Prólogo (segunda parte)
Se dirige en este prólogo a sus lectores, con una variable: el desocupado lector del comienzo del prólogo de la primera parte se torna en lector ilustre o tal vez plebeyo, siendo consciente el autor de que estos últimos son más oyentes que leyentes. Utiliza al lector para que haga de portavoz y le cuente al escondido del sobrenombre todo lo que a continuación se cuenta.
Comienza muy comedido C su discurso contra el advenedizo continuador de su novela. Hace un amago de castigarlo con el látigo de la indiferencia, siguiendo el viejo dicho: “No hay mayor desprecio que no hacer aprecio”. Sin embargo, no puede tolerar que lo tilde de viejo y manco. Avellaneda debía conocerle perfectamente, le ataca donde más le duele, desprecia aquello de lo que él más orgulloso estaba. Había sido capaz de dar esquinazo al tío de la guadaña, lo cual le permite ahora defenderse atacando. Algo que la mayoría de sus coetáneos no pueden permitirse, ya las malvas hicieron su trabajo, por eso afirma: “No se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años.” les deja un recado con mucha intención a los que, atropellando, no respetan las jerarquías, a los que quieren ser cocinero antes que fraile.
Me da la impresión de que a C le molesta más el hecho de que sea una persona anónima la que escribe la segunda parte del Q que el hecho del plagio. Aparte del misterio que encierra, hace volar la imaginación, como lo ha hecho hasta ahora con millones de lectores que ha tenido la obra en estos cuatrocientos años. Al fin y al cabo nos da a entender que ese seudónimo "Avellaneda"no busca reconocimiento. Cuestión que ha provocado ríos de tinta, ayudada sin duda, por la muerte de C sólo seis meses después de escribir el prólogo.
Nos anuncia el autor un DQ “dilatado”, más profundo y extenso que en la primera parte y llegado a su final, para que a nadie se le ocurra otra vez “levantarle nuevos testimonios” pues “lo poco agrada, lo mucho empalaga”.
Aunque parezca que se le olvida, termina el prólogo al lector anunciándonos el Persiles y la segunda parte de La Galatea.
Como el Duque de Béjar no le debió de hacer mucho caso después de la dedicatoria del 1605, cambia ahora de destinatario noble rebajando la categoría nobiliaria a Conde. En la dedicatoria al Conde de Lemos hace alusión a una anterior donde además de dedicarle las “ocho comedias” se compromete a la próxima salida de DQ, compromiso que ahora cumple de manera un tanto precipitada porque “es mucha la priesa que de infinitas partes me dan a que le envíe para quitar el hámago y la nausea que ha causado otro don Quijote […]”
Por primera vez hace referencia a su estado económico, rayano en la indigencia, sin posibilidad de recuperación debido a su avanzada edad y achacosa salud. Así lo señala: “No estoy ya en salud para ponerme en tal largo viaje […] estoy muy sin dineros”.
Antes del prólogo propiamente dicho hay una tasa que le ponen al libro. Resulta que el papel y los naipes eran una importante fuente de ingresos para la corona. Interesante saber que el impuesto lo ponían por pliegos de impresión: “Tamaño básico de papel del cual se parte para tomar las medidas o cortes menores. El tamaño del pliego es diferente en Europa y en América; en nuestro medio es de 70 x 100cm generalmente”. La cantidad que se tenía que pagar en tasas por El Quijote (2ª parte) correspondía al salario de dos semanas de un maestro artesano; Lo cual suponía , lógicamente, un precio prohibitivo para las clases populares.
En una aprobación posterior del Licenciado Márquez Torres, capellán del Cardenal Arzobispo de Toledo hace una descripción muy esclarecedora del autor: “viejo soldado, hidalgo y pobre” en respuesta a unos franceses que se interesaron por C. a lo que uno de ellos exclamó ¿ A tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público? Otro de ellos añadió “Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo el pobre, haga rico a todo el mundo.”
7 comentarios:
Como siempre, querido Pancho, ya había leido tu comentario en el blog de Pedro. Me entusiasma los detalles en los que te fijas por ejemplo las tasas sobre los pliegos de impresión. Muy curioso. Ahora, lo que me ha dejado de piedra es que Cervan escribió su segunda parte ¿¿en solo seis meses?? Alucino. Besotes, M.
Magnífico comentario el tuyo. Y muy bien visto lo del cambio de mecenas, por supuesto. El lunes hablo de las cuestiones de las aprobaciones y tasas que tan bien trabajas en tu entrada.
Muy buena aportación , mirándo las ediciones que tengo de El Quijote, me encontré con una en la que además del prologo y la dedicatoria al de Lemos, incluye:
- La tasa.
-Fe de erratas.
-Tres aprobaciones de la obra.
- Un privilegio...
La edición en concreto es la de Círculo de lectores, presentada y con prologo de Francisco Rico.
Un saludo
Merche: Durante esta lectura del Q ha salido varias veces que el precio de los libros en la época era prohibitivo para la mayoría de la población. Sin embargo, era ésta la primera referencia concreta que, al menos yo, he encontrado de su precio. lo demás es hacer una regla de tres, después de buscar por Internet el salario de alguien a principios del XVII. Me parece imposible escribir la segunda parte en sólo seis meses, a no ser que tuviera a varios escribiendo para él, cosa poco probable con la ruina que tenía encima.
Pedro: Eso de magnífico suena a música celestial, parece que me adelanté con lo de los privilegios y tasas, esperamos tu comentario. Importante función desempeñaron estos mecenas. Sin su ayuda a los autores no habrían visto la luz muchas obras.
Tucci: La mía también es como tu dices, una edición baratita en dos tomos que hicieron con ocasión del centenario. La compré en el Carrefour por un Euro, o algo así. Que no nos oiga Aguilera que no le gustan los libros de los supermercados.
Encantado de vuestra visita y comentario, un abrazo a los tres.
Interesantísimo tu comentario, lo de los pliegos, los impuestos, las anécdotas...
Cervantes, siendo pobre, nos enriqueció a todos.Los sapos que se tragaría para sobrevivir, besamanos, besapiés...del de Béjar al de Lemos.
¡Bien por el Quijote del súper!
Abrazos
jajaja, ah bribones malandrines, con que comprando libros en el Carrefour por un euro!! y contándolo a mis espaldas jajaja.
Hace poco compré yo uno de Borges y otro de Chesterton: me quedé extrañado de encontrarlos allí con toda la "basurilla" de esotéricos, templarios, sabanosanteros etc.
Me fijé, como tú, en el detalle de que ahora no trata al lector de desocupado; ¿pero quienes si no podrían tener tiempo y dineros para poder costeárselo?.
Menos mal que el Avellaneda sacó su Quijote, en caso contrario Cervantes no se hubiera apresurado a concluir el suyo; y nos deja más tiraos que una colilla.
Por cierto, que la edición que leo es también la del 4º centenario con notas de F. Rico. Pero lo compré en Librería (de curso legal).
Saludos revulsivos y laterales (que no es na malo)
Abejita: Este país siempre tan reacio a permitir que alguien viva sólo de la literatura.
Aguilera: Dentro de poco ya ni librerías ni super, todos a comprar el kindle ese para leer. Otro problema que se avecina. Después de la música, el cine, el periódico y revistas le toca el turno a los libros. Internet es un monstruo que todo lo trasforma, veremos si también lo destruye.
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