INQUIETUD EN EL PARAÍSO. OSCAR ESQUIVIAS
IV – LA SUBLEVACIÓN
IV – LA SUBLEVACIÓN
El dieciocho de julio a la taurina hora de las cinco de la tarde cuando más calienta el sol, unos cuantos ciudadanos de Burgos oyen el mensaje de Casares Quiroga por unos altavoces que habían instalado en el Teatro Principal. El mensaje no quita el gesto de preocupación del rostro de las escasas personas que a esas horas se encuentran allí. Niega que se haya declarado el Estado de Guerra. Asegura que cuentan con la adhesión de todas las fuerzas, excepto algunos miembros del ejército de África. Sin embargo, continúan los rumores de todo tipo sobre la situación real del país. El calor era demasiado para pensar en otra cosa que no fuera buscar la sombra.
El Gobernador Fagoaga convoca a los periodistas para comunicarles la calma en la ciudad. Afirma que algunos ciudadanos se han ofrecido para defender la República. El ejército está acuartelado y Batet llegará ese mismo día a Burgos de un viaje por los acuartelamientos de Logroño y Estella. Sólo los mosquitos parecían estar dispuestos a sublevarse aquella tarde.
Antonio José y Saturnino Calvo, el orfebre, cambian impresiones sobre arte en los servicios del teatro. Se quejan de que trabajan por amor al arte. Hoy van a tocar fragmentos de su ópera “El mozo de mulas” y no va a ver ni un céntimo. Saturnino le comenta que con su planta bien podía dar un braguetazo con Pilar Dorronsoro, sin duda un buen partido. El músico le responde que si le hiciera caso en no escribir si no hay guita, tendría que dejar la carrera de compositor. El obispo le tiene prometida la excomunión al orfebre si no devuelve el anillo que le birló al obispo Benlloch.
El incidente de los culazos a los camareros por parte de los señoritos de falange que sucede a continuación de la actuación del Orfeón de Burgos, es un reflejo de lo que ocurrió después de la sublevación con los distintos sectores que les apoyaron: los militares sometiendo a todos sus apoyos.
El autor dibuja al personaje del general Dávila como el más moderado de los golpistas. Odia a los señoritos como Dorronsoro, ejemplo de cacique de provincias, que se declara republicano. El está seguro de que cambiaría de chaqueta con tal de que respetaran sus privilegios, su vida apacible y donjuanesca. Ellos se levantan contra el marxismo que controla el gobierno y necesitan el dinero de los ricos para comprar material bélico que es lo que hace ganar las guerras. A continuación, el autor hace un repaso a todos los personajes reales que han ido saliendo en la novela desde la perspectiva de un militar. Mari Cruz Ebro, La Pompadour de Benlloch, lagartona con un poder que le proviene de sus escritos. Es cotilla y roja pero se hace los vestidos en Vitoria y juega a las cartas en el Salón Recreo. Tiene conciencia social. Urraca Pastor, “se exhibía en Burgos y jugaba a provocar a la policía”.
Machado ha perdido el tren a Madrid porque no tuvo tiempo de terminar un poema que le había prometido a una camarera del hotel Reina Isabel en el que se aloja. Su mujer se puso como un basilisco. Estébanez les dice que mañana bendecirán haber perdido ese tren a Madrid. Vaticina que esa noche será caliente. Se aloja en el mismo hotel gente importante como Pedro Sainz Rodríguez, coordinador de la sublevación civil y hombre de confianza de Sanjurjo. Estébanez presenta Machado a Dávila como el “poeta derechista de rimas consonantes”. Odia a su colega Sanjurjo al que considera putero, tabernario, simpático, simple y patriotero, de la casta del general Silvestre que llevó a la muerte y al desastre a miles en Annual. No obstante se había convertido en la esperanza para la regeneración de España, según la casta militar. Paisán entra en el teatro con la noticia de que han detenido al general González Lara, camino de la Dirección General de Madrid. Antes ha confesado a Batet estar al tanto de la sublevación que tendrá lugar con Sanjurjo a la cabeza.
Román, que ha pasado los tres últimos días con Marcelo, le explica a Julián que Alto Caballero quiere la Dictadura del Proletariado que viene de prole: “tener muchos hijos”. Le interesa lo de repartir el dinero y las posesiones de los ricos. Le chifla, sobre todas las cosas, el reparto de las mujeres a partes iguales.
Román ha quedado con los compañeros para pedir armas a la Guardia Civil. Si no las reparten por las buenas, asaltan el cuartel. Julián piensa que esto va a acabar mal. Le molesta la radicalización de su sobrino. Decide acompañarle camino de la Casa del Pueblo. La ciudad está tranquila. A la gente lo que le interesa es comer caliente. “Nadie piensa en Alzamientos ni en revoluciones”. Marcelo se dirige a unos doscientos. Les informa de que en Madrid todo está tranquilo, los trabajadores en la calle defendiendo a la República. Pasan la noche de patrulla en la calle. La Guardia Civil les ha dado armas antiguas, mosquetones inutilizados de la guerra de Cuba. El Relojero mete a su sobrino en un tugurio mugriento.
Dávila trata de tranquilizarse diciéndose que la detención de González Lara no le preocupa. Sólo con la detención de todos los oficiales de la guarnición, pueden dar al traste con la rebelión. Sin embargo, cada vez se siente más inquieto. La angustia le empieza a invadir. El músico Antonio José se sorprende de la felicitación tan efusiva que recibe del general, cuando antes apenas si se saludaban.
Las campanas de todas las iglesias de Burgos repican cuando Julián, borracho como una cuba, trata de explicar a Román que “El tiempo no existe, muchacho. Lo inventaron los sacerdotes de las civilizaciones esclavistas, que miraban al cielo mientras el pueblo construía la torre de Babel y sus pirámides…” Qué bien se expresa el relojero cuando el ojén ha hecho su trabajo.
Son las “un quart de tres de la matinada” que las campanas despiertan a Batet. Su ayudante le comunica que la guarnición se ha sublevado y son vitoreados por la población. Su decepción es tan grande como su asombro. Mola le llama para comunicarle que asume el mando de la división. No hay negociación posible, convencido de que es necesario una acción violenta para regenerar la patria, importándole una higa las consecuencias de su acción. Encima tiene la desfachatez de decirle que la llamada es por el respeto que le tiene. Ellos no están contra la República, están contra el comunismo.
Julián y Román quieren enterarse por quién doblan las campanas. Por la calle saludan a don Manuel Santamaría con la desinhibición que dan unos cuantos vasos en la taberna. Va con su hijo Ulises, vestido con la camisa azul que sus hermanas le acaban de coser. Se dirigen al banderín de enganche de falange, a alistarse a las columnas de voluntarios que marchan sobre Madrid.
El diálogo entre don Manuel Santamaría y Julián Bayona da en la clave de los acontecimientos que sucedieron aquel día en la zona en que la República no tuvo la fuerza para imponerse. “Si quieres sobrevivir, tendrás que unirte a los que tienen la fuerza”. El instinto de supervivencia que el miedo hace aflorar, consigue que el ex alcalde socialista sacrifique a su propio hijo. Le servirá de aval para salvar el pellejo. Le recomienda hacer lo mismo con Román. La despedida fue fría.
Un torbellino de euforia desatada y gente amenazadoramente vociferante ocupa las calles. La turba los engulle como si fuera una hidra que los atrapa. Borrachera de peligroso patriotismo fanático y religioso. Mezcla de cantos fascistas y Asturias patria querida, de iglesia, escapulario, imágenes del Sagrado Corazón y detentes al cuello. Ni un solo tiro en defensa del régimen. Se espera a Sanjurjo como a un don Pelayo que desde la Cabeza de Castilla empiece la reconquista. Imposible encontrar a Román, perdido para siempre.
Este comentario pertenece al club de lectura sobre la trilogía de Oscar Esquivias, basada en la Guerra Civil, que dirige desde La Acequia, Pedro Ojeda Escudero.El diálogo entre don Manuel Santamaría y Julián Bayona da en la clave de los acontecimientos que sucedieron aquel día en la zona en que la República no tuvo la fuerza para imponerse. “Si quieres sobrevivir, tendrás que unirte a los que tienen la fuerza”. El instinto de supervivencia que el miedo hace aflorar, consigue que el ex alcalde socialista sacrifique a su propio hijo. Le servirá de aval para salvar el pellejo. Le recomienda hacer lo mismo con Román. La despedida fue fría.
Un torbellino de euforia desatada y gente amenazadoramente vociferante ocupa las calles. La turba los engulle como si fuera una hidra que los atrapa. Borrachera de peligroso patriotismo fanático y religioso. Mezcla de cantos fascistas y Asturias patria querida, de iglesia, escapulario, imágenes del Sagrado Corazón y detentes al cuello. Ni un solo tiro en defensa del régimen. Se espera a Sanjurjo como a un don Pelayo que desde la Cabeza de Castilla empiece la reconquista. Imposible encontrar a Román, perdido para siempre.
"Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza"
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza"
Las fotos B/N y las de propaganda están escaneadas de la enciclopedia La Historia se Confiesa.
10 comentarios:
Como se te ve disfrutar del momento lector. Mucha gente por aquella época estaba crispada por los momentos que vivian ...."una españa que muere y otra que bosteza"....cuanta canalla....fueron momentos de sembrar, sembraron el odio y la división por mucho tiempo entre los españoles...que aún hoy persiste. Un abrazo
Cuánta inteligencia puesta al servicio de una guerra: a veces me da por pensar si no pudieron pensar en la paz.
¡Qué tristeza, qué tristeza! Cuánto sufrimiento para nada... Porque ¿qué se ganó? Cuarenta años de ostracismo para los "perdedores" y ahora con problemas para reivindicar a sus seres queridos. MUY INJUSTO. Besotes, M.
Es vergonzoso que todo un país acabara como acabó por el capricho y cabezonería de unos cuantos.
El pasaje en el que Manuel Santamaría "entrega" a su hijo a la guerra se me hizo especialmente difícil, porque mi abuelo paterno también obligó a su hijo mayor, que tenía entonces 22 años, a ir a luchar al frente, aunque no sé si fue para salvar él el pellejo. El caso es que nunca volvió.
Un beso
Cualquiera que lea tus excelentes comentarios aderezados con imágenes de cuadros, fotografías de la época y carteles propagandísticos, va a terminar por leer el libro y a los que ya lo hemos leído nos refresca aquello que en un principio nos pudo pasar desapercibido.
Un abrazo.
José Manuel.
por mucho que nos fijemos al leer siempre se nos escapa algo, es irremediable pero entre unos y otros nos va quedando todo más claro.
un placer.
biquiños,
Disección perfecta de una tragedia, tan cercana y tan lejana que acabamos sufriéndola de nuevo.
Hola Pancho.
Esta mañana pase por aqui y te deje un comentario, pero creo que no ha salido.
Te decia que este capitulo que como siempre tan bien analizas e ilustras, es uno de los que mas me ha gustado, aunque en su contenido es uno de los mas tragicos.
Tambien te contaba que ando un poco retrasada en los comentarios porque he estado fuera en el largo fin de semana.
Un abrazo
Luz
Esta novela es un coro con tantos cantantes que siempre se nos escapa alguno, aunque lo que se le escape a uno, oro lo atrapará. Pero , a ti, pancho, creo que no se te ha escapado ni una sola voz. ¡Qué lujazo de entradas!
Y don Manuel Machado con su desvergúenza derechista y su legítima del brazo.
Besos
Cuánto dolor...
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