El grabador. Óleo sobre lienzo. 105 x 73 cm. Colección particular.
Aurora roja. Pío Baroja (4)
Tan pronto como las fuerzas regresan a su ser, se levanta y se acerca a la imprenta por sorpresa. Pilla a los cinco operarios celebrando un bautizo, la primera cogorza del aprendiz. Vestidos de mamarrachos, procesionan, marchan uno detrás de otro al ritmo que dicta el aprendiz aporreando una sartén. Jesús oficia de maestro de ceremonias y proclama con la solemne severidad de un prelado:
“-En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo -gritó-, te bautizo y te doy el nombre de Curda I, rey de todas las Cogorzas, príncipe de la jumera, conde de la Tajada y señor de la Papalina”.
Como era de esperar, la presencia del jefe les agua la fiesta de celebración. La visión de los operarios entregados al desparrame, hace saltar los resortes de su genio escondido, por primera vez vemos actuar a Manuel con energía. Jesús se le encara y le acusa de cochino burgués explotador. Le presenta la renuncia al puesto de trabajo, pero como en el fondo no es de los malos, accede a quedarse hasta la recuperación del jefe.
A menudo se nos dice que la vida del hombre en la tierra es un camino. Y claro, tanto nos lo repiten que el hombre -obediente por naturaleza- se pone manos a la obra a allanar caminos, eliminar obstáculos, limpiar cunetas que eviten tropezones incómodos que lastimen los pies tan delicados de los habitantes de las ciudades. Así el hombre, en su empeño por dejarlo todo a un andar, se convierte en un modificador del paisaje: achatando los altos y levantando las “bajerás” de tanto echar escombros en ellas. Una vez que el solar queda plano como la palma de la mano, aparece la población que poco a poco lo va repoblando de plantas, de animales domésticos y esas mismas personas que construyen una noria para regar los cuadros de hortalizas.
"Una noria, cuya agua regaba varios cuadros de hortalizas"
En una de las hondonadas que pueblan las afueras de Madrid destaca un complejo dedicado al ocio, está formado por una bolera, una churrería y la taberna del Chaparro. Éste tiene de socio a uno que llaman el Inglés, con el cual -por decir algo- se complementa porque la disparidad entre ambos es absoluta, tanto en el aspecto físico como en su manera de pensar y concebir el negocio. Por allí se acercan Juan y el Libertario, un bromista e indiferente barbudo que, cuando toma la palabra, es un fanático que no pierde ocasión de intentar adoctrinar a Juan. De hecho, imparte doctrina a cualquier incauto que se pone a tiro. Juan acaba de pasar por un desengaño del mundillo del arte. Cada cual va a lo suyo, primero; después, lo propio y por último, lo suyo de nuevo. Gente mezquina. Como consecuencia, posa sus ojos en el colectivo de los obreros, la gente humilde que se deja la vida trabajando con sus manos, carente de envidia de tanto doblar el lomo. Argumenta que una vez vencido el egoísmo, el yo desaparece.
Bautizan el grupo como Aurora Roja. Se reúnen los domingos por la tarde. Manuel encarrila su vida en el trabajo. La monotonía del ir y venir llena las horas y los días. Las ideas de Juan le parecen estupendas siempre y cuando se apresuren en sustanciarse en algo tangible como dar trabajo a la gente, una casa y un huertito con noria donde criar tomates y patatas pal gasto. Reunirse para hablar y hablar y escuchar a cotorras que se desandan hablando es una pérdida de tiempo. Su tiempo ya es valioso; no es necesario ser anarquista para sobrevivir.
Apunta el autor con su estilo sencillo y certero, directo al grano, cuatro grandes corrientes en la acracia hispana. A saber: los amigos de la dinamita porque todo les estorba. Aspiran a convertir el mundo en una escombrera para empezar de nuevo. Encarnan esta tendencia el señor Canuto, Jesús y el Madrileño, un santón que parece miembro de los Hare Krishna. Una segunda tendencia con apego a las instituciones, se inclina por aplicar la disciplina y aprovecharse de las ventajas del poder para hacer la revolución desde dentro. Maldonado apoya este pensamiento. El Libertario está a favor de un anarquismo intelectual, filosófico más que práctico. Por último, tenemos a Juan que prefiere el buenismo humanitario y artístico a la manera de Tolstoi e Ibsen. Más pronto que tarde, la habitación que usan para las reuniones se queda pequeña para albergar a tanta clientela libertaria, habilitan un invernadero contiguo para los conventículos.
"Es como si a mí me quisieran demostrar que tengo derecho a quitarme la joroba".
Pío Baroja hace literatura de los asuntos candentes que interesan al pueblo llano. Expone en un diálogo ágil y de gran fluidez las grandes cuestiones sociales para lo que otros necesitan sesudos tratados filosóficos, tomos infumables para intentar ventilar el tema: la ley, la posesión, el reparto de la riqueza, el trabajo y su retribución, la herencia…
Manuel escucha y aprende, Juan da razones, argumenta. Los demás defienden sus posturas contra viento y marea.
"sueños equivocados,
Bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla,
llueve sobre mojado.
Y, después de llover,
Un relámpago va
deshaciendo la oscuridad
con besos, que antes de nacer,
morirán.
Ayer Julieta denunciaba a Romeo,
Por malos tratos, en el juzgado,
cuando se acuestan la razón y el deseo
llueve sobre mojado.
Bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla,
llueve sobre mojado.
Y, después de llover,
Un relámpago va
deshaciendo la oscuridad
con besos, que antes de nacer,
morirán.
Ayer Julieta denunciaba a Romeo,
Por malos tratos, en el juzgado,
cuando se acuestan la razón y el deseo
llueve sobre mojado.
Sabina y Paez
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
4 comentarios:
En este caso, el camino que es la vida se detiene para ser debatido: la palabra y la acción, conjuntas. Bien visto.
Conversaciones "simples" de autores como Baroja, Sampedro ... encierran mejores mensajes que los tratados sesudos a los que aludes. Gracias por resucitar el tema.
Un abrazo
Buenas noches, pancho:
¡Me admira lo a tiempo y bien que publicas tus entradas!.
Las pinturas elegidas y los enlaces, ¡fabulosos!.
La fotografía de la noria oxidada, en la charca, merece un poema.
Y de Don Pío, y sus escritos ¡qué decir!. A pesar de todo, cuánto humor, ternura y amistad encierran las palabras de Manuel y Jesús:
"-¿Y me vas a dejar ahora que todavía estoy malo?"
"-Bueno, me quedaré hasta que te cures."
¡Y qué personaje tan lúcido Rebolledo!
Un abrazo.
Las leyes siempre han ladrado más a los pobres, qué buena frase.
Con barojiano tesón, sigues ofreciéndonos bellas entradas sobre "Aurora roja". Un regalo para la vista. Unas reflexiones finamente hiladas.
Un beso, Pancho.
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