La noticia del ataque al astronauta más buscado por los miles de objetivos de las digitales de visitantes de la ciudad ha indignado a todos los salmantinos. Se trata de una pequeña escultura, añadida como adorno, en uno de los laterales de la puerta de la Catedral Nueva que abre a la plaza de Anaya. El cantero restaurador quiso dejar su firma, un pequeño motivo escultórico, no exento de polémica en su día, reflejo de su trabajo en la restauración efectuada en 1992 con motivo de la entonces próxima exposición Las Edades del Hombre.
Al navegante del espacio en piedra de Villamayor ya le habían aplastado la nariz en otra agresión anterior, sin que la escafandra pudiera hacer nada por evitarlo. Quiere la casualidad que justo enfrente del astronauta manco, compartiendo espacio, adosada al muro de la Universidad haya una placa homenaje con un texto de otro manco renombrado, que nos habla del deseo de vuelta a la ciudad de los que de la “apacibilidad de su vivienda han gustado”, algo de dudoso acople en casos como éste que te dejan chato y manco a tres metros de altura.
Quiera acaso el destino que la plaza compartida pase a llamarse “El espacio de los mancos ilustres”. Siempre presente que mientras a uno la merma física le llegó luchando contra los turcos en Lepanto, al otro la mutilación le sobrevino a los dieciocho años, víctima de la incultura e ignorancia de los cafres en el mundo de los locos escritos en tablillas, como decía don Diego Torres Villarroel:
“… todo el mundo es casa de locos y quien no lo cree, es loco y medio. El juicio es un reloj de muchas piezas y de estas a unos hombres les faltan más y a otros menos, pero a todos es cierto que le falta alguna. [...] Los locos son como los excomulgados, a unos los toleran y a otros los escriben en las tablillas, y si nos declarásemos lo que somos, no sé quién habría de quedar para loquero.”
Al navegante del espacio en piedra de Villamayor ya le habían aplastado la nariz en otra agresión anterior, sin que la escafandra pudiera hacer nada por evitarlo. Quiere la casualidad que justo enfrente del astronauta manco, compartiendo espacio, adosada al muro de la Universidad haya una placa homenaje con un texto de otro manco renombrado, que nos habla del deseo de vuelta a la ciudad de los que de la “apacibilidad de su vivienda han gustado”, algo de dudoso acople en casos como éste que te dejan chato y manco a tres metros de altura.
Quiera acaso el destino que la plaza compartida pase a llamarse “El espacio de los mancos ilustres”. Siempre presente que mientras a uno la merma física le llegó luchando contra los turcos en Lepanto, al otro la mutilación le sobrevino a los dieciocho años, víctima de la incultura e ignorancia de los cafres en el mundo de los locos escritos en tablillas, como decía don Diego Torres Villarroel:
“… todo el mundo es casa de locos y quien no lo cree, es loco y medio. El juicio es un reloj de muchas piezas y de estas a unos hombres les faltan más y a otros menos, pero a todos es cierto que le falta alguna. [...] Los locos son como los excomulgados, a unos los toleran y a otros los escriben en las tablillas, y si nos declarásemos lo que somos, no sé quién habría de quedar para loquero.”
9 comentarios:
Lugar de los Ilustres Mancos; ciertamente curioso.
Pues sí, los cafres de todas partes van mutilando y arrasando lo que pillan a su paso.
¡Cómo me gustan tus clases de Arte e Historia!, más que tus crónicas futboleras o taurinas..., pero de todo quiere el Señor un poquito, supongo, porque lo hay en su viña.
Voy a ver tu coment al Quijote....
El animalito causante del destrozo quizás se enfadó por no encontrar la rana.
ay estos vándalos.....
¡Cuánto cafre hay por ahí!
Espero que el pétreo manco sea restaurado de inmediato, para que su amiga la rana no se sienta tan sola y los turistas puedan contemplarlo.
Si está Charo en tu centro, un saludo de mi parte.
Un abrazo
Pues es original ese nombre que propones para la plaza.
El que hizo la gamberrada ni se podía imaginar que sus actos cobrarían tanta fama, y casi mejor que así fuera, porque si no lo mismo destrozaba la catedral. Ya sabes, hay algunos que con tal de salir en la caja tonta son capaces de cualquier cosa.
Besos
Vandalos, como dice Myr...
Que pena.
un abrazo, amigo.
Intolerable. Con demasiados antecedentes.
Los edificios históricos conservan muchas cicatrices así. Yo no soy partidario, cuando se les restaura, de rehacer la obra: deben dejar escrita su historia.
Por desgradia las huellas de los cafres estan en todas partes. La diosa Cibeles de Madrid, tambien se ha quedado sin mano mas de una vez. No entiendo que pretende con ello.
La ultima vez que visite Salamanca buscamos con ilusion al astronauta y nos gusto saber que estaba alli.
Buena entrada enlazada con las anteriores de Torres Villarroel
Un abrazo
Luz
¡qué buena la cita de la oferta y demanda de loqueros!
quizá podáis aprovechar el brazo de una escultura de tamaño natural. sonríe Pancho. ante la barbarie...
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