"Dio vuelta a su patria y se presentó a los ojos de sus padres"
Novelas Amorosas y ejemplares
El jardín engañoso (1)
María de Zayas y Sotomayor
Laura, madre de Lisis, toma la palabra para contar de viva voz su maravilla a los oyentes y lectores de siglos posteriores. Nos advierte que los hechos narrados no son una verdad notarial escriturada, pero bien lo pudieran ser. Significa que se concede una tregua en el conflicto entre las dos realidades: la realidad aburrida del día a día impregnada de costumbre aprendida y la engañosa realidad paralela, el mátrix de la ficción que traiciona el sentido común. No hay novedad en cuanto a la materia narrativa, un ejercicio cabal de universalidad. Los temas tratados son tan antiguos como el mundo: la traición, los celos enfermizos, el amor, la envidia corrosiva, etc. Incluso que el demonio trate de agradar al hombre con el fin de ganarlo para su causa no es nuevo. Si algo hay que presente alguna novedad temática es que aún quede un demonio que haga alguna buena obra. Un demonio que sea buena gente sí es una rareza. Nos cuenta así la autora qué vamos a encontrar los lectores antes de empezar la lectura, para que no nos hagamos de nuevas. Su deseo es moralista, prevenirnos para que estemos alerta ante las malas tentaciones. Un enredo sin las alas febriles de la poesía, tan presente en las otras maravillas, ausente -sin embargo- en este relato breve.
En la muy leal ciudad de Zaragoza, trofeo glorioso del Reino de Aragón, vive un caballero noble y rico, correspondido en nobleza por su mujer, gallarda dama. Dos hijas como dos soles, Constanza y Teodosia, alumbran y alegran sus días. Llegadas ambas a la edad de la discreción, don Jorge, primogénito de familia principal, se aficiona de Constanza; Federico, el hermano pequeño, ama a Teodosia. Mientras don Jorge se ve algo correspondido por Constanza -siempre a distancia, claro- jamás Federico logra alcanzar un mínimo favor de Teodosia, atraída por don Jorge. Teodosia, envidiosa de ver a su hermana mayor amada, empieza a malmeter entre ellos para separarlos. Constanza interviene ante su hermana al ver el gesto cabizbajo de Federico por el despego con que ella le trata, siempre a escondidas para que don Jorge no se entere, pues los hermanos no se llevan bien. Más fea se pone la cosa cuando ve a Federico dar la mano a Constanza durante una de las frecuentes conversaciones que mantienen para tratar de mediar con Teodosia. Nada es lo que parece. Ante el ataque de celos que don Jorge manifiesta, Teodosia sigue urdiendo el enredo. Ve la oportunidad de meter cizaña para romper la relación de su hermana con don Jorge. En un aparte, le dice que Federico y Constanza se aman e incluso tienen concertado casarse, completando así la traición. Don Jorge monta en cólera por la deslealtad de Constanza y la osadía de su hermano a quien asesta una puñalada cruel, “rindiendo a un tiempo el desgraciado Federico el alma a Dios y el cuerpo a la tierra.”
Inmediatamente después pone pies en polvorosa; huyendo de la justicia se presenta en Barcelona donde embarca en una galera rumbo a Nápoles, despidiéndose de España para siempre.
El olvido ya empezaba a hacer su efecto acostumbrado en Constanza, que no en Teodosia, que quería ver casada a su hermana por tener vía libre con don Jorge, cuando aparece don Carlos en Zaragoza. Otro noble galán, más blasonado que rico, hombre maduro venido de la montaña que también se enamora de la belleza de Constanza. Como no hay amor sin astucia, se aproxima a Fabia, la madre, como primera maniobra del cortejo para acercarse a la hija. Una vez ganado su afecto, finge un tabardillo cruel que lo postra en cama y Fabia lo cuida como un hijo. Viéndose morir, a un paso de la sepultura, recibe los sacramentos y llama a Fabia para testar. Su última voluntad es ceder a Constanza toda su hacienda como dote ya que Dios no le ha permitido gozar de su hermosura. Fabia acepta el regalo de cien mil ducados venidos de la montaña y junto a su hija se ponen a rezar para que Dios haga el milagro de la curación. Tanto lloran y rezan que don Carlos sana con rapidez y en un mes ya son marido y mujer. Los dos hijos que tienen entierran los devaneos de la vida pasada.
Cuatro años más tarde aparece don Jorge por Zaragoza para alegría y contento de Teodosia y de los padres que de dos hijos perdidos en un día, ahora recuperan a uno. La tristeza es para Constanza que ve romperse el sosiego por la actitud de galán descarado hacia ella. Ella no sale de casa sino a misa por no dar lugar al acoso del mancebo precipitado. Hoy tendría encima la afilada espada de Damocles de la violencia de género. Mejor cantarle endechas a la luna, como señalaba Felipe Sassone.
Hablando se entiende la gente civilizada y no enajenada de infalibilidad vaticana. Constanza cita a don Jorge para aproximar posturas. Le ofrece su amor fraternal si acepta a Teodosia que mata por él. Pero, quia, le responde que verdes las han segado: “Amándote he de morir, y amándote viviré hasta que me salte la muerte.”
En vista de que las posiciones son ciegas, sin ninguna intención de ceder, como los resabiados que están de vuelta de todo, ella le pone precio a su honra. La proposición indecente del millón de dólares de una película de éxito. Un imposible. Será suya si se mete jardinero. Si a la mañana siguiente ha construido un jardín envidia de los jardines pensiles de Babilonia delante de la casa solariega. Y si no lo consigue, acceda a ser esposo de Teodosia. Loco y perdido, con las neuronas exprimidas de tanto pensar, se echa al monte a maldecir a la cruel y rigurosa mujer. Aparece el diablo cuando más hundido se halla para sacarle del pozo de la desesperación.
Lo dejamos aquí para terminar en otra entrada este “Jardín engañoso”, queda lo más interesante de la historia: el desenlace y la reflexión final acerca del narrador con sorpresa y la promesa de la autora de nuevas historias. Nadie puede dudar de los conocimientos narrativos de la autora y de su interés por narrar desde la originalidad, tampoco del ascendente cervantino de María de Zayas que escribe unos treinta años más tarde.
Golondrinas con fiebre en las alas,
Peregrinas borrachas de emoción...
Siempre sueña con otros caminos
La brújula loca de tu corazón.
Le Pera/Gardel
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
1 comentario:
De esta novela me gusta todo: el que no se castigue al culpable de un asesinato (se le pasó a la censura, claro) y el final... hablaremos de él, claro, en tu próxima entrada.
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