"Tralalá instituido y democráticamente aceptado"
La saga/fuga de J.B. (38)
Scherzo y fuga
Capítulo 3
Gonzalo Torrente Ballester
Bastida sueña con un mundo en el que la gente renuncie al ruido. Le hubiera gustado inventar un sistema de silencio. Escandir el silencio, organizarlo en ritmos, medir el ruido de los animales pequeños al moverse y de las cosas que apenas escuchamos, ponerle acentos. Pero ya es tarde, porque cuando uno llega a una convicción, renunciando al ruido, la edad te impide darle la vuelta al alma como a un calcetín.
Crisanto, natural de Castroforte y sereno de Madrid, era un buen hombre habitante de la noche. Bastida lo apreciaba porque cuando él malvivía en la capital, Crisanto lo invitaba a un chato de blanco y a un pincho de tortilla aquellas noches de hambre negra. Había resuelto el misterio de la Santísima Trinidad y sus problemas políticos aceptando toda clase de contradicciones. Equidistancia en todo. No cree en Dios, pero sí en los curas. Es republicano, pero le gusta el rey porque hace bonito. “Cuando venga el comunismo, los curas nos ayuden desde los púlpitos, porque, para eso de llevar a la gente por donde hace falta, no hay como ellos.” Socialista con dinero, casado, pero se le va la vista detrás de todas. Esto a Bastida le incumbía poco, porque ¿para qué un comunismo de mujeres si él no le gustaba a ninguna? Lo de Julia no es amor. Si le concede cita, es sólo porque siempre será algo mejor que entregarse a un viajante catalán que si te he visto no me acuerdo. “Las mujeres son así. Razonan de otro modo, y es tonto empeñarse en entenderlas o que nos entiendan.”
No dejar ningún tema para después parece uno de los objetivos de don Gonzalo en el relato, aquí aborda sin complejos la relación sexual entre hermanos en un nuevo salto repentino de Jota Be. Los hermanos Barallobre, Jacinto y Clotilde. Ella es la hermana mayor, diecinueve años la adornaban la noche de tormenta en que se desliza en el cuarto del hermano pequeño porque tiene miedo. Se abraza a sus quince años temblorosos y se deja hacer. Él no dijo que no. Lo mete dentro de ella porque lo quiere mucho. A la noche siguiente no hay tormenta y ella no va al cuarto. Ella tiene en su cuerpo el dominio de su voluntad, esclavo de su cuerpo. Tenía que buscar la libertad fuera de ella y ella lo dejaba irse con Lilaila por el día, pero al llegar la noche lo extenuaba, le exigía que le contase todo de la otra. Le aconsejaba que le dijese que la quería para que no lo tomase por tonto. En la intimidad cambiaron el nombre para dejar de ser hermanos. Se llamaban Cuqui y Cuco y Cuqui llamaba a Lilaila cuando la nombraba y mordía a gritos creyendo que así engañaba a Clotilde. Consigue que Jesualdo se la robe con las maquinaciones y palabrería que le hacían sentirse atado y sumiso, sin redención, algo castrado. La castración le hace volver a Abelardo que vive atosigado por el Abad del Claro Valle. Decide viajar a Roma cuando comprende que sólo la intervención del Papa será capaz de librarle del Abad del Claro Valle. Como el Santo Padre únicamente podrá recibirle dos o tres años más tarde por la agenda tan apretada, se convierte en jilguero, el Papa en gato dispuesto a zamparlo de no ser porque se posa en el techo lejos del alcance del felino. Ante el hecho incontrolable de un animal civilizado, surge el diálogo y del diálogo, el acuerdo cuando ambos se ponen al mismo nivel y pueden hablar de tú a tú sin estorbos.
Como consecuencia del entendimiento, el Papa escribe una carta al Abad del Claro Valle para que deje en paz a Abelardo y él mismo se beneficia porque puede acceder a la prelatura de Tuy. Durante el viaje de fin de carrera no se les ocurre visitar la tumba de Abelardo porque aquello los haría parecer una pareja de turistas vulgares que caminan en manada detrás de la banderita de un guía. A Clotilde la vulgaridad le parece horrorosa. Le hace interesarse en las costumbres de los faraones y de los incas porque los hijos de sus dioses sólo se pueden casar entre hermanos y los Barallobre son hijos de dioses.
La evolución poética de Jota Be sufre una mutación una tarde de cielo cárdeno, poblado de nubes de desarrollo vertical y caballitos del diablo en el aire. Descubre las contradicciones del Universo debido a una experiencia dolorosa. Lo que a algunos poetas conduce al suicidio, a él le lleva al abandono de las estrofas clásicas, a adoptar la desarmonía, las disonancias rabiosas, salidas de pie de banco y a empantanarse en temas profundos y oscuros. ¿Qué más da que no le entiendan si nadie va a comprender ni compartir su idea de que el mundo es un desbarajuste? Aboga por la utilidad de los idiomas privados, piensa que la incomunicación actual de gente que habla la misma lengua siempre será mayor que en la torre de Babel. No cree que en Babel se entendieran menos que ahora.
El poema titulado: “La piedra se desprende de su dermatoesqueleto” está inspirado en el desenlace de la historia de Coralina en Heidelberg. Los estudiantes y los tenderos, inflamados de independencia los corazones, se echan a la calle al grito de “Viva la libertad.” Grito revolucionario similar al “A por ellos oé, oé” de los campos de fútbol, que se oía por primera vez a orillas del río Neckar. Los amotinados ganan la batalla al caer la tarde. Asaltan el castillo con la ayuda del crepúsculo, al tiempo que el Príncipe Elector y la Gran Duquesa huyen en carroza. Mientras tanto, el mejor mozo, el más revolucionario y más gallardo de todos abre las rejas de la prisión de Coralina y le hacen pasillo haciendo bóveda con los sables desenvainados y le acompañan al hotel entre canciones viejas de bebedores de cerveza.
Coralina quiere agradecerle la liberación como mejor sabe: se le echa al cuello, pero el mozo no asiente a despojarse de la importancia del uniforme emplumado. A cambio le ofrece una intervención en la función teatral del día siguiente. Ella canta la Marsellesa y un bolero andaluz inflamado de una rara efervescencia de rebeldía popular. Allí mismo la proclaman Musa y Alegoría de la revolución triunfante. Pero todo resulta ser un ardid del representante francés de Coralina para recuperarla. Al terminar la función la sube a un coche cuando ya los ulanos entran por la Puerta del Norte para restituir en el trono al rey de Wutemberg. París la nuit no puede permitirse el lujo de prescindir de una de sus más hermosas atracciones.
If you ever change your mind
About leaving, leaving me behind a
Bring it to me
Bring your sweet loving home
Bring it on, bring it on, bring it on, bring it on
Home to me
Van Morrison
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
2 comentarios:
Un sistema para que se extienda el silencio... Qué útil, querido Pancho. Deberíamos viajar a la provincia gallega para que Bastida nos lo enseñe.
Gracias.
Amigo Pancho:
Por "tu culpa" sigo adentrándome de cuando en vez por la Saga y fuga.
Un abrazo
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