jueves, 2 de diciembre de 2010

Un viaje a Burgos que sacude a don Bernardo Salcedo y lo reincorpora a sus negocios.



MIGUEL DELIBES. EL HEREJE

CAPÍTULO II
El presente capítulo narra la incidencia que la muerte de doña Catalina tiene en el estado de ánimo de su marido; un viaje a Burgos de don Bernardo, que le saca de su fingida postración; una visita a sus posesiones castellanas, que nos muestra el conocimiento del autor de la vida en el medio rural y la vuelta a casa con la joven Minervina como excusa.

Don Bernardo entra en un estado de fingida depresión tras la muerte de su esposa. Además del placer de mandar, descubre el de ser compadecido, de dar lástima. Viaja a Burgos con las carretas de la lana. Una conversación con el rico comerciante, Néstor Maluenda, gestor y almacenista de la lana castellana le da salida a su malestar. Él es el encargado de almacenar y organizar el traslado hasta el puerto de Bilbao, antes de ser embarcada rumbo al extranjero. Según su manera de pensar, un hombre no está hecho para vivir solo.

El capítulo es una completa muestra del conocimiento que el autor atesora de la estructura económica del momento. Abundan descripciones de la actividad de la pujante burguesía castellana, de una casa pudiente como la suya propia; el modo de vida de los pequeños propietarios labradores y la relación, a veces tirante, con los renteros de sus tierras. No se deja en el tintero los conflictos seculares de labradores, pastores de ovejas y propietarios de tierras dedicadas a la vid. Tampoco la problemática, aún no resuelta, del abono de la tierra y rotación de cultivos. En fin, un compendio completo del día a día de la vida en el medio rural en el que no puede faltar la relación del comportamiento humano, como si fuera una copia de las actitudes aprendidas en la niñez que se acentúan y reflejan posteriormente en épocas de autonomía personal: “Desde niño, don Bernardo Salcedo había impuesto a sus padres su voluntad. Era un muñeco autoritario que no aceptaba imposiciones de ningún tipo”.




Efectivamente, la muerte de Catalina y la llegada del niño Cipriano implican cambios en la casa de la Corredera de San Pablo. El santuario conyugal pasa a su antigua función de despacho. El niño pasa la mayor parte del tiempo con Minervina, la nodriza. El criado, Juan Dueñas, habita un chiscón junto a la cuadra de los caballos. Nada de eso implica cambio sustancial en la rutina de don Bernardo, aunque de cara al exterior se había impuesto un luto de siete días. En esta semana de derrotada pasividad descubre las mieles de ser compadecido. Con el fin de provocar compasión finge dieta estricta diurna que suple con un asalto nocturno a la alacena, a escondidas; pero que además del objetivo de comer, acentuando las pisadas, confirman su renuncia a dormir y el dolor de su vigilia. Estos paseos de autómata anquilosado, de forzados pisotones sobre el doble de madera, despertaban al pequeño en el piso de arriba. Terminaban en llanto desconsolado cuando subía a verlo o a que lo viera Minervina. El distanciamiento del padre provocaba la aproximación al niño de la madre adoptiva.

La visita diaria de su hermano Ignacio y su mujer Gabriela, con su elegancia en el vestir y sus andares, era lo único que rompía la monotonía de la casa. Don Bernardo se niega en redondo a la insinuación de que Cipriano sea criado por su cuñada. El cariño que Minervina ponía en su cuidado, suple con creces la ausencia de la madre. Bernardo se siente feliz por la preocupación que su fingido estado depresivo causa en su hermano, el brillante de la familia. Éste comprende que solo algo inesperado puede ser capaz de sacarle de la postración. Bernardo, por su lado, ya empezaba a aburrirse de su papel de viudo inconsolable. A estas alturas el juego del fingimiento y hacerse la víctima para causar lástima ya no es suficiente para llenar sus días.



 
Foto tomada de aquí

Un correo de Nestor Maluenda, comerciante de lana burgalés, anunciándole el próximo embarque en Bilbao de la flota de la lana, le saca de su ensimismamiento. Hace el viaje hasta Burgos en tres días, encabezando los tiros de ocho mulas, ganándole una jornada al viaje a costa de las mataduras en los lomos de las mulas azuzadas por su látigo y los dolores de cuerpo, no acostumbrado a los baches y vaivenes de las roderas de los caminos.

Don Bernardo Salcedo se siente cohibido ante la presencia del comerciante y la riqueza insultante de su mansión, suelos y paredes tan elegantemente revestidos que aterciopelaban las voces. Cuando le cuenta que ni la silla de partos flamenca había impedido la muerte de su esposa, Néstor le contesta que “un hombre no puede vivir sin mujer y, bien mirado, la mujer no es más que un repuesto para el hombre, una pieza de recambio. Usted debe casarse otra vez”. En vista de tanta firmeza, BS promete pensárselo, aunque sus preferencias vayan por bien ser hombre de una sola mujer. La conversación se desliza hacia las macro cifras de su boyante negocio, que le permite el lujo de lucir en sociedad un esclavo negro de buenas trazas, privilegio sólo al alcance de la aristocracia. Él promete concederle libertad a los cuarenta. Confiesa estar en disposición de hacerle un préstamo a la mismísima corona. Su riqueza avala el uso de la mujer como florero, para que su belleza vista al hombre en las reuniones sociales. (¡¡¡Vaya tela!!!, la morería que campeaba en la época).

Al regreso, su presencia hace llorar al niño. Tira los tejos a Minervina. Ignacio se alegra del efecto positivo del viaje en el estado de ánimo de su hermano.





Una semana más tarde decide ocuparse de sus negocios, en concreto, las ovejas que pastan en los Montes Torozos, desplazadas por los labradores, hortelanos y viñedos, que ocupan las tierras más cercanas a las poblaciones, en general desheredados que habitan casas de adobes con suelo de barro apelmazado. En Villanubla charla con Estacio del Valle que le informa de que el número de ovejas aumenta y que, como hoy, los pastores no le paran. La siguiente parada es la feria de Rioseco. Le sorprende la animación del lugar, en vivo contraste con la pasiva atonía del resto de pueblos del páramo. Los rebaños aumentan; pero las personas, sus empleados, sufren el paso del tiempo. Hernando Acebes, corresponsal de Torrelobatón, inhábil para el trabajo el resto de su vida, aquejado de perlesía, escasamente útil para nada,  ve pasar los días que le restan por vivir
sentado en el zaguán de su casa.

 

La primavera exultante de primeros de Mayo se manifiesta en el camino de Toro. Llega a Pedrosa. Le reciben el rentero, Benjamín y familia. Su apariencia es menor que la que su posición económica le permite, algo raro en época de ostentación. La austeridad en el vestir del rentero y familia se traslada a la casa. La única concesión al lujo es el dosel de la cama que comparte con su mujer, Lucrecia. Después de persignarase por la muerte del ama, llegan a la casa donde la mujer les da de comer y hablan de asuntos económicos, que incluyen las dificultades de los renteros incluso en año de buena cosecha. Benjamín espera que el recio vino de los pagos de  Toro haga su efecto para plantearle al amo la sustitución de los bueyes por mulos como animales de tiro en las labores del campo. Éstos son más ligeros y comen menos; pero tienen el inconveniente de que son animales de menos poder. Se enzarzan en una discusión y BS acepta probar, cambiar una yunta para observar las ventajas y desventajas antes de tomar una decisión definitiva. Surge asimismo el tema del abono de las tierras y la rotación de cultivos. Comentan que en Toro la producción ha mejorado arramando estiércol a las tierras. El problema está en la escasez de abono, el que hay se lo llevan las huertas.

La discusión con el tozudo rentero, tan firme en sus convicciones basadas en la experiencia,  agotan a BS, que casi al oscurecer se dirige a la casa de la viuda de Baruque. Muy de mañana se echa de nuevo al camino. Al galope trotón de su caballería, entra en Valladolid, casi a mediodía, por la Puerta del Campo con el donaire de Minervina, niño en brazos, en el pensamiento.



Puerta del Campo. De aquí



Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

8 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Estoy en el segundo capítulo... Intentaré leer toda la novela en el tren. ¡Qué nombres daba Delibes a sus personajes!
Nos vemos. Besotes, M.

Paco Cuesta dijo...

Don Bernardo representa la doble conducta humana: decoro y virtuosidad con su hermano y excesos con los amigos de taberna; viudo desconsolado y mantenedor de favores sexuales comprados con dinero.
Moraleja: resulta burlado por su mantenida.

Anónimo dijo...

me gusta mucho el libro del hereje

soy floren

Abejita de la Vega dijo...

Lo de pieza de repuesto no me gusta nada. Seguro que a Delibes, tan apenado por la muerte de su mujer, tampoco.
Don Bernardo se va a Burgos...tú también ¿no?

Un abrazo, nos vemos

Anónimo dijo...

Buenos días, pancho:

Te sigo en la lectura. ¡Qué antipático me cae este D. Bernardo!. ¡Tacañón, falso, hipócrita...!¡qué asco de hombre!.
¡Y qué bien escribía D. Miguel Delibes!.
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Tus fotografías, todas, estupendas. La primera, la de Las Huelgas, parece ser de autoría Vivanco. Por cierto que he localizado y reconocido la casa donde vivieron sucesivamente unos tíos míos, hermanos de mi madre.
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Estupendos todos los enlaces de Valladolid.
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¡Buen viaje a Burgos, y disfrutad, todos los paseantes de 'La acequia', de la reunión y de la comida en Ibeas de Juarros!.

Saludos. Gelu

P.D.: Estos días, pondré comentario en tus entradas anteriores.

pancho dijo...

Merche: Nos vimos y encantado de conocerte live con tu jersey azul de lentejuelas. Un abrazo y que se vayan pasando esos achaques del frío mesetario que traspasa lo huesos si no te tapas suficiente.

Paco: Exacto, no sería aceptable que una novela no se adentrara e investigara en el castigo de los pudientes; es el consuelo de los desheredados, nadie puede evitar el derecho a la denuncia. Otra cosa es que se pueda cambiar el estatus establecido.

Floren: Pues nada a releerlo, que ya me dijiste que lo habías hecho antes. En Abril, nos iremos a Pucela a reconocer los lugares que tan bien describe Delibes.

Abejita: Fuimos y vinimos en el día. La estancia supo a poco, habrá que repetirla con más calma.
Delibes refleja perfectamente la situación de la mujer en la época. Todavía se está luchando por la liberación de algunos aspectos de la mujer, sobre todo desde el punto de vista laboral.

Gelu: También a mí me gusta la prosa limpia, sin artificios de Delibes.

Debía tener un plan preciso del conjunto de ella siempre presente que seguía a rajatabla, no sobra ni falta nada.

Pienso que los enlaces y fotos pueden ayudar a ampliar conocimientos de cosas simplemente esbozadas en la novela. Sólo para el que tenga tiempo y esté interesado.

Un abrazo a todos y gracias por vuestra visita y comentario.

Anónimo dijo...

Buenas noches, de nuevo, pancho:

Estupenda la fotografía de la Puerta del Campo,... junto a la cual se encontraba la Mancebía de la Villa, donde Bernardo Salcedo no acudía desde hacía casi veinte años.
Añado los "prácticos" consejos de mi paisano burgalés, don Néstor Maluenda:
"...no tenemos derecho a cruzarnos de brazos. Aquí me tiene vuesa merced, tres matrimonios en treinta años y ninguna de las tres mujeres me negó descendencia. El comercio de la lana de Flandes está asegurado por tres generaciones.
...No hay hombres de una sola mujer, querido amigo. Eso es una falacia. Con mayor motivo hoy que tiene donde elegir. En Burgos ha habido una dote de cien mil ducados el mes pasado. Muchas grandes fortunas han comenzado así, con un matrimonio de conveniencia."
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Y sigo copiando:
"...D. Bernardo se sentía cada vez más achicado. El escaparate de don Néstor no podía ser más deslumbrante para un pobre burgués como él. La fortuna de don Néstor era comparable, quizá, con la del conde de Benavente. Y el dinero comportaba para don Bernardo una importancia singular.
...El viaje a Burgos, la velada con don Néstor Maluenda hizo mucho bien al señor Salcedo. Olvidó su negligencia, su simulación, se desembarazó, al fin, del cadáver de doña Catalina...
...subió al piso alto, en el que dormitaba Cipriano, y permaneció en pie, a los pies de la camita, mirándolo fijamente. El pequeño se despertó como de costumbre y se quedó mirando a su padre sin pestañear, asustado. Pero, en contra de lo que era previsible, don Bernardo no cambió de actitud ante su tierna mirada:
- ¿Qué estará tramando el taimado parricida?- dijo una vez más entre dientes."
Sin comentarios.

Saludos. Gelu

pancho dijo...

Gelu: Perfectamente entresacados los párrafos que definen con exactitud la catadura moral de tu paisano don Néstor.

La actitud de BS con el niño no puede ser más cruel, pero tendremos que esperar a ver cómo sigue la novela, la insistencia del autor nos parece indicar que tendrá su peso en la trama.

Gracias por tu participación tan activa.
Saludos.