lunes, 27 de mayo de 2013

Es verdad, eres mi destino





"Entonces déjame que te bese"

Los novios. 1960. Obra de Antonio López García


Aurora roja. Pío Baroja (8) 

El Mangue y el Polaca viven con la ilusión de ser toreros. El Mangue se escapa de casa con el Polaca y la Chai porque ha decidido que en modo alguno quiere trabajar de carbonero como su padre. Recorren las capeas de los pueblos en fiesta con la esperanza de que los mozos del lugar les permitan dar unos pases a  algún novillo. Al terminar el trasteo extienden el capote, cuanto más ancho mejor, para recoger las perrillas que los espectadores les tiran desde el tendido, de esa propina viven. El Gitano mata pájaros con el tirador y el Corbata confiesa que se dedica a robar, vende perros y hace de Don Tancredo en las charlotadas. 

Torerillos de Basilio Martín Patino: 



Con semejante material humano Juan se siente un poco misionero, con la obligación de llevar por buen camino a los descarriados que tienen el cementerio por alojamiento. Aspira a alejarlos de las tinieblas de la calamidad moral. Está convencido de que en el fondo de sus almas hay oro escondido, bondad que se muestra dispuesto a sacar a la luz. 

Un día un señor desconocido que se aventura a abrir un periódico radical les invita a su casa. Se sientan al fuego de un gabinete de estilo modernista, “encanto de los carpinteros y de los cursis”. Todos los presentes coinciden en que en una sociedad en quiebra todo se descompone; una revolución se hace necesaria. Todas las revoluciones son filosóficas. “Primeramente cambian las ideas; luego se modifican las costumbres, y, por último, vienen las leyes a inmovilizarlas”. -Salta un joven de barba y anteojos, de aspecto ensimismado y hablar meloso. 




 "El cielo, oscuro, gris, parecía pesar sobre la ciudad como un manto de plomo"

La pistola. 1959. Obra de Antonio López García
 

Juan aspira a aplicar el talento y el instinto guerrero que supuestamente adorna el carácter español a algo más noble que a exterminarse mutuamente. La reunión es un fracaso porque discrepan de la propuesta de una sociedad estamental, de dos categorías claramente diferenciadas: “Arriba, los sociólogos, como modernos magos, definiendo y dictando planes y reformas sociales; abajo, los trabajadores, ejecutando los planes y cumpliendo las órdenes”. Al abandonar la reunión “el cielo, oscuro, gris, parecía pesar sobre la ciudad como un manto de plomo”. 

Son escasas las personas que consiguen canalizar el miedo a actividades constructivas. El católico teme al masón porque piensa que desde “sus logias dirige toda la albañilería antirreligiosa”. El republicano sobrevalora al jesuita, lo considera “un poso de ciencia y maldad”. Imposible convencerle de que no pasa de ser un frailuco vanidoso e ignorante que se las echa de poeta y escribe versos detestables. El anarquista estima que el polizonte es un “individuo listo como un demonio”. Es frecuente que unos y otros sobrevaloren el poder del contrario, no en vano “La sociedad española es una sociedad de botarates y mequetrefes dominados por beatas”. Los polizontes siempre husmean el complot detrás de cualquier atentado anarquista. Los ácratas padecen manía persecutoria, permanentemente obsesionados por el traidor, el truchimán de la policía. 

 Silvio Fernández Trascanejo tiene mérito, siempre se las ha ingeniado para vivir sin trabajar. Es un miembro activo, asiduo participante de los corros y mentideros de la Puerta del Sol, una prolongación de esa “caterva de hidalgos de gotera, hambrones y gangueros”. Vamos, un auténtico hidalgo de recia raigambre con “casa solariega y escudo con más cuarteles que Prusia”. Barrunta que es el momento idóneo para organizar un atentado anarquista y obtener algún beneficio de la policía. 

Se pone en contacto con Juan. Convencerle es pan comido para un hampón experto en extorsiones. Le persuade de que proporcione alojamiento a Passalaqua, un anarquista que viene del extranjero cargado con una bomba en la maleta. El Libertario, que sabe latín, se huele la tostada del complot policial y se lo insinúa a Manuel, pero no hay nada que hacer, Juan es un inocente primaveras. Sin embargo, la advertencia pone en alerta a Manuel y a la Salvadora que cuenta con un sexto sentido para defender a los suyos y sospecha sobre el contenido macabro de la maleta. Bien entrada la noche llaman a Perico, el electricista, técnico desactivador de bombas que ejecuta la faena con rapidez y limpieza. Aquella maleta siniestra ahuyentó para siempre de Manuel las ideas del anarquismo violento. Aquella noche se desmoronan todas sus ideas revolucionarias. “Como si aquella máquina infernal hubiese estallado en su cerebro”. No comprende que haya alguien capaz de “sembrar la muerte entre infelices”. Manuel puede justificar la muerte en una guerra debido a la presión a que se ven sometidos los soldados por la sociedad o por la disgregación de la responsabilidad, pero nunca el fanatismo bárbaro. Manuel intenta convencer a Juan del desatino que supone matar al viejo, la mujer y el niño en nombre del derecho a la vida de los que han de vivir o,  al menos,  de que evite hacer el caldo gordo a la policía y cargarla de razones para la represión. 


 ¡Hola chico!, ¿qué tal? ¿Estás de jardinero?
El jardín de atras. 1969. Obra de Antonio López García

La novela nos ofrece a continuación un poco de relajación tras la tensión vivida en el relato de la maleta cargada de explosivos, una concesión al folletín que tanto le atraía a Pío Baroja. Roberto sorprende a Manuel trabajando de jardinero. Aparece con un regalo de boda: las escrituras de la imprenta. Antes tiene y tenemos que escuchar sus teorías liberales, ahora suavizadas porque en la anterior aparición había quedado definido como un fascista de carretón. Lo sigue siendo, pero ahora introduce el elemento novedoso del imperio de la ley inflexible, igual para todos, como la piedra angular del ordenamiento social, no al albur de cualquier cacique que haga y deshaga, ponga y disponga sobre los demás. A menudo en beneficio de unos cuantos, lo que conlleva el perjuicio del resto. Apoya el mérito, el talento y el trabajo individual de las personas, no el enchufismo y el amiguismo como sustento de la medra. 

El amor entre Manuel y la Salvadora llega a un final feliz en una de las escasas concesiones a la novela rosa de la trilogía, pero cuando pasa, sucede de verdad y lo hace con naturalidad: 

 “Te quiero, porque tengo mal gusto; te quiero así, brutito, feo, poco enérgico” – Le declara la Salvadora. 

“Entonces tengo que besarte; no hay más remedio. Te besaré con respeto; ¿no quieres? Te besaré como a una santa. ¿No te convences tampoco? Te besaré como si besara la bandera roja, ¿sabes? La Salvadora vaciló y presentó la mejilla; pero Manuel la besó en los labios”. 

"ONLY YOU CAN MAKE THIS CHANGE IN ME,
FOR IT´S TRUE, YOU ARE MY DESTINY.
WHEN YOU HOLD MY HAND,
I UNDERSTAND THE MAGIC THAT YOU DO".
The Platters 



 


Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

5 comentarios:

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Seguimos con Don Pío. Has hecho un buen trabajo de los capítulos
IV
V
VI y
VII
Qué buena gente los hermanos Alcázar, y su amigo Perico Rebolledo.
Qué bien las conversaciones de Manuel con la Salvadora. Qué bonitas las frases que has seleccionado en rojo.
El personaje Roberto me gustó desde la pensión de doña Casiana. Creo que es el que mejor se identifica con el autor.
Muy bien la selección de las obras de Antonio López. “La novia” de la pintura de 1960 siempre me recuerda a una amiga. Interesante la pintura titulada ‘La pistola’ y un canto a la llegada de la primavera, la del jardín de atrás con el frutal florido y asomando los álamos al otro lado de la tapia ya con las primeras hojillas empezando a verdear.

Dejo para otro momento los comentarios a tus entradas anteriores, pero recuerdo que los tengo pendientes de hacer.

Un abrazo

P.D.: La canción de ‘Only you’, para escucharla varias veces, en ésta, y en diferentes versiones.

Paco Cuesta dijo...

A pesar de las continuas referencias al anarquismo, Aurora roja resulta una novela conservadora
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué bien retratado está Juan, su carácter y su forma de ir y venir en las emociones. Dan ganas de arroparlo: hay ternura en Baroja, en la forma de tratarlo. Y eso que don Pío no era muy propicio para la ternura...

Abejita de la Vega dijo...

Le quiere por brutito, feo y poco enérgico. Y, por fin, un beso, ya era hora. La Salvadora le trata algo mejor que al gato.

Me he reconciliado con Baroja. Porque acabo de leer "La dama errante" y "La ciudad de la niebla". Aparece, en las dos obras, un personaje femenino muy atractivo llamado María, culta y también un poco salvadora. Y, en "El árbol de la ciencia", encontramos otra de esa condición, la pobre Lulú. No sé si Baroja soñaba con una mujer así o si conoció alguna. O si era el reflejo de su hermana o su madre.

La muerte y el entierro de Juan...son páginas de antología. Emocionantes. Espero una excelente entrada, como esta.

Besos

Myriam dijo...

jajajaja y Manuel, al fin, no perdió el tiempo... y la besó en los labios.

¿Qué hubiera sido de él si la perdía por abúlico?