La entrada de ayer de La Acequia se titulaba “Lazarillo”. Agarrando el rábano por las hojas, que se conoce que es por donde no se deben agarrar, enseguida pensé en la polémica que estos días anda por aquí (Salamanca) con relación a la aceña donde se nos dice que nació Lázaro: “Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tome González y de Antonia Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tome el sobrenombre, y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenia cargo de proveer una molienda de una aceña, que esta ribera de aquel río, en la cual fue molinero mas de quince anos; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomole el parto y parióme allí: de manera que con verdad puedo decir nacido en el río…”.
Pesquera, objeto de disputa
Que no me vengan diciendo que Lázaro es un personaje de ficción; eso ya lo sé. Lo que molesta es la carrera destructora que ha tomado esta ciudad, últimamente. Síntoma de que algo estamos haciendo mal. Fracaso colectivo de toda la sociedad, porque no hemos sabido convencer de la necesidad de preservar el patrimonio. Cosa que hicieron mejor nuestros antepasados, al menos en esta ciudad. Si hace un par de años la víctima era el Gran Hotel , ahora es el Teatro Bretón. Ya tienen previsto agujerear la Plaza de los Bandos para hacer un aparcamiento y - para terminar de esgarrumbar lo que aún sigue en pie, se nos anuncia que la aceña donde el anónimo autor nos dice que nació el Lazarillo, va a correr la misma suerte. En esta ciudad a algunos le ha dado por la molicie; en el sentido de destrucción que tenía la palabra en el XVI que no se ha conservado tan bien (cumpliendo la misma función de desviar el agua al molino) como la aceña de Tejares, que ya existía en el S XV.
No muchos interesados por la literatura
Ayer se celebró un modesto acto literario junto a la pesquera que quieren hacer desaparecer. Gente de la cultura y políticos, de distinto signo al partido que parece eternizarse al mando, leyeron un trozo de Lazarillo cada uno. Éramos unos cincuenta, pero representábamos a cincuenta mil que estamos hasta los pelos de tanto demolition man que nos aflige. Sólo les pedimos a los responsables que dejen las cosas como ya estaban hace quinientos años. Además es más barato. Si los que nos precedieron hubieran hecho lo mismo que se está haciendo en esta ciudad a ritmo febril, dudo mucho que se hubieran conservado algunos de los edificios más emblemáticos que la adornan.
4 comentarios:
¡No a la demolición de una aceña tan histórica y literaria!
Un saludo, Pancho
Pancho, ésto está pasando en toda España--especialmente donde reina el PP. Una vergüenza.
Veo que usas vocabulario lumbraleño (¿?) con eso de "esgarrumbar". Me ha gustado. Besotes, M.
Estamos destruyendo el pasado para crear el no-lugar: un parque temático en el que nadie se reconoce, todo es superficial y algunos se enriquecen.
Bien tomado el rábano.
Abejita: Creo que la mayoría de la gente está en contra de que se destruya, pero pocos son los que levantan la voz, sólo se lamentan cuando no hay solución.
Merche: Es el tipo de habla que primero aprendes y nunca se olvida. Hay que usarlo sin miedo, es la única manera de que estas palabras no caigan en el olvido.
Pedro: Usé la expresión del rábano queriendo significar "tergiversar las cosas". No te referirías al Lazarillo de Tormes, ¿verdad?
Totalmente de acuerdo en lo que dices.
Muchas gracias a los tres por vuestra visita y comentario.
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