VIENE LA NOCHE. OSCAR ESQUIVIAS
Nos detenemos en el periodo que va del catorce al veintiséis de Enero, que Esquivias reúne en cinco días de su diario. Benjamín pretende seguir su vida normal en el barrio, pero ya nada es igual que antes del viaje a Burgos. El deterioro físico progresivo que le lleva a desorientarse se apodera de él a medida que nos aproximamos al final. Recibe una carta de Burgos con una visión distinta del conflicto civil que le descoloca. Se le hace amargo probar su propia medicina. En la carta anterior al autor había contado lo que hicieron en Madrid con su otro hermano, su padrastro, Gorostiaga y él mismo si aquel día se le ocurre llevar un crucifijo. Está claro que lo que el autor propone es un ejercicio de catarsis basado en airear las fechorías que hicieron unos y otros, en contra del silencio y del miedo que todavía impregna todo lo relacionado con la represión durante la Guerra Civil y posguerra. El nuevo viaje a Burgos, que el manto de nieve no puede impedir, es una imagen perfecta del deseo que le embarga de romper el silencio y desembarazarse de viejos fantasmas.
DOMINGO, 14 DE ENERO DE 2007
La comestina de la ausencia de sexo de su hijo ronda la cabeza de Benjamín. Se le hace necesario hablarlo con alguien. Va al metro y en Estrecho se encuentra con La Puerta. Al comentarle el caso, le responde que eso es muy dado de los católicos; actitud arrogante de la jerarquía, ciegos de soberbia y virginidad. Él no concibe el matrimonio sin sexualidad. Argumenta que es lo mismo que renunciar a la vida. Le sugiere que lea la Biblia, allí está la verdad. Aquel día Benjamín sale de la iglesia agarrado a Teresa, un tanto tambaleante después de haber escuchado al Padre Urrez pronunciarse sobre el matrimonio como fuente de vida y explicar las Bodas de Caná. Tanto el cura como Walter la Puerta le parecen charlatanes.
MARTES, 16 DE ENERO DE 2007
Esa mañana Clarita llama por teléfono. Benjamín ha quedado en acompañar a Teresa al dentista. Le pone la eterna excusa de que lo han llamado de la biblioteca, amenazándole con retirarle el carné si no devuelve un libro. Se coloca el abrigo y sale a la calle a llamar la en un teléfono público. Queda con ella en el pisazo del Europeo. Cuando ambos están en la bañera, comienza la música y se enciende la calefacción, lo que quiere decir que el amo está a punto de llegar. Se visten precipitadamente y entran en un bar a tomarse un café. Clarita le anuncia que pone el piso en venta. Se va con su hija y el bielorruso a Benidorm. Cuidará del hijo de éste mientras ellos regentan un bar.
Benjamín se alistó en la División Azul en un intento de escapar del hambre y del batallón de castigo.
De vuelta a casa, una nota le anuncia que Teresa ha salido a comer y a la peluquería. Volverá para la cena. También Jaime lo hará. Como no le gusta lo que hay en la nevera, enciende la TV y se queda dormido hasta que los timbrazos de Jaime que llega le despiertan. Le entrega una carta de una señora de Burgos en la que le cuenta que su hermano Jacinto murió en la cárcel en 1940 merced a un informe de su hermano, Aurelio. La carta viene acompañada de una fotocopia de un documento escrito a máquina que lo corrobora. Benjamín se enfurece y le contesta con otra en la que termina conminándole a que “no remueva las tumbas y deje descansar a los muertos”. Benjamín está convencido de que él fue quien realmente las paso mal, cada cual sufrió su calvario particular: se deslomó levantando el cuartel de Tenerife después de la guerra y se alistó en la División Azul para escapar del hambre y de los trabajos forzados del batallón de castigo. La llegada de Teresa de la calle con el pelo pintado de verde detiene el monólogo de un Benjamín que no oculta su enfado con la carta de la Felisona.
VIERNES, 19 DE ENERO DE 2007
La inercia de sus pasos dirige a Benjamín por el camino aprendido del piso de Clarita que luce un cartel de SE VENDE. Sólo hace un par de días que ella falta y la vivienda parece una cáscara. Se echa de menos el olor característico y los animales que lo llenaban de vida. Benjamín siente que algo importante le falta. Ante la insistencia de Nelson, el agente de la inmobiliaria, le da el teléfono y nombre de Acacio. Esta gracia le devuelve la sonrisa.
MARTES, 23 DE ENERO DE 2007
A pesar de que todos los pronósticos amenazaban con un temporal de frío y nieve en la Meseta Norte, Jaime acompaña a su padre en un viaje postrero a Burgos. Benjamín quiere rendir un homenaje a la memoria de su hermano. Un manto blanco que daña la vista les recibe al pasar Somosierra. Por una ciudad de Burgos cubierta de nieve, se acercan en taxi al cementerio: “Sólo se veía un paisaje abollonado, sin cruces, sin panteones, sólo con jorobas blancas”. Ante el nicho le prende fuego a una carta. Quieren regresar a Madrid por la tarde pero los trenes y autobuses se han suspendido por la nieve. “Burgos parece una ciudad muda: no se oye ningún ruido, todo está aletargado, quieto, como si la nieve fuera una camisa de fuerza”. Dan un paseo por la ciudad; pero Benjamín ya no reconoce los sitios: todo parece cambiado. Burgos para Jaime no es más que una ciudad de paso. Esa noche en el hotel ninguno de los dos pega ojo. Benjamín se pasa a la habitación de Jaime.
VIERNES, 26 DE ENERO DE 2007
Benjamín ha aprendido a no dejarse guiar por sus pasos que, inconscientemente, le llevan a la calle Topete. Tampoco ha vuelto a la biblioteca a pesar de las llamadas de Morris, ni frecuenta a Cebrianitos. De la misma forma que en Burgos se sintió extraño, porque no reconoce la ciudad que vivió de chico, su barrio le parece inmerso en una ciudad extraña. Más semejante a una urbe caribeña o africana. Se desorienta. No es capaz de llegar a Bravo Murillo, su punto de referencia. Al verlo perdido, un paquístaní dueño de una frutería, le pregunta y no recuerda el nombre de su calle. Jaime se sorprende cuando en el ensayo Vanessa presenta a Ruth y Malibú que entran en el coro. Ese día ensayan un motete de Peñalosa. Se sorprende de la voz excepcional del ecuatoriano, algo que nunca habría sospechado. Al término del ensayo, Ruth agradece a Jaime que aquella noche del Arbolito Naranja no se aprovechara de ella.
"I walked the avenue till my legs felt like stone
I heard the voices of friends vanished and gone
At night I could hear the blood in my veins
Black and whispering as the rain
On the streets of philadelphia"
Bruce Springsteen
Este comentario pertenece al club de lectura sobre la trilogía de Oscar Esquivias, basada en la Guerra Civil, que dirige desde La Acequia, Pedro Ojeda Escudero.
5 comentarios:
Efectivamente: podría parecer que cuando llegamos al final de la vida las cosas se aclaran. No: la desorientación se agrava, si somos conscientes -como lo es Benjamín-, solo nos queda decidir entre la rebeldía o la resignación.
La desorientación se agrava como dice Pedro y Benjamín es consciente de ello, la asume y se resigna.
Las fotos que elegiste para esta entrada: Buenísimas.
Un abrazo
Si al deterioro físico se le suma la desorientación..., malo, eso puede llegar a agriarle el carácter a uno cuando se da cuenta.
Besos
Los dos predicadores le parecen ahora charlatanes, tanto el católico como el protestante. Todo es vacío, nada es lo que era, hasta la incondicional Clarita le falla. Aquella revelación de Jaime y Sara le ha dejado traumatizado. Desorientado en su barrio, que ahora es para él como el Burgos de "La ciudad del Gran Rey".
El infierno de su hermano Aurelio queda al descubierto, ahora nos cuenta el suyo en aquella División Azul, ala que no fue por gusto.
Viene la noche
Un abrazo
Es difícil aceptar que alguien de tu familia hizo algo despreciable, de ahí que Benjamín se niegue a admitirlo. Muy difícil, todos queremos sentirnos orgullosos de los nuestros.
Asumir la falta de sexo en una pareja joven como la de su hijo también es muy duro. Y no es de extrañar que sea otro leño para arder en el fuego que es el derrumbe de su vida. De ahí es el desconcierto y la desorientación.
Biquiños,
Publicar un comentario