martes, 2 de diciembre de 2025

Luces de bohemia (5). Valle-Inclán. Nunca le cobró.

 



¡Santísimo Señor! ¡Esto no lo dimana la bebida! ¡La muerte talmente representa!

Luces de bohemia (5) 
Valle-Inclán 

Escena décima 
¿Qué hacer después de haber comido, bebido y de haber escuchado a Rubén Darío? No parece mal plan sumergirse en el ambiente nocturno de la ciudad, pasear sin rumbo ni dirección a la sombra de la luna lunera por una calle ancha con jardines. Dos mujeres de la vida alegre, una vieja y otra joven, se ofrecen por tanto y la cama. Max les regala un habano, la Lunares se lo guardará para el Rey de Portugal, así nos enteramos que el antiguo conocido no es trigo limpio, es el chulo que las castiga. La Vieja Pintada prefiere regalárselo al inspector de la Higiene para que haga la vista gorda en el reconocimiento semanal y no la saque de la calle que es su sustento. 

Max se empareja con la Lunares que intenta camelarlo, (hace apenas tres años que la visita el nuncio), el ciego le pide que lo lleve a un banco a esperar que don Latino termine con la Vieja Pintada, pero que no se haga ilusiones: “Yo guardo el pan de higos para el gachó que me sepa camelar”. Max la escucha, la entiende, para cuando la llama ninfa y le dice que se gana la vida honradamente, ya la tiene en el bote. Ella sabe que es poeta por la melena larga como de nazareno que le adorna su cabeza de Hermes

Valle pone en escena la relación que hay entre la bohemia y la prostitución, habitantes de la noche ambas. Ellos no la buscan en la tienda de Catarino de Cien años de soledad, ellas le salen al encuentro en el parque de Madrid como sombras o bultos: “En la sombra clandestina de los ramajes, merodean mozuelas pingonas y viejas pintadas como caretas. Repartidos por las sillas del paseo yacen algunos bultos durmientes”. 

La escena décima es una escena quieta, no pasa nada que haga avanzar la trama durante el paseo de Max con la Lunares, de ojos verdes albahaca como la Pastora Imperio. De fondo sigue la revuelta obrera por las calles de Madrid: “Remotamente, sobre el asfalto sonoro, se acompasa el trote de una patrulla de Caballería”. Destaca el uso de expresiones castizas y coloquiales, no es lo mismo el habla cañí que el chamberilero: 
MAX: Llévame a un banco para esperar a ese cerdo hispalense. 
LA LUNARES: No chanelo. 
MAX: Híspalis es Sevilla. 
LA LUNARES: Lo será en cañí. Yo soy chamberilera. 
El “día dieciséis de mayo de mil "nuevecientos" veinte” quedó marcado a fuego en la memoria colectiva de los españoles, como consecuencia de la muerte de Gallito en la plaza de Talavera,  los poetas se pusieron a trabajar y publicaron cientos de coplas que la gente del común se aprendía de memoria y las cantaba en cuadrilla. De eso hablan la Lunares y Max Estrella: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Fundaci%C3%B3n_Joaqu%C3%ADn_D%C3%ADaz_-_ATO_00150_10_-_Coplas_de_la_muerte_del_torero_Joselito.ogg 

LA LUNARES: ¿Serías tú, por un casual, el que sacó las coplas de Joselito? 
MAX: ¡Ése soy! 
LA LUNARES: ¿De verdad? 
MAX: De verdad. 
LA LUNARES: Dilas. 
MAX: No las recuerdo. 
LA LUNARES: Porque no las sacaste de tu sombrerera. Sin mentira, ¿cuáles son las tuyas? 
MAX: Las del Espartero. 
LA LUNARES: ¿Y las recuerdas? 
MAX: Y las canto como un flamenco. 

¡Que por mayo fue, por mayo, 
Cuando lo de Talavera! 
Joselito el mejor hombre 
que hubo en la gente torera, 
cabal como un caballero 
noble como una bandera, 
en Talavera de la Reina 
¡ay!, dios, quién nos lo dijera, 
Se fue a vivir a la gloria 
Un dia de primavera. 
Bailaor se llamó el toro 
Que mala MUERTE LE DIERA. 
Torero como José 
no era para muerto, no era 
para quedarse sin sangre 
hecho escultura de cera 
en una maldita plaza 
en mayo y en Talavera 
Ramón de Garciasol (romance de ciego) 

Escena undécima 
El primer muerto de la obra aparece en brazos de su madre ronca de gritar “asesinos de criaturas”, está rodeada de un grupo de mujeres. La escena luctuosa se localiza en una calle del Madrid de los Austrias. Max y don Latino vuelven a pisar cristales rotos. Max se siente conmovido por la rabia de la voz trágica de la madre con su hijo en brazos, destrozada la cabeza por una bala. Hay división de opiniones entre los presentes, para unos la muerte es sólo un daño colateral como consecuencia de mantener el orden; para otros, una salvajada inaceptable. El episodio divide a la gente del común, los hay que se desentienden y evaden con el “algo habrá hecho” y para otros es un asesinato con agravante de alevosía. Max le corta un traje a Don Latino, más falso que un billete de tres euros, cuando dice “Hay mucho teatro” en la rabia de la madre. 

“De fondo suena un tableteo de fusilería”, el sereno anuncia que a un preso le han aplicado la ley de fugas. Max lo asocia a Mateo el anarquista. Le duele como si “mascara ortigas”. Max revive el dos de mayo, proclama que antes se muere de hambre que pasa por el aro de una sociedad cruel, insolidaria e insensible. “No te pongas estupendo, Max” le replica don Latino que le niega el macferlán tres veces en una noche triste. 

Escena duodécima 
Las primeras claras del día pillan a la pareja de supervivientes de la noche derrotados de tanto vuelo nocturno. Se sientan en el quicio de una puerta (no acabo de ver ese sitio para sentarse) sita en una rinconada en costadilla. Filosofan de cosas que no han hablado otras veces. Borracho y arrecido de frío Max tiene muchas cosas que decir, porque al amanecer lo llama aurora. 

Max teoriza sobre un nuevo género literario en el que estamos enredados en su ópera prima. La genialidad de Valle-Inclán radica en lanzar una teoría literaria dentro de una obra de teatro, dinamita el teatro desde dentro a la manera que hizo Cervantes con las novelas de caballería en El Quijote, a través de un diálogo eléctrico entre sus dos personajes protagonistas. Valle se vale de un ciego bebedor, poeta pobre, embrutecido por el alcohol, tiritando de frío, estafado y en las últimas que antes de morir deja en herencia la renovación del teatro español, vista en el fondo de un vaso recién bebido. 

Como quien no quiere la cosa, nos endosa su teoría del esperpento en un diálogo o novela dialogada sin desentonar del resto de la obra. Valle realiza un ejercicio metaliterario portentoso entreverado con las quejas y lamentos permanentes del deterioro físico real de Max Estrella. 
 MAX: Como te has convertido en buey, no podía reconocerte. Échame el aliento, ilustre buey del pesebre belenita. ¡Muge, Latino! Tú eres el cabestro, y si muges vendrá el Buey Apis. Lo torearemos”. Valle-Inclán coge el toro por los cuernos porque sabe que todo toro tiene su lidia, piensa como Gabriel Celaya cuando la muerte le embiste: 
 “!Soy Ibero 
Y si embiste la muerte 
Yo la toreo”.

Con ese corazón
Tan cinco estrellas
Que, hasta el hijo de un Dios
Una vez que la vio
Se fue con ella
Y nunca le cobró
La Magdalena
Joaquín Sabina/Pablo Milanés




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


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