Hoy. Invierno
Hoy. Verano
Ayer. 1991
Antier.
La comparación de las imágenes desde el Puente Romano separadas por el tiempo nos permite comprobar la desaparición del Barrio de Santiago, integrado por un conjunto de casas a la vera del río, a unos pasos de la Iglesia del mismo nombre, único edificio que se conserva en la actualidad. Quizás no sea la perspectiva más conocida de la ciudad, pero es la que mejor representa la visión de los viajeros antiguos, al ser ésta la primera que tenían de Salamanca tras cruzar el único puente sobre el río Tormes. Otro día hablaremos de la historia del toro de piedra junto al puente.
Ramón Mesonero Romanos, de padre salmantino, recuerda en el capítulo siete de su libro:
"Memorias de un Setentón, natural y vecino de Madrid", un viaje que hizo de niño a Salamanca en 1813, justo un año después de la Batalla de Arapiles:
“Desde los primeros arrullos que escuché de sus labios cuando me dormía en sus brazos, a los sencillos y animados ecos de las canciones de la tierra:
o la popular de las habas verdes:
hasta los cuentos, refranes a idiotismos locales con que amenizaba sus narraciones; desde los sabrosos frutos de aquella feraz comarca, que abundaban en nuestra mesa, hasta el traje de charro con que gustaba adornar las infantiles personas de sus hijos de uno y otro sexo; desde los muebles, estampas y demás objetos que adornaban la casa, hasta la secular escribanía, obra de uno de los famosos artífices salamanquinos, y marcada con el Toro y la Puente, armas de la ciudad -que es la misma que conservo y que he usado toda mi vida-, todo conspiraba a crearnos en la imaginación una segunda naturaleza, un verdadero entusiasmo salmantino”[…].
"Memorias de un Setentón, natural y vecino de Madrid", un viaje que hizo de niño a Salamanca en 1813, justo un año después de la Batalla de Arapiles:
“Desde los primeros arrullos que escuché de sus labios cuando me dormía en sus brazos, a los sencillos y animados ecos de las canciones de la tierra:
«Torito de la Puente
déjame pasar
que tengo mis amores
en el arrabal»
déjame pasar
que tengo mis amores
en el arrabal»
o la popular de las habas verdes:
«Ayer me dijiste que hoy
hoy me dices que mañana», etc.-,
hoy me dices que mañana», etc.-,
hasta los cuentos, refranes a idiotismos locales con que amenizaba sus narraciones; desde los sabrosos frutos de aquella feraz comarca, que abundaban en nuestra mesa, hasta el traje de charro con que gustaba adornar las infantiles personas de sus hijos de uno y otro sexo; desde los muebles, estampas y demás objetos que adornaban la casa, hasta la secular escribanía, obra de uno de los famosos artífices salamanquinos, y marcada con el Toro y la Puente, armas de la ciudad -que es la misma que conservo y que he usado toda mi vida-, todo conspiraba a crearnos en la imaginación una segunda naturaleza, un verdadero entusiasmo salmantino”[…].
8 comentarios:
el crecimiento, amigo...que a veces no respeta ni el pelo...un abrazo
A mi me pasa que a veces no reconozco mi ciudad.
Besos
Me ha gustado eso de "antier". De Lumbrales, supongo :) Menudo cambio desde esa foto a hoy en día... Besotes, M.
y fíjate que no conocía la palabra Antier, la ví por primera vez en tu blog.
bqñs,
Las Memorias de un Setentón, como casi todo lo que escribió Mesonero, es lectura obligada para quien quiera disfrutar de una prosa que atrapa.
Qué hermosa es Salamanca. Me gusta ir al puente romano y fingir que entro por él como se hacía antes.
Decíamos antier...
Los cambios cambian y no siempre para bien.
Besos
El puente es mudo testigo de las inevitables transformaciones
Casi nunca te hago comentarios a estas entradas de Salamanca, pero he de decirte que me parecen muy interesantes tanto por las fotos como los textos de los autores. Es una buena forma de ir conociendo Salamanca fuera de los circuitos turísticos
Un abrazo
Luz
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