sábado, 11 de mayo de 2013

Autorretrato




"Mi verso brota de manantial sereno" Antonio Machado


CAMPOS DE CASTILLA. ANTONIO MACHADO 

Solamente unos apuntes para situar la obra de Antonio Machado en su circunstancia personal e histórica. Antonio Machado Ruiz nace en Sevilla en 1875 en el seno de una familia culta. Segundo hijo del matrimonio formado por el folklorista Antonio Machado ÁlvarezAna Ruiz, ésta sobrevive tres días al Miércoles de Ceniza del veintidós del dos de 1939 en que el poeta entrega su alma y su cuerpo en Collioure (Francia). El ambiente del hogar era propicio a una educación orientada a la cultura y a la literatura. 

 La figura del abuelo, Antonio Machado Núñez, es importante porque es él quien mantiene a la familia. En 1883 se trasladan todos a Madrid tras la estela del abuelo catedrático. Allí entra en la Institución Libre de Enseñanza que le influye en su orientación cultural y educativa y a cuyos profesores siempre recordará, sobre todo a don Francisco Giner de los Ríos. 

La muerte de su padre y de su abuelo en 1893 y 1895 obliga a los hermanos Machado, Manuel y Antonio, a trabajar para contribuir en la diezmada economía familiar que tal desgracia provoca. De esta fecha, 1893, datan sus primeras colaboraciones literarias en prosa – sus poemas iniciales no aparecen hasta 1901. Su primer viaje a París es en 1899, los dos hermanos trabajan durante varios meses en la editorial Garnier. En 1902 vuelve a la capital francesa y conoce a Rubén Darío con el que traba una gran amistad y le guía en su amanecer a la poesía. De 1907 a 1912 ocupa la plaza de catedrático de francés en el instituto de Soria. Conoce a Leonor con trece años y se casan dos años más tarde, en 1909. Leonor Izquierdo fallece en 1912 a los dieciocho recién cumplidos tras penosa enfermedad, después de una tercera estancia en París durante el año 1911, becado por la Junta de Ampliación de Estudios, que la enfermedad de ella acorta. La época soriana de cinco años siempre será recordada por el poeta como la más feliz de su vida. 

De 1912 a 1919 trabaja en Baeza. En Segovia, hasta 1932, donde colabora con la Universidad Popular y de nuevo Madrid hasta finales del 36 en que el ejército republicano lo instala en Valencia. En abril del 38 pasa a Barcelona y en Enero del 39,  junto a su madre, su hermano José y su cuñada emprenden el camino hacia el exilio francés bien ligero de equipaje. 

Campos de Castilla aparece en la primavera de 1912. Constituye un éxito ya desde el primer momento de su gestación, buena prueba de ello es que recibiera por adelantado trescientas pesetas y que la tirada de la primera edición fuera de dos mil trescientos ejemplares. Ya quisieran los poetas actuales estar en unas condiciones similares. 



En el Patio de la Giralda de Sevilla madura el  limonero.


El poema Retrato ve la luz por vez primera el uno de febrero de 1908 en el diario El Liberal. Por lo tanto el autor es un hombre maduro de treinta y tres años, la edad de Cristo, hace recuento de su vida hasta ese momento y presagia su final. Está instalado en Soria, tiene trabajo estable por vez primera en el Instituto y hace unos meses que siente las mariposas del amor revolotear en sus entrañas. A la fuerza su estado emocional tiene que influir en el poema. Retrato honra, se ajusta como anillo al dedo al contenido del poema. Además de retratar su vida con poesía plena de decideras imágenes literarias, el poeta describe su apariencia física y su personalidad, defiende su concepto de poesía y los poetas. Expresa su respeto a las rutinas, a cumplir con el trabajo que libera y la serenidad del que afronta el final de los finales porque nada debe ni a él le es debido. 

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, 
y un huerto claro donde madura el limonero; 
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; 
mi historia, algunos casos que recordar no quiero. 

El cuarteto de versos alejandrinos que pone en suerte el poema (catorce sílabas de rima consonante) es un modelo de sencillez de bronce, serenidad cincelada a conciencia porque los primeros versos de todo poema son la carta de presentación, la declaración de intenciones de lo que luego vendrá, y porque son tan puros que parecen salidos de la nada. Imposible abarcar tanto significado con tan pocas palabras. El resumen de todo lo vivido concentrado en cuatro versos que huyen del discurso impostado, versos exentos de cualquier atisbo de retórica afectación, pero cargados de ritmo, de duende andaluz, cadencia y compás. La coordenada espacial bien definida en esa rima tan brillante, puro contraste de tantos sentidos, entre Sevilla y Castilla. Identifica Castilla con Madrid en un tiempo en que la capital del reino pertenecía a Castilla la Nueva. El tiempo hilvanado entre la niñez en una casa noble de vieja raigambre sevillana (dotada de patio y huerto, por supuesto), la juventud alocada de la bohemia madrileña y el misterio de lo que se deja escondido en un rincón del desván de los recuerdos, que nos empuja a descubrirlo. 




Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
 —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, 
más recibí la flecha que me asignó Cupido, 
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. 

Confiesa que nada tiene en común con la tradición literaria de los malditos donjuanes. Nada que ver con el seductor de vida disoluta, luego arrepentido, don Miguel de Mañara,  ni tampoco con el “feo católico y sentimental”, Marqués de Bradomín. Amó a las mujeres que se dejaron amar. La mirada del poeta no se detiene en banalidades, va más allá de su aspecto astroso y descuidado. “Cenicienta” lo motejaban los alumnos por tener las cenizas del cigarro salpicadas por la ropa. 

De la personalidad de su padre, "Demófilo", amigo de Joaquín Costa“folklorista liberal, anticlerical, francmasón, determinista y abogado excomulgado” (Alejandro Bermúdez Vivas),  recibió en herencia su carácter rebelde, esas gotas de sangre jacobina que le cerraron tantos caminos profesionales y obligó a la familia a mudarse de residencia y a afrontar periodos de penurias económicas. Aunque conoce su doctrina, no es sectario, tampoco doctrinario, sabe debatir: defiende lo suyo y respeta al oponente. Huye de esos hombres de cabeza mediana que embisten contra todo aquello que no les cabe en la cabeza. Con su limpio compromiso a favor de la República, a favor de la democracia, pasó a la historia como un ejemplo de decencia, de buena gente: 

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, 
pero mi verso brota de manantial sereno; 
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, 
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. 



"¿Soy clásico o romántico? No sé"
Monumento a Bécquer en el Parque de María Luisa de Sevilla.

En las tres estrofas siguientes define su concepto de poesía. Sus estudios de francés, dos estancias en París, la amistad con Darío y el estilo de su propio hermano Manuel le han orientado hacia el Modernismo y las corrientes francesas del momento, el Simbolismo, basadas en la aparente sencillez que requiere versos más depurados y limpios. A través de la enseñanza de los mejores maestros encuentra su propia personalidad, su voz poética que se afirma en la pausa:  “A distinguir me paro las voces de los ecos”. Su espíritu tembloroso de rebeldía le guía a desvelar su misterio a la luz del día, le desvía del coro de grillos, gente lunera, que esperan la anochecida para entonar el canto viejo y repetido, molesto y sin gracia como el monótono crack, crack del cascanueces. 

Su herencia es un verso suelto que desentona en los caminos trillados de la poesía. El futuro no existe para el poeta si no es en el verso limpio, trabajado de desnudez que abre nuevas veredas. Le aterra el olvido. Su esperanza de salvación son los versos que le recuerden, como se recuerda la mano que blandió la espada y no la fragua, ni el herrero que la forjara. 

[…]Dejar quisiera 
 mi verso, como deja el capitán su espada: 
 famosa por la mano viril que la blandiera, 
no por el docto oficio del forjador preciada. 

Su poesía surge del diálogo de tú a tú con su otro yo, al arrimo de la lucha de caínes y abeles, de la eterna tensión interior de demonios y arcángeles disecados que nos asalta en cada revuelta. El poeta agradece a la voz interior el camino recto, la llave que abre de par en par la puerta grande del secreto de la bondad y canda el odio para siempre a la “sombra de Caín”. 

Converso con el hombre que siempre va conmigo 
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—; 
mi soliloquio es plática con ese buen amigo 
que me enseñó el secreto de la filantropía. 

Sus escritos han sido fruto de la meditación, de la coherencia y compromiso con la vida. Agradece el trabajo que la dignifica, que te viste y  procura manutención y alojamiento. El poeta puede morir tranquilo, ligero de equipaje como mueren los poetas que nada deben y todo son debido porque legan sus versos, la tierra labrada lista para fructificar en vates y trovadores de generaciones posteriores. También en los poetas y cantautores de la Democracia que descubrieron en su compromiso y fidelidad con la legalidad un símbolo. Convirtieron sus imágenes poéticas en verso claro de un futuro mejor. 

Machado pasa a tinta indeleble su poesía, su retrato interior, las palabras que brotan de su manantial sonoro que no terminan con el último viaje del poeta, sino que acompañan a los vivos. De sus labios salieron dos palabras el día en que la muerte ganó definitivamente la partida,  ya perdida de antemano, apenas un mes después de abandonar España: “Adiós, madre” y en su bolsillo un verso: “Estos día azules y este sol de la infancia”, que hace del futuro que se agota un bucle, un regreso al asombro, al alba de las primeras claridades. 


Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

7 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Me fascina la música del sincero "Retrato", la de Machado, ¿eh?, no la de Serrat. La de Serrat también pero es otra cosa...perdona Joan Manuel.

Excelente entrada sobre esa música que brota de manantial sereno y que se cuela para siempre dentro de nosotros.

Besos, Pancho.

Merche Pallarés dijo...

¡Chapeau, Pancho! Has hecho un recorrido fantástico de la vida y obras del gran Antonio Machado. Me ha encantado. Besotes, M.

Paco Cuesta dijo...

Amigo Pancho. Es un auténtico tratado para sumergirse en la obra con Retrato en la mano.
Un abrazo

Anónimo dijo...

It's going to be ending of mine day, but before finish I am reading this impressive paragraph to increase my experience.

Also visit my website; Measurement

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente análisis y contextualización biográfica. Tienes razón en todo lo que dices de su biografía. La excelencia de Machado tarda en madurar... pero ¡cuándo lo hace!

Ele Bergón dijo...

Soy un poco reacia a dejarme llevar por el análisis que se hace de un poema, pues prefiero sentirlo y con eso me basta, pero esta vez y por ser tú, lo he leído hasta el final y reconozco que amplia la visión de este conocido poema de D. Antonio. Tus alumnos deben estar encantados contigo. El análisis es sencillo, certero y lleno de matices como es la propia poesía de Antonio Machado.

Un abrazo

Luz

Myriam dijo...

Aquí he estado disfrutando tu entrada e instruyéndome con sus datos biográficos y tu elaborado análisis.

¿Sabes? he estado en Sevilla y en Colloure y ambos sitios me han recordado profundamente a Machado.

Besos