martes, 14 de noviembre de 2017

Don Juan Tenorio. José Zorrilla. Bala perdida.




"Yo soy un hombrecillo macilento"

Don Juan Tenorio 
José Zorrilla 

Un escritor no es un marciano aparecido de la nada como en un avistamiento por sorpresa, de modo que no vendrían mal para empezar unos breves apuntes sobre el contexto político social en el que José Zorrilla se desenvuelve. Cada escritor escribe, sufre o se favorece de la situación del momento que le toca vivir. Como atento observador de la realidad, todo influye a su producción literaria, ya sean las corrientes artísticas del momento o sus circunstancias personales y familiares. 

José Zorrilla pega el primer llanto en Valladolid 1817 y muere en loor de multitudes en Madrid 1893. Por lo tanto, fue coetáneo de Carlos Marx (1818-1883), Garibaldi (1807-1882) o Bismarck (1815-1898). Su muerte estuvo acompañada de grandes muestras de luto nacional. 

Los movimientos nacionalistas, que terminan en las unificaciones alemana e italiana, a través de un conjunto de guerras, toman auge en Europa tras la derrota de Napoleón en Waterloo 1815. Surge el socialismo en paralelo al progreso de la ciencia y la industria. “El manifiesto comunista” se publica en 1848 y “El capital” en 1867. Las nuevas técnicas industriales aplicadas a las artes gráficas abaratan costes y permiten una difusión creciente de la lectura y la cultura. 

El desarrollo industrial trae consigo una creciente urbanización y un aumento considerable del nivel de vida y de la población en Europa. Aunque nunca faltaran periodos de hambruna, como en Irlanda en 1846 al perderse la cosecha de la patata, dieta básica, que desencadenaría una emigración masiva a Inglaterra y América. 





"Sobre ellas van mi cuerpo y mi cabeza"


Una vez derrotado Napoleón, los vencedores se unen con la intención de restaurar el Antiguo Régimen. Volver al periodo prerrevolucionario para sofocar las nuevas intentonas revolucionarias románticas que sucedan. El liberalismo termina por imponerse en la mayoría de países. Los movimientos nacionalistas toman la lengua como criterio fundamental de la identidad nacional, con derecho a decidir un estado propio, lo cual choca con las fronteras existentes desde la antigüedad. Por ejemplo en el galimatías de Los Balcanes mestizos de lenguas y razas distintas. En España, una vez que los ejércitos de Napoleón son derrotados, se produce la restauración de Fernando VII en 1814, que nada más regresar anula la primera Constitución liberal de 1812. La invasión francesa provoca nuevas legitimidades en América latina que logra la total emancipación en 1824 tras tres lustros de guerras ( con la excepción de Cuba y Puerto Rico, claro). 

España durante la época romántica es un país atrasado y pintoresco. Los europeos viajeros que vienen por aquí nos ven como un prototipo de lo romántico. Un país esencialmente romántico, lleno de asonadas constantes, de bandoleros que te asaltan en los caminos o guerrilleros echados al monte. El Romanticismo es esencialmente un movimiento artístico y literario, también un estilo de vida ampliamente difundido que exalta la sensibilidad y la pasión, que apuesta por actitudes arrebatadas en las que priman la inspiración del artista, lo original y lo diferente. En España el espíritu romántico tiene características propias, entronca con la tradición del Siglo de Oro y Romancero, parodia de las obras clásicas, pero que contiene todos sus elementos como oposición o reacción a los gustos neoclásicos imperantes hasta ese momento. 

El primer censo de población fiable español data de 1857, arroja una población de quince millones de habitantes, lo cual lleva a suponer que la población a comienzos de siglo era de unos once millones y medio (aplicando los modelos de crecimiento europeos y la característica española), ya con la tendencia acentuada de más población en las costas. La población europea sigue creciendo durante todo el siglo XIX a pesar de episodios de hambrunas y epidemias puntuales que provocan emigraciones masivas a América. El siglo XIX español está preñado de inestabilidad política, tres guerras carlistas, intentonas golpistas y procesos revolucionarios fallidos. 

VIDA Y OBRA 

Nada mejor que recurrir a su autobiografía para saber de sus obras, milagros, hechos y omisiones. Con Zorrilla tenemos la suerte de que dejó escrito “Recuerdos del tiempo viejo,” publicado por entregas, en una columna de los lunes del Imparcial entre 1880-1883. No hay muchas fotos de José Zorrilla, pero dejó escrito en verso este delicioso autorretrato a la manera cervantina: 

Yo soy un hombrecillo macilento, 
de talla escasa, y tan estrecho y magro 
que corto andando, como naipe el viento, 
y protegido suyo me consagro; 
pues son de delgadez y sutileza 
ambas a dos, mis piernas, un milagro. 
Sobre ellas van mi cuerpo y mi cabeza 
como el diamante al aire; y abundosa, 
pelos me prodigó Naturaleza. 

Como ya hemos dicho, Jose Zorrilla nace en Valladolid, ciudad en la que su padre era relator de la Chancillería, cargo importante de la justicia. Su padre era un hombre rígido, estamental hermético, cabezón de ideas fijas y absolutista furibundo. Vamos, uno de esos separatistas oprimidos virtuales de ahora que por lo visto proceden de Rusia y Venezuela. Nunca aceptó que su hijo se dedicara a escribir, ni el éxito literario consiguió acercar desavenencias. Tamaño deshonor sólo se limpia con un duelo a primera sangre. Este alejamiento familiar marcará toda su vida. 





"Y protegido suyo me consagro"

Siempre con la maleta preparada para seguir la estela del padre que va ascendiendo de puesto en la carrera judicial. Burgos, Sevilla y Madrid en 1827 donde entra en un colegio aristocrático. La muerte del rey Fernando VII en 1832 y la destitución de su protector el ministro Calomarde lo destierran, degradado, a Quintanilla de So Muñoz. Manda al hijo a estudiar leyes a Toledo. “Va más para pintamonas que para abogado” escriben a su padre. En Toledo siente fascinación por las callejuelas estrechas y retorcidas de la ciudad mezcla de las tres culturas. Se dedica a pintar los monumentos y paisajes en lugar de estudiar. La ciudad imperial será la localización de muchas de sus leyendas. 

Su padre lo trae a Valladolid donde los estudios van de mal en peor a pesar de la supervisión del Rector de la Universidad. Obsesionado por los cementerios, uno de ellos será luego su tabla de salvación como veremos luego, quiere dedicarse a escribir. De nada sirven las amenazas de su padre de ponerle a cavar parras en Torquemada si no aprueba el curso. Se escapa de casa y con una mano delante y otra detrás llega a Madrid. Se gana la vida malamente escribiendo y pintando. Se aloja en la buhardilla de un cestero y en casa de su amigo Miguel de los Santos. 

Un catorce de febrero de 1837, estando en la Biblioteca Nacional para escapar del frío de la calle y de su casa, se entera de la muerte de Larra. Se presenta con otros amigos escritores en el duelo por el que pasan los autores de Madrid. Allí le proponen que prepare un poema para el entierro del día siguiente. En el cementerio de Fuencarral lee los versos que acaba de componer con juvenil voz argentina y que conmueven a los asistentes. Da un auténtico golpe de mano literario; al día siguiente El Imparcial recoge: “España, al perder al más grande de los críticos, encontró al más popular de los poetas.” Como él mismo reseña en “Recuerdos del tiempo viejo.” 

En 1839 cae enfermo de algún tabardillo cruel y como en “El jardín engañoso,” con ligeras variaciones, lo cuida doña Faustina, diecisiete años mayor, madre de su amigo Antonio Bernal O’Reilly,  con la que se casa ese mismo año, un matrimonio desigual al que Zorrilla considera responsable de todas sus desgracias. Primero malmete en su familia, siente celos enfermizos de las actrices de sus obras y es la causa final de su huida a Bélgica, Francia e Inglaterra. (¡Qué le darán en Bélgica a tanto calavera español que allí se asienta!) En 1854 continúa la huida más allá de los mares, marcha a Méjico donde permanece hasta 1866, justo cuando la revolución derroca al emperador Maximiliano, su benefactor. El recibimiento aquí es apoteósico, se organizan homenajes en las mayores ciudades de España en las que lo proclaman príncipe de los poetas nacionales. 

Los últimos años de su vida los pasa con una sensación agridulce,  pues la fama y reconocimientos recibidos, no se ven correspondidos por ingresos económicos. Tiene que vivir de una modesta pensión del estado, acosado por achaques físicos y estrecheces económicas. 

Su actividad de creador literario se concentra en trece años, de 1837 a 1850. Considerado desde el principio el paladín de la nueva escuela romántica, “El zapatero y el rey” (1840), “Don Juan Tenorio” (1844) y “Traidor, inconfeso y mártir” (1849) son sus tres éxitos más importantes en cuanto a cantidad de representaciones. José Zorrilla estimaba especialmente las Leyendas. En “El capitán Montoya” y en “Margarita la tornera” está el embrión del personaje de Don Juan Tenorio. En ellas se puede disfrutar de la enorme libertad y facilidad para versificar del autor. En ellas recoge temas de crónicas antiguas o tradiciones populares trasmitidas oralmente y los convierte a través del verso en lectura favorita del pueblo.

Tírame el salvavida 
 de las balas perdidas 
Porque las velas que nos pongan al morir 
no nos traerán 
 la luz que nos faltó cuando volábamos
LA MODA




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

Las notas sobre la Vida y Obra de José Zorrilla están tomadas de la edición de Don Juan Tenorio de Aniano Peña,  de editorial Cátedra.

Las ilustraciones son fotos de la exposición de Miguel Barceló con motivo del octavo centenario de la USAL. 


4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente. La biografía de Zorrilla -sus complejidad psicológica, su decisión de ser profesional de la escritura, sus viajes, sus contactos- es apasionante. Un hombre muy moderno, lejos de la lectura convencional que se ha hecho de él. A partir de ahí, leerlo.
Me gusta lo de bala perdida y me gusta el final con la MODA (que para eso son de Burgos y los conozco).

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Veo vuestras estupendas aportaciones a la lectura en 'La acequia' del profesor Ojeda, y pienso que tendré que dedicar un post a José Zorrilla. A ver si este fin de semana.
Te dejo el enlace del post que dediqué en mi blog de cine –hace 5 años- a la película ‘Don Juan’,
en el que me dejaste un comentario.
:)
Abrazos.

La seña Carmen dijo...

Interesante su vida. Nunca la había visto con ese detenimiento.

Abejita de la Vega dijo...

Largo tecleas, Pancho! Sí, yo tampoco me quedo corta...

Zorrilla tuvo una vida que fue una pura aventura. Daría para muchas novelas. Gracias por darla a conocer.

Y don Juan se ha quedado en el "no es cierto ángel de amor" y poco más. Por eso, es muy importante lo que están haciendo en el bicentenario de Zorrilla.

El don Juan calavera que se enamora del enamoramiento de una mujer absolutamente pura debe tener cabida en nuestra cultura. Es un mito pero un mito hermosísimo del que deberíamos estar orgullosos.

Un placer leerte, Pancho.