El blues de lo que pasa en mi escalera) como decía Joaquín Sabina.

Recrimina la actitud de los poetas que se envuelven en sus versos para reclamar lo imposible, como perros que se encaran con la luna. Tras el alejamiento de los versos centrales, al final el poeta se duele, regresando a la primera persona del primer verso: “tú sabes y yo sé”, del predicamento que consiguen algunos con mucho menos talento creador: “con oro cualquiera hace poesía”. El poema hay que entenderlo desde la mirada irónica de su autor. Critica la poesía desde dentro, como si tirara piedras sobre su propio tejado: “[…] una oda sólo es buena / de un billete del Banco al dorso escrita”.

Doce versos endecasílabos y dos heptasílabos con rima asonante significativa en los versos 2, 8 y 14 en palabras con hiato que suman: mía, bobería y poesía, le dan ritmo al poema. Se puede considerar una silva asonantada con alguna licencia.

Es reseñable la abundancia de formas verbales en presente de indicativo como si se tratara de un texto narrativo que intentara exponer un pensamiento, por ello mismo no exento de dinamismo: Voy, pienso, es (x2), hacen correr, se embozan, sabes, sé, escribe, hace. Igualmente es de destacar la habitual escasez de adjetivos en los poemas de GAB: buena, necio, material, prosaica; pero colocados con cuidado para ganar en expresividad a lo que ayudan las oraciones entre exclamaciones y el lenguaje coloquial en: ¡Boberías! Para nada el poeta abandona su estilo en esta composición, incluso se acerca más que nunca a los cánones clásicos que gobiernan la poesía en cuanto a forma y métrica. Disiento pues de lo leído sobre ella, tachándola de prosaísmo o de hacer poesía como si de prosa se tratara.

En resumen, GAB arremete contra los que únicamente hacen poesía al calor de los ingresos, contra la mujer interesada que pide cuentas de la productividad de los escritos del poeta y contra aquellos que sólo valoran lo que lleva adosado algún billete al dorso escrito. El poeta redacta con su desnudez habitual, dejando bien visible el fondo dolido de su alma. Qué moderna y actual se nos antoja esta reflexión de Hölderlin: ¿Para qué poetas en tiempos de miseria? Ignorando que lo que permanece es la palabra dicha y recogida en un escrito o que el poeta es el ser privilegiado, guía de la sociedad.


Este comentario pertenece al grupo de lectura que desde La Acequia dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

10 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

¡Qué familiar nos resulta ese billete para nuestra generación! Si Bécquer lo viera...

Gustavo Adolfo sabe que cuando la mujer calcula es que calcula de verdad...

Fondo dolido el de nuestro poeta, dolidísimo; mas , aún así, él sigue moldeando materia poetica, luchando con las palbras que no alcanzan a expresar lo que él quiere.

Excelente análisis literario el tuyo, Pancho.

Me voy, que se me quieren colar los molinos en mi PC.

Besos

Paco Cuesta dijo...

Hay un tono...¿sarcástico? como revolucionario en esta rima, entendiendo por revolución: cambio, transformación.
Me guardo tu comentario. Gracias

Pedro Ojeda Escudero dijo...

En efecto, querido Pancho: la poesía, para Bécquer, no era una forma galante de estar en la sociedad ni una forma de popularidad ni de ingresos. En él la poesía estaba conectada con un sentimiento de la misión sagrada del poeta para alcanzar la verdad oculta.
Excelente comentario, excelente. Bien ilustrado, por otra parte: el billete es más que oportuno. Hernando me lo envió hace un tiempo para que lo publicara: aquí está en su sitio adecuado, sin duda.

Ele Bergón dijo...

Mira por donde a mi este poema, como que no, como que no me acaba de gustar del todo. No sé si es el ritmo, lo que dice, no sé, pero no es el Bécquer que yo prefiero.

Como siempre muy buena entrada.

Besos

Luz

Merche Pallarés dijo...

Excelente, querido Pancho. Sigo alucinando con tus aportaciones semanales, éste en particular lo encuentro MUY acertado y demuestras que Bécquer era un visionario. El dinero, maldito dinero, lo mueve todo. Excelente. Besotes, M.

Asun dijo...

Estoy espesa y con pocas ganas de poesía (de normal ya me cuesta bastante), así que esta vez me limitaré a mandarte un saludo y desearte un feliz verano.

Besos

matrioska_verde dijo...

¿Qué pensaría si llegara a verse impreso en el billet? ¿Estaría complacido o no?
Ya no me acordaba yo de esas 100 pesetas y seguro que aún las tengo guardadas [en una caja guardo dinero antiguo en papel y alguna que otra moneda]

biquiños,

Myriam dijo...

¿¿Con lo que MERCHE odia el "maldito" dinero me quieres explicar como su famosa sombrilla se coló en el??

Bien curradita tu entrada, como siempre ¡ Gracias!

Besos

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Ramón Rodríguez Correa, su amigo desde la infancia lo retrató así en el prólogo de la 1ª Edición:..."Pobre de fortuna y pobre de vida".
Y sabemos que una de sus frases repetidas era la de Lamartine: "La mejor poesía escrita es la que no se escribe".
Bécquer sabía de lo necesario del dinero para vivir.
Es significativo, que en mi libro Aula, en los versos:
13 la palabra "escribe"
y en el 14 la palabra "hace" van en cursiva. Creo que destacar esta diferencia incide en querer dar importancia 'al tono'.

Un abrazo.

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Quiero cambiar una palabra en mi anterior comentario, y es ‘infancia’ por ’juventud’.
Escribí, que Correa, era amigo de infancia.
En cvc., en la cronología de la biografía de Bécquer encontramos:

"1856. Conoce a Ramón Rodríguez Correa, que llega de Sevilla. Ambos ingresan como escribientes en la Dirección de Bienes Nacionales, de donde echarán a Gustavo por dibujar en horas de trabajo."

Por lo tanto, Bécquer tenía veinte años, cuando conoce a Correa.

Un abrazo.