lunes, 6 de noviembre de 2017

La sirena de Gibraltar (2) Leandro Pérez. Oveja negra.






"A la derecha la inmensa mole de la Roca jibarizaba las escasas edificaciones"


La sirena de Gibraltar (2) 
Leandro Pérez 

Ya dijimos en la entrada anterior dónde y cuándo ocurren los hechos de La sirena de Gibraltar. Hoy daremos algunas apreciaciones personales acerca del estilo del autor, del narrador y de los personajes de la novela. 

La voz narradora está en tercera persona, cambia a primera cuando reproduce los pensamientos del protagonista y en el diario de Maddie. La transición entre una manera de narrar y otra se produce de una forma suave, sin estridencias que violenten la narración. En este trocito de texto vemos el cambio de tercio,  de un narrador a otro,  y el ajuste de tiempos verbales: “Necesito dos minutos. Con suerte me da tiempo. Tardó cuatro, porque al abrir el armario de los zapatos se encontró con su pistola y el bolso de Maddie.” Siempre escaso de tiempo para recrearse en la suerte y descripción de amaneceres, pero plenos de lirismo porque las cosas pasan deprisa en esta novela: “Un limbo blanco y aburrido como un techo sin lámparas, iluminado por una luz alógena, cubrió con sábanas limpias a Juan Torca en la Gran Vía madrileña. Un limbo sin eco.” 

Preguntas sin respuesta bullen a borbotones en la mente revuelta de Juan Torca canalla y desobediente hasta con su hijo policía “¿A dónde mira un suicida cuando ya se ha lanzado al vacío?” En vivo contraste con estas preguntas de una mente en rastrojo, la novela también destaca por los diálogos, mucho diálogo, fluido, utilizando el lenguaje de la calle, repleto de tacos, muletillas, juramentos o sobreentendidos: 
 -¿Por qué cojones hablas de mí con nadie? 
 -¿Con nadie? ¿Se puede hablar con nadie? 
-¡Joder! ¿Te lo repito? 





"Hay que exagerar mucho para llamar a esto supermercado, pensó Torca."

Siempre aparece el látigo del autor que vapulea el desorden, le pone una alfombra de terciopelo a la narración para que las piezas vayan encajando hasta completar el puzle o llenando de voces las calles vacías de las seis de la mañana. Algo que los lectores de un thriller deben agradecer al autor es el orden meticuloso que impera en esta novela. 

El autor recurre a la letra bastardilla para indicarnos que un trozo de texto se aparta del tema principal, pero que después resulta imprescindible para entender la trama. Casos de flashbacks; las mujeres de Juan Torca, antiguas relaciones; transcripción completa de un artículo de periódico o de una guía turística  y el diario de Maddie, por supuesto. Salvando las distancias, parecen las novelas intercaladas del Quijote, un paréntesis en la narración, pero nunca independientes, mantienen los vasos comunicantes con el tema central, siempre importantes para el desarrollo de la historia porque nada sobra ni falta en La sirena de Gibraltar. 

La aparición de Juan Torca es fulgurante, testigo en moto de la extracción de un cadáver empozado en las aguas del río Manzanares, caudaloso como el Amazonas. El grueso de la trama será descubrir al asesino como en la mayoría de las tramas de novela negra.  Presentado al estilo de Clint Eastwood en Gran Torino, ángel de la guarda, amigo para siempre de una chica ecuatoriana a la que defiende de unos nazis mientras hace footing por el Retiro. Clint Eastwood de pasado turbio a sus espaldas cuyos datos van cayendo gota a gota a lo largo de la obra como el dosificador de las botellas boca abajo de los pubs británicos. Juan Torca colecciona series y películas y se enrolla con chicas a las que dobla la edad. El protagonista no está solo aunque viva solo en el centro de Madrid. Cuenta con la ayuda de sus compadres, una hermandad de veteranos forjada en las dificultades. Tipos duros, curtidos en el norte durante los años de plomo en lucha contra el terrorismo de la ETA. La complicidad, el código no escrito que rige el lado oscuro y los silencios entre ellos están muy bien administrados. Los compadres usan métodos de antes, prefieren los teléfonos que sólo sirven para llamar y reciclan las nuevas tecnologías. No pueden evitar que su protegido Torca reciba varias palizas que lo dejan al borde de la muerte. Una vez le quitan la chica y le meten tres tiros. Este es el clímax de la historia, el momento clave gestionado con maestría por el autor: llega a engañar al lector. La sangre en el suelo nos hace creer que nos quedamos sin protagonista a mitad de la novela. Pero he aquí que tenía chaleco antibalas, la salvación del héroe que recibe tanto como reparte. 




"Los llanitos no sueltan prenda"


No conviene olvidarse del diario de Maddie, que va adquiriendo importancia a medida que avanza la novela, tanto que el desenlace final de la historia se resuelve con la primera página de la nueva agenda. No hay manera de que el autor deje un cabo suelto. Los hechos reflejados en el diario desde el punto de vista femenino, de la hermana de la asesinada. El autor recurre a él cada vez que quiere que la investigación avance, se convierte en un personaje más del relato. Un recurso sumamente inteligente. Y qué bien escribe esta Maddie, puede dedicarse a escribir en los ratos libres que le deje la enseñanza. 

Del villano sabemos poco más que es “un tipo que para dejar de matar debería morir.” Y en eso consiste la lucha contrarreloj por evitar un segundo asesinato alevoso en las aguas fronterizas, rellenas de bloques de hormigón y buques cisterna, del Peñón de Gibraltar. La maravilla es el toro bravo pastando en el parque natural de Los Alcornocales. 

No vamos a contar nada más del argumento, sólo aconsejarles su lectura si lo que quieren es olvidarse de la rutina durante unas horas, porque irán a vivir otras vidas con este JT que no es José Tomas, el torero, pero que se le parece por el misterio que arrastra, sus ausencias y silencios. Oirán hablar más de este Juan Torca, mitad truhán mitad señor oveja negra, nacido como estrella con luz propia.

Llevaos la paloma blanca y traed ovejas negras 
En un año se han vendido muchas almas 
Somos mirlos en los ojos de otros mirlos que se van
 Corazón no se alimenta de las ventas 
Imposible ser neutral sobre un tren en movimiento 
Estas calles son distintas 
De aquí no se va el invierno
La MODA


Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente análisis de la forma narrativa y de la caracterización del personaje de Torca, un tipo duro, como dices, el gran valor de esta serie.

Abejita de la Vega dijo...

Te digo como al profe:

Juan Torca me parece una quimera, pero de quimeras vive la literatura. Un señor que no tiene problema de dinero, en base a lo amasado limpiando el forro a algunos. Guerra sucia, Afganistán,empresas de armamento, un ángel.Y luego resulta que tiene su lado buenísimo: asume los mayores riesgos por salvar a la segunda sirena. ¡Qué código del honor el suyo! ¡Qué santo varón! Un día a la semana con la hija de la asistenta, la recepcionista de vez en cuando, el recuerdo nostálgico de su esposa legítima que no hizo carrera de él..."de amores los justos".

Una novela bien ordenada, bien ambientada, con un lenguaje muy de hoy, "se lee bien" como dicen ahora, tiene sus toques burgalesistas (morcilla de Cardeña, magdalenas de "La Flor Burgalesa", tortilla de "Donde Alberto",el Plantío, Juanito que en paz descanse y el Burgos en primera,las Llanas y las Bernardas,los vasos de tubo, etc.), mantiene la intriga...¡Y tiene una letra muy cómoda para la lectura! Todo eso dicho por una lectora que no es amiga de la novela negra ni de la policíaca.

Las mujeres...

Tu análisis excelente, como siempre.

Un abrazo