El Café Bécquer se encuentra en una plaza algo escondida y literaria, adornada en su mitad por una escultura dedicada al dramaturgo Tirso de Molina. Camino de paso. Transitada únicamente por los que, como saetas voladoras que reparan en las esquinas, quieren trazar líneas rectas que acorten el camino hacia sus quehaceres diarios.
Dedicado a uno de los más grandes dramaturgos del Siglo de Oro.
Saeta que voladora
cruza arrojada al azar,
y que no sabe dónde
temblando se clavará;
hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde al polvo volverá;
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y se ignora
qué playa buscando va;
luz que en cercos temblorosos
brilla próxima a expirar
y que no se sabe de ellos
cuál el último será;
eso soy yo que al acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni adónde
mis pasos me llevarán.
cruza arrojada al azar,
y que no sabe dónde
temblando se clavará;
hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde al polvo volverá;
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y se ignora
qué playa buscando va;
luz que en cercos temblorosos
brilla próxima a expirar
y que no se sabe de ellos
cuál el último será;
eso soy yo que al acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni adónde
mis pasos me llevarán.
Rima II de la edición publicada por sus amigos en 1871 y la 15 del Libro de los Gorriones.
Si en “yo sé un himno gigante y extraño” GAB intentaba una explicación de su concepto de poesía, en “Saeta que voladora” se define a sí mismo como hombre, como parte integrante de la naturaleza. Para ello utiliza la comparación con ejemplos tomados de los elementos clásicos del estado de la materia: de la tierra, elige la hoja seca que la fertiliza al morir; del agua, una ola gigante que desaparece en la playa; del fuego, una luz tenue y vacilante y del aire, el hálito, el espíritu que a todo le da vida: el amor que hace al mundo girar en forma de saeta voladora que se sepulta en un corazón al azar.
El poema presenta una estructura clara: cuatro estrofas en las que el poeta nos ofrece una sucesión de imágenes sacadas de la observación de la naturaleza para concluir en la última con la definición de sí mismo: “eso soy yo que al acaso/cruzo el mundo sin pensar”, todo para arropar la incertidumbre del poeta privado de certezas sobre su devenir vital. Se trata de una composición de gran pulcritud y rigor en cuanto a la forma, semejante al lead o entradilla de una noticia periodística que enuncia con esos sustantivos tan contundentes que encabezan las estrofas; se desarrolla en tres versos y concluye en el cuarto con la destreza de alguien cuya costumbre hace deslizar la pluma ligera por el papel, como si fuera una extensión de su imaginación.
La métrica es irregular, no sigue un esquema fijo: (7, 7+1, 7, 7+1); (8, 7+1, 8, 7+1); (7, 6+1, 8, 7+1); (8, 7+1, 8, 7+1); (8, 7+1, 8, 7+1). Cinco estrofas de cuatro versos de arte menor (cuarteta) con rima asonante en los pares, semejante a la copla asonantada con alguna licencia. El poeta en esta ocasión consigue el ritmo y la musicalidad del poema a través de la repetición del relativo “que” precedido de sustantivos femeninos que le dan solidez en los primeros versos de las cuartetas: “Saeta que voladora, hoja que del árbol seca, gigante ola que el viento, luz que en cercos temblorosos, eso soy yo que al acaso”. El efecto se multiplica al terminar las estrofas con futuros agudos que añaden una sílaba para semejar con los segundos versos también agudos que suman: “azar, clavará; vendaval, volverá; mar, buscando va; expirar, será; pensar, llevarán”.
El dinamismo del poema está perfectamente conseguido con la utilización repetida de formas verbales en presente de indicativo en la parte expositiva: “cruza, sabe, arrebata, brilla, sabe…” pero es la tercera estrofa la que llama especialmente la atención por la actividad y energía que trasmiten las formas verbales, ayudadas por el efecto que produce el reiterado uso de la conjunción “y”: “gigante ola que el viento/ riza y empuja en el mar,/y rueda y pasa, y se ignora/qué playa buscando va;” . No más de cuatro adjetivos: (voladora, seca, gigante y temblorosos), de gran fuerza descriptiva y estratégicamente colocados, son necesarios para trasmitir la carga de incertidumbre que subyace en los versos.
GAB juega, en definitiva, con el contraste. Elige los elementos de la naturaleza en cuanto seres en movimiento, en constante transformación. Sin embargo, muestra su desconcierto al considerarse incapaz de modificar el fluir del río de la vida, como el que se sienta al borde del camino a contemplar inmóvil la maravilla de la existencia, las verdades más hondas, dejándose llevar.
Si en “yo sé un himno gigante y extraño” GAB intentaba una explicación de su concepto de poesía, en “Saeta que voladora” se define a sí mismo como hombre, como parte integrante de la naturaleza. Para ello utiliza la comparación con ejemplos tomados de los elementos clásicos del estado de la materia: de la tierra, elige la hoja seca que la fertiliza al morir; del agua, una ola gigante que desaparece en la playa; del fuego, una luz tenue y vacilante y del aire, el hálito, el espíritu que a todo le da vida: el amor que hace al mundo girar en forma de saeta voladora que se sepulta en un corazón al azar.
El poema presenta una estructura clara: cuatro estrofas en las que el poeta nos ofrece una sucesión de imágenes sacadas de la observación de la naturaleza para concluir en la última con la definición de sí mismo: “eso soy yo que al acaso/cruzo el mundo sin pensar”, todo para arropar la incertidumbre del poeta privado de certezas sobre su devenir vital. Se trata de una composición de gran pulcritud y rigor en cuanto a la forma, semejante al lead o entradilla de una noticia periodística que enuncia con esos sustantivos tan contundentes que encabezan las estrofas; se desarrolla en tres versos y concluye en el cuarto con la destreza de alguien cuya costumbre hace deslizar la pluma ligera por el papel, como si fuera una extensión de su imaginación.
La métrica es irregular, no sigue un esquema fijo: (7, 7+1, 7, 7+1); (8, 7+1, 8, 7+1); (7, 6+1, 8, 7+1); (8, 7+1, 8, 7+1); (8, 7+1, 8, 7+1). Cinco estrofas de cuatro versos de arte menor (cuarteta) con rima asonante en los pares, semejante a la copla asonantada con alguna licencia. El poeta en esta ocasión consigue el ritmo y la musicalidad del poema a través de la repetición del relativo “que” precedido de sustantivos femeninos que le dan solidez en los primeros versos de las cuartetas: “Saeta que voladora, hoja que del árbol seca, gigante ola que el viento, luz que en cercos temblorosos, eso soy yo que al acaso”. El efecto se multiplica al terminar las estrofas con futuros agudos que añaden una sílaba para semejar con los segundos versos también agudos que suman: “azar, clavará; vendaval, volverá; mar, buscando va; expirar, será; pensar, llevarán”.
El dinamismo del poema está perfectamente conseguido con la utilización repetida de formas verbales en presente de indicativo en la parte expositiva: “cruza, sabe, arrebata, brilla, sabe…” pero es la tercera estrofa la que llama especialmente la atención por la actividad y energía que trasmiten las formas verbales, ayudadas por el efecto que produce el reiterado uso de la conjunción “y”: “gigante ola que el viento/ riza y empuja en el mar,/y rueda y pasa, y se ignora/qué playa buscando va;” . No más de cuatro adjetivos: (voladora, seca, gigante y temblorosos), de gran fuerza descriptiva y estratégicamente colocados, son necesarios para trasmitir la carga de incertidumbre que subyace en los versos.
GAB juega, en definitiva, con el contraste. Elige los elementos de la naturaleza en cuanto seres en movimiento, en constante transformación. Sin embargo, muestra su desconcierto al considerarse incapaz de modificar el fluir del río de la vida, como el que se sienta al borde del camino a contemplar inmóvil la maravilla de la existencia, las verdades más hondas, dejándose llevar.
La casa que Gustavo Adolfo Bécquer habitara en Noviercas se vende por 78.000 Euros negociables; imagen de la Castilla del desarraigo y del abandono.
Fotografía tomada del blog: Andar ver y contar. No perderse la entrada.
Este comentario pertenece al club de lectura que desde La Acequia dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
10 comentarios:
Chapeau! Maestro, eres un maestro ¡como la copa de un pino! Que buena disección has hecho de ese bello poema. Me ha encantado. Besotes, M.
Análisis agudo que sí sabe donde va.
brillante exposición, como siempre, Pancho.
debe ser un placer asistior a tus clases [creo que eres profesor, ¿no?]
he leído el post del enlace que nos dejas del blog Andar, ver y contar y me ha encantado.
sí que conocía que de Noviercas era su mujer pero no sabía que él también había vivido allí...
tengo medio preparado un post para hacer una pequeña contribución a la lectura colectiva y buscando información encontré ese dato.
aunque no estoy leyendo a GAB [ando muy escasa de tiempo], lo hago a través de lo que váis dejando todos en vuestros blogs... os lo agradezco porque aprendo mucho
biquiños y buen fin de semana... por aquí está "orballando" (lloviendo menudo).
La incertidumbre de la voz poética, clave exacta de la creación en Bécquer.
Una entrada para enmarcarla que se refuerza con estas dos acertadas ilustraciones. Por cierto: si tuviera yo ese dinero, quizá invertiría en la compra de la finca.
La fragilidad del ser
la vaporosidad del yo
ese acaso del poeta
tan lleno de interrogantes
como la propia vida.
Me ha encantado saber de la casa de Becquer. Habra que ir a visitar el pueblo para buscar la casa, aunque me temo que solo se podra mirarla por fuera si no queres comprarla como es mi caso .
Tu analisis como siempre de todo un maestro.
Besos
Luz
Un abr
Buenos días, pancho:
Hoy dejo aparte las alabanzas de la Rima y de tu trabajo en la entrada que le dedicas, para pasar al interesante relato del Blog ‘Andar, ver y cantar’, título Noviercas en la vida de Bécquer´, que nos enlazas.
¿No sería lo propio tener ya un pequeño Museo, cuidado?. Porque el simple hecho de colocar una lápida nueva conmemorativa sería casi un contraste o un canto a la visible dejadez, al olvido y a la ingratitud e incultura.
¿Cuánto dinero habrán generado sus obras?.
¡¡¡País!!!. ¡Es que hay cosas que indignan, ¿cómo no vamos a estar en este estado de ánimo casi crónico!.
He buscado información de Noviercas
Me ha llamado la atención todo, especialmente el contenido del apartado Fiestas.
En la fotografía, en la fachada, se ve la sombra de una antena de televisión.
¡Cultura actual, y vergonzosa!.
Te dejo un vídeo:
Casas de Bécquer en Sevilla
Un abrazo.
P.D.: Negociando la cantidad, con el bajón de la crisis en los inmuebles, y la situación ruinosa en la que se encuentra, -¡¡qué barbaridad 78.000 €!! - parece que esté revalorizado por la importancia del inquilino poeta, sería cuestión, después del lógico regateo, que lo dejaría en su precio justo, darlo a conocer y hacer un pensamiento entre todos los amigos de la obra becqueriana.
Ay, qué historia más triste la del poeta en Noviercas, incluso después de muerto. Y esa Casta que hizo poco honor a su casto nombre. ¡Para un programa rosa la historia!
No veo yo muy claro que esa casa ruinosa tenga compradores, por muy becqueriana que sea.
Leyendo los lugares donde vivió GAB, me surge la duda ¿vio el mar alguna vez? Porque habla de olas gigantes, del fulgor azul que en el mar se refleja, etc.
Impecable comentario, Pancho.
Besos
Creo que nunca en toda mi vida de estudiante me habían desmenuzado un poema con tanto detalle. Como te dice MERCHE, "Chapeau".
Por Noviercas paso siempre que voy en coche a Madrid o Andalucía, y creo recordar que hace dos años fue allí donde entré con intención de hacer una parada técnica, pero no llegué a parar porque no vi ningún sitio a modo para tomar algo y continué camino a otro sitio.
La próxima vez a lo mejor lo visito.
Besos
¡Cómo disfruté de tu entrada, incluidas las fotos y de estupendo análisis!
Una delicia.
Besos
No suelo comentar tus entradas pero sí leerlas, pero esta vez, vale la pena decirte que es una disección genial de la rima, qué suerte tengo aprender lo que en su día no me enseñaron gracias a la lectura colectiva .
Opino lo mismo que Pedro, no tengo el dinero, pero vivir en la casa que un día vivió Bécquer es para comprarla.
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