domingo, 5 de septiembre de 2010

Prohibiciones, las justas








Anda el ambiente revuelto con el asunto de los toros de casta. Personalmente podría importarme un ardite la vaca y el hijo de la vaca, pero paso de sustraerme al ruido de los centinelas de las buenas costumbres, de los guardianes que disciernen el bien y el mal, de los que afirman y se quedan tan panchos que ningún argumento sirve para justificar una actividad que produce sufrimiento de un animal en tierras de otros porque lo blindan en la propia con actividades mucho más dolorosas para el animal. 

No conozco a nadie que viva con alegría la  prohibición de cosas sin ton ni son, y estoy cada vez más convencido -por supuesto- del arte de Morante cuando esculpe mariposas a dos manos en el envés del aire, al compás del vuelo de su capote. Que nos acusen de asesinato alevoso, de despiadado torturador y canalla pervertida suena amargo y venenoso como la adelfa de mi patio. 

También está el aspecto de la secular relación de la fiesta de los toros con el periodo de asueto anual que vivimos desde pequeños, con lo que la fiesta conlleva de desinhibición y relación con los amigos y familiares que sólo ves por las “fiestas”.

Recuerdo que cantábamos al alcalde de turno pidiendo un día más de fiesta, que alguna vez lográbamos con la consiguiente compra de más vaquillas para torear al día siguiente:

Señor alcalde, señor alcalde
Que si no hay toros, tampoco hay baile
Y si no hay baile, tampoco hay misa
Porque los mozos no la precisan.

El toreo consiste en dominar a un animal superior con los vuelos del capote y la muleta, también es luces y sombras, sangre y muerte en el ruedo, claro que sí, a veces vida, como  la corta existencia que cada uno vive como puede, bastante alejada de los irreales mundos  de Yupi. Más en este país de excesos que ahora trata de evitar la muerte del toro bravo en la plaza, como si haciéndolo se evitara el sufrimiento de millones de animales para sustento de otros.

Con la única excepción de los integrantes de partidos animalistas anti taurinos, ignorantes de la realidad del toro de lidia en el campo, lo que les hace intolerantes con los que no piensan como ellos por creerse nacidos con el Santa Sanctorum encima de la cabeza, ungidos de la verdad pura, pues para ellos no hay sino dogmas, decretos, fórmulas, recetas y prohibiciones, nadie duda de que la lidia del toro bravo en el ruedo ha sido el agente primordial que ha preservado casi cuatrocientas mil hectáreas de dehesa arbolada: siempre mejor que un espacio dedicado a la agricultura intensiva, desprovisto de la sombra de la encina, del roble o del alcornoque por el estorbo que representa. La fiesta brava - y sólo ella - ha permitido el desarrollo del ganado de casta  en semilibertad, preservando así esta raza junto con la extraordinaria e insólita variedad que conforman sus casi cincuenta encastes distintos,  durante los últimos trescientos años.

Otro aspecto a tener en cuenta es que de este sector viven (unos mejor que otros, como en todos los sectores) ciento cincuenta mil personas, más sus respectivas familias, en toda España… Están las cosas precisamente apropiadas para cargarse sectores y alargar las colas del paro.

El toro de lidia es el animal privilegiado por excelencia, el mejor tratado de los que conozco. A cambio de su privilegio dentro del mundo animal, se le pide que muestre su bravura en el ruedo durante algo más de diez minutos. Siempre que un toro bravo  entrega  la vida en la plaza, su raza obtiene una prórroga en la extinción cierta que sobre ella caería como una maldición en caso de que la prohibición se extendiera a otros parajes. 


En caso de ser animal, preferiría ser toro bravo. Además de vivir más años y en mejores condiciones que la mayoría de los animales conocidos,  tendría la posibilidad de mostrar la bravura para la que fui criado y obtener el indulto como premio a la misma. En todo caso, siempre mejor que ser una máquina de carne en el silencio ensordecedor de un matadero.



 
Lluis Companys en La Maestranza

 
Los tiempos cambian: resultados de la votación que prohíbe los toros bravos en Cataluña.








11 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Soy defensor de los derechos de los animales y esta prohibición no la entiendo: es sólo una reacción política buscando un remedo identitario por confrotación.
En cuanto a las corridas de toros soy de los que tienen un sentimiento partido.

Asun dijo...

Me pasa un poco como a PEDRO, que me encuentro dividida.

Es un animal que mientras vive en la dehesa lo hace a cuerpo de rey. Si su fin último no fuera la lidia, ten por seguro que no estaría así de bien cuidado.

Besos

pancho dijo...

Pedro, La alternativa a la supresión de las corridas de toros es decenas de mataderos atestados de madres de toros de lidia, hermanos becerros, añojos, erales y utreros que no llegarán a cuatreños, que van a morir antes de su tiempo por una actividad que causa el mismo sufrimiento en el animal, sólo cambia el lugar. Éste escondido para que los llenos de prejuicios no se ofendan.

Asun: De acuerdo. Hay que añadir a esto la inmediata degradación de su hábitat que sólo se ha podido mantener por la cría del toro de lidia. Las urbanizaciones alrededor de campos de golf malgastando el agua que no hay y la agricultura intensiva que todo lo arrasa tendría luz verde.

Gracias por vuestro comentario y visita

Ele Bergón dijo...

Ya sabes el lema " Prohibido prohibir" No me gustan las prohibiciones, aunque reconozco que en algunos casos no lo tengo tan claro. En fin a veces es mas complicado de lo que parece. Como siempre, sera el tiempo el que decidira si se ha hecho bien o por el contrario no. Ademas toda decision tiene su reaccion. Habra que mirar los pros y los contra de todo eso.

Un abrazo

Luz

pancho dijo...

Ele: De momento la prohibición ha servido para radicalizar la postura de gente que no había pisado una plaza de toros en su vida: han sido los primeros en ponerse el toro en la solapa como protesta.

Un abrazo, gracias por opinar de un tema tan secundario pero que estigmatiza como la lepra en este mundillo cibernético dominado por los antis.

Merche Pallarés dijo...

Mira, querido Pancho, a mi me da igual. No tengo opinión. Desde los años sesenta que vi varias corridas y además hice de guía de italianos a las corridas dominicales en Barcelona donde vi a todos los grandes: Dominguín, Aparicio, el Cordobés, uno que se parecía a Manolete pero de cuyo nombre ahora no me acuerdo ¡Sí! el Viti o Vitri... y no sé cuántos más, no he vuelto a pisar una plaza de toros. Me da igual. Aunque admito que las "prohibiciones" no me gustan. Besotes, M.

pancho dijo...

Merche: Qué suerte tuviste de ver a todos esos grandes, encima en la Monumental de Barcelona, una de las plazas más bonitas y espectaculares. Seguro que has ido a más corridas de toros que yo.

Parece que los hay de la especie que sí les gusta el acto totalitario de hacerlo.
Un abrazo.

Paco Cuesta dijo...

Procuro mantenerme al margen de estos temas que levantan absurdas ampollas.
Tu valiente entrada me obliga a posicionarme: En una faena bien realizada, hay tantos elementos artísticos que solamente quien los desconoce puede criticarlos.
El toro. El toro es el auténtico protagonista, su estampa su bravura, su nobleza; quien ve al toro en una corrida en segundo término está equivocado, es como un gimnasta que está toda una vida preparándose, para darlo todo en las olimpiadas.

Es una opinión -la mía- sin ánimo ni continuidad de polémica.

pancho dijo...

Paco: Bueno, bueno, das tantas razones a favor de la tauromaquia que me voy a tener que aprender de memoria tu comentario, aunque tengo comprobado que estos antis son roqueños de entendederas, "espíritus alcornoqueños" que decía don Miguel de Unamuno.

Para valentía la tuya, al fin y al cabo por aquí somos muchos a aguantar las lindezas como: asesinos o pervertidos torturadores.

Un abrazo

Teresa dijo...

Creo que sin la lidia, como bien dices, esta especie se habría extinguido. ¡Qué pena!
Los árboles vencidos, el terreno un desierto.

Lo que no soporto de las corridas son las puyas. Sería más justo sólo un hombre contra un toro. No un malherido, desbocado, desangrado, dolido, moribundo y casi muerto animal. ¿Bravura? Es imposible

No voy a las corridas Pancho, no lo puedo soportar.

De esta "proibición" sólo veo "hintereses" políticos.

pancho dijo...

Bipolar: A mí una de las cosas que me sigue sorprendiendo es la soledad del hombre en la inmensidad del albero ante un animal poderoso de seiscientos kilos. Si te roza, te mata.

Conozco a mucha gente que no ha pisado una plaza en su vida, pero que no va por la vida prohibiendo. La prohibición es un acto totalitario que es muy difícil que no atente contra los espacios de libertad de las personas, ganados con muchos años de lucha.
No quiero ni citar en su defensa la fuente de inspiración que ha supuesto para muchos artistas y poetas el toreo. Siempre te lo rebaten diciendo que no es lo mismo el arte de los toros que el arte acerca de los toros.

Esta proibición es en portugués. Otra lengua hermana.