Minervina se convierte en ese oscuro objeto de deseo.
MIGUEL DELIBES. EL HEREJE
CAPÍTULO III
Valladolid de vuelta, de nuevo en casa, tras las dos semanas de visita al páramo en el que pastan sus ovejas y la continuación a Pedrosa para tratar los asuntos propios de sus posesiones con el rentero, Bernardo Salcedo se ve atrapado por la seguridad que otorga la repetición diaria de la misma actividad. Vuelve a tomar las riendas de su negocio en la judería. Sus empleados, Dionisio Manrique y el galopín Federico, mudo de nacimiento, se alegran de su vuelta al trabajo. Testigos del nuevo brío que la presencia del jefe impone, observan con agrado la revitalización del negocio, después de meses de ausencia en los que temieron que el negocio se fuera a pique; ellos mismos llenos de bubas, echados a pedir a la calle, rodeados de pordioseros por el fracaso de la empresa. Hasta Atila, el feroz mastín que guarda el almacén, cumple con su trabajo de vigilancia con energías renovadas.Bernardo valora el trabajo de Dionisio Manrique como operario de usos múltiples; lo mismo descarga los sacos de lana, que lleva una reata cargada de pieles hasta Segovia por los pasos de la sierra sólo por él conocidos.
La actividad propia de los primeros días del verano y una sangría que le practica el barbero, Gaspar Laguna, le terminan de restablecer. A las doce abandona el almacén para dirigirse a la calle Orates donde le esperan los amigotes en la taberna de Dámaso Garabito para dar buena cuenta de las cubas nuevas de blanco de Rueda y La Seca. Siempre atentos a la ramita verde que indica cuba de vino nuevo. Destaca con nombre propio la escena de la taberna entre Teófilo Roldán, labrador de Tudela de Duero y don BS, ya con la inteligencia nublada por más de cuatro vasos. La conversación se desliza por los asuntos que han preocupado a los labradores fuertes de todos los sitios y su relación con los renteros. Éstos llevan las tierras del amo por el tercio de la producción, mucho en Tudela, pero escaso en Pedroso donde la tierra es menos generosa. La descripción que hace el autor de la secular tirantez entre amo y rentero revela un profundo conocimiento de la vida en los pueblos agrícolas castellanos y de las labores del campo. En otras zonas existía desde tiempo inmemorial la figura del mediero; labrador que llevaba las tierras de otro por la mitad de la producción, que nunca permitía salir de pobre en una economía de supervivencia. Sobrevivir era el objetivo. Magnífico ejemplo de lo agotador que podían llegar a ser las conversaciones con un rentero reivindicativo, con pocas ideas en la cabeza; pero con la firmeza y hondura que dan las cosas aprendidas a fuerza de sudores en trabajos de sol a sol.
A las dos se retira a casa. Come mientras hace oídos sordos a la conversación de Modesta que usualmente versa sobre los progresos del niño. El interés por su hijo no traspasa la curiosidad de un zoólogo. Una visita semanal es suficiente para satisfacerla. Lo que realmente le atrae del ajetreo del piso de arriba es Minervina a la que trataba de sorprender dándole el pecho al pequeño Cipriano. Su belleza y armonía le hacen revisar la afirmación a Néstor Maluenda: “Él no era hombre de una sola mujer, sino de una sola esposa.” Su afición creciente a la taberna de Garabito aumenta en relación directa a la imagen del pecho desnudo de la nodriza que le asalta a medida que los vapores del vino se desvanecen.
De nada le sirven las confidencias con su hermano que le aconseja hablar con Fray Hernando para que le ayude a encontrar otra esposa, algo que no entra en una cabeza que sólo pide que alguien medie ante Minervina para que ella acceda a “poder desahogar con él sus apremios carnales”, tras vanos intentos fallidos por su parte.
Una tarde, a los nueve meses de nacer CS, los gritos de alegría de Modesta y Blasa, que como mialmas seguían por el pasillo los primeros pasos de CS, despiertan a su padre de la siesta, que lejos de compartir la alegría, reprende a Minervina por permitirle andar a edad tan tierna, considerando que a los nueve meses los huesos del niño son como gelatina, con riesgo de quedarse curvados para siempre. Esto provoca lágrimas en la joven y un raro placer en BS, “como si fustigara con un látigo la espalda desnuda de la muchacha”. A partir de ese día resulta imposible recluir al niño en su cunita, ya campeaba solo.
Una noche, armado del valor que da la riqueza mal entendida, la que atropella la dignidad de lo único que posee el pobre, sube al cuarto de Minervina que mordiendo las palabras le rechaza: “Vá-ya-se-de-a-quí.”, al tiempo que le amenaza con marcharse, desaparecer de la casa si vuelve a poner los pies en la habitación. Con las orejas gachas sale del cuarto avergonzado, sin alcanzar a descifrar por qué una chica de quince lo humilla de aquella manera.
Antiguo cartel norteamericano animando a hacerse análisis de sangre para detectar contagios por sífilis.
El apremio lúbrico lo lleva a la casa de mancebía por la mañana. Allí no hace otra cosa que charlar con Candelas, atemorizado por la posibilidad de la sífilis que hacía estragos en las gentes en forma de incordios, landres y bubas. Deja un ducado como pago por los servicios de escucha y se marcha a casa. Al día siguiente, charla con Dionisio Manrique acerca de la enfermedad asquerosa. Le informa de que algo se hace en pos de su curación. El tratamiento de la cura de calor y dieta sobria durante treinta días trae consigo la desaparición de las bubas. Lo que BS busca es respuesta al reconcomio que le absorbe: ¿Cómo desahogar mis apetencias sin riesgo? Como si el dinero tuviera la obligación de preservar la salud sin riesgo. Dionisio piensa que para eso la única solución es hacerlo con una que no lo haya hecho nunca antes; con una virgen. Le pone en contacto con la ponedora María de las Casas, especie de alcahueta que busca chicas para los pudientes.
Como si de una compraventa de ganado en la feria se tratara, entran en trato sobre diferentes jóvenes que ella conoce de pueblos del páramo. Al final alcanzan un acuerdo sobre Petra Gregoria de dieciséis años, vecina de Castrodeza a la que aloja en una casa en Valladolid, recién arreglada para ella. Sorprendida por un cambio de hábitat tan repentino, tiene que aprender todo de la vida en la ciudad. Le recomienda guardar discreción y aseo porque vive rodeada de gente y porque los olores rurales no contribuyen precisamente a subir la libido.
Ella siente melancólica tristeza, la morriña del pueblo. Una vecina de Portillo, el pueblo lindero, ayuda a que la nostalgia se vaya diluyendo. El argumento definitivo para que Petra cambie de actitud son los cinco ducados que BS le da para que se compre ropa y se adecente. La experiencia de BS, ganada en el trato con las mujeres durante sus años mozos, hace el resto, lo suficiente para que ella se deje arrastrar por el mismo deseo carnal del que la ha traído a Valladolid y le entregue la flor de su secreto.
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
7 comentarios:
Ay, Panchito, no tengo tiempo de nada, en éste tercer capitulo no llegué a la parte de Petra Gregoria... Besotes, M.
Una de las cosas más asombrosas de este libro es cómo teje, con naturalidad, un panorama socio-económico de los lugares en los que se mueve el protagonista. Delibes lo conocía muy bien en persona. Y se nota.
El abuso que recibía Minervina por parte de don Bernardo y que ella no podía denunciar destaca un contravalor en don Bernardo y la virtud de la muchacha ante el acoso en clara oposición a la permisividad de Petra Gregorio.
Voy a intentar engancharme tambien a esta lectura, querido Pancho: espero que el (poco) tiempo de que dispongo me deje.
Un abrazo enorme.
Buenas noches, Pancho:
Primero agradecer tu elección de este libro que no tenía intención de leer.
Miguel Delibes desde la primera frase, nos sitúa en la época y casi podemos poner rostro a los personajes, como si se tratase de una buena película, que seguro en su momento hará algún buen director de cine, pues hay material suficiente.
Estupendo tu resumen, en el que has sacado toda la substancia a este capítulo tercero, y hacérnoslo más fácil con los enlaces que has añadido tan acertadamente.
"...¿Qué hubieran pensado su hermano Ignacio y Don Néstor Maluenda si le hubieran visto humillándose ante una criada de quince años?.
...Había decidido visitar la Mancebía de la Villa, junto a la Puerta del Campo, donde no acudía desde hacía casi veinte años. Es una buena acción, se dijo para justificarse. La Mancebía de la Villa dependía de la Cofradía de la Concepción y la Consolación y, con sus beneficios, se mantenían pequeños hospitales y se socorría a los pobres y enfermos de la villa. Si una mancebía sirve para esos fines lo que se haga dentro de ella tiene que ser santo, se dijo.
...Camino de su casa pensó en Dionisio, Dionisio Manrique, el factótum del almacén. Manrique era soltero, festivo y rijoso. Aunque religioso, arrastraba fama de putañero, de dedicar sus ocios a la lubricidad.
...Y Salcedo era para Manrique un hombre recto, encarnación de las buenas costumbres, comedido en el ejercicio de su autoridad.
...Tres días más tarde se presentó en el almacén María de las Casas, la ponedora más laboriosa del Páramo.
...acordó con María de las Casas que dedicaría una semana a amueblar el piso y, a la siguiente subiría a por la Petra.
...la muchacha reconociera tener dieciocho años.
...debes comprarte una saya nueva, bellos jubones y un hábito con gorguera transparente; también sortijas, pulseras, collares, que adornen tu bonito cuerpo, dijo.
...A fin de cuentas, la Petra Gregorio era como todas las mujeres, pensó don Bernardo.
...Esperó un rato antes de quitarle la ropa interior. La trataba como a una niña y a sí mismo se llamaba taita...
...le preguntó si era la primera vez que se metía en la cama con un hombre, la Petra Gregorio quedamente le respondió que sí."
Saludos. Gelu
P.D.: Voy a añadir -en el capítulo segundo- algo sobre el comerciante burgalés, al que tanto admiraba Bernardo Salcedo
Las mujeres eran sólo objetos, pero aún así Minervina representa lo contrario que Petra. Cipriano recibirá de Minervina mucho más que leche.
Abrazos
Merche: Eso está bien, responder al periodo de júbilo con más actividad que antes. No hay prisa, cada uno puede leer al ritmo que mejor le venga.
Pedro: Cierto que se nota el conocimiento del campo y de la provincia. Su maestría a la hora de trazar el armazón de la novela se nos revela a cada paso.
Paco: Los dos personajes están muy bien definidos. Contrapuestos en cuanto a sus valores.
Cornelius: Aquí estaremos hasta donde queramos y nos llegue el tiempo.
Gelu: No podía ser que pasara el tiempo tan deprisa sin leerlo. También lo tenía marcado para leerlo desde que salió y no le había tocado hasta ahora.
Bien seleccionadas las citas con más sustancia del capítulo.
Abejita: Dentro del rol que las mujeres tenían en aquella sociedad tan desigual, Minervina representa la resistencia moral de la clase trabajadora contra los privilegios de la nobleza y burguesía incipiente.
Un abrazo y gracias por vuestros comentarios y visitas.
Publicar un comentario