"En cuanto la noche cayó sobre ellos no se oía otra cosa que el rumor de las olas"
Jose María Torrecilla
La marca del meridiano. Lorenzo Silva (3)
El primer café de la mañana se empareja con las luces del alba camino de Barcelona. Chamorro y Arnau, arropados por el aroma agradable del café recién hecho del área de servicio de Calatayud, escuchan el relato y diagnóstico del jefe acerca del contacto con López: trama de polis corruptos. Ya no dependen de ellos solos. Estar en manos de otra persona en el curso de una investigación desagrada al orgullo de todo detective que se precie.
A dos horas de coche de Barcelona pasan por debajo de un arco que cruza la autovía. El GPS marca automáticamente Este donde antes se podía leer Oeste. Nunca falta quien dedica su existencia en hacer de las líneas imaginarias paredes estériles de hormigón armado.
La investigación avanza por teléfono. López intercepta un mensaje de Salazar. Le han engañado. Se deduce que no quiere saber nada de los autores del crimen a un compañero de profesión. Las averiguaciones tienen servidumbres; Bevilacqua se vale de los tiempos muertos que el largo viaje en coche proporciona para contar su cuento por teléfono cuatro veces además de a los suyos, a saber: la juez, Reinares, López y su comandante. En la Ciudad Condal se presentan a la teniente Morata, de unos treinta y cinco años, lo que quiere decir que no es de academia, conoce la calle. Gil es un agente “pícaro rijoso”, viejo conocido con olfato de buen cazador.
" [...] Otros tiempos, en los que la noche había sido un territorio de amargura y amenaza"
Amanecer en la playa de Vilanova. Jose María Torrecilla
Bevilacqua lleva a los suyos a comer de menú a la playa de Castelldefels. Los edificios son un ejemplo de la arquitectura del horror playero de los años setenta y ochenta, del todo vale con tal de hacerse millonario de forma rápida, como si fuera un aluvión. Entrevistan a Consuelo, la viuda de Robles, en uno de los chalés desparramados por la ladera de la montaña que mira al naciente, de cara a la Bañera de Ulises. Salta a la vista que con un único sueldo de funcionario en la familia, el beneficiario es un claro candidato a estar empeñado la vida que le reste y dejar una herencia de deudas para terminar de pagar el préstamo. “Puedo decir que soy pobre, pero sin ese dinero extra, acabaría desahuciada, como tantos ahora”.- Confiesa ella a las insinuaciones de los investigadores que de buena forma podrían ser unos periodistas recabando información sobre desahucios y desahuciados en la actualidad.
La habilidad de Vila desmorona la defensa de Consuelo que le entrega el móvil con la imagen de la extranjera de las últimas llamadas. El escarnio surte de desamparo a la mujer abatida que admite la deslealtad de su pareja. El caso se despeña por las cloacas de la legalidad, el sumidero de los bajos fondos, el lado oculto de la ley. Sus sospechas cobran corporeidad y le duele que tenga que ser él quien escarbe en la herida abierta de un amigo y compañero. López le da el nombre del sargento Nuño destinado en Vilanova.
Antes de la medianoche, ya en comandancia, Virginia llama a la puerta de la habitación del brigada jefe. Mantienen una conversación en la que ella pone más, es la mujer quien le roba el escenario al protagonista. El autor nos sorprende con una escena en la que nada es lo que parece: “Vamos no te cortes. No soy ese verraco de Gil. Como dijo Kafka, admito la posibilidad de que algunas oportunidades sean demasiado buenas para aprovecharlas” Cómo no vamos a querer a este policía culto (por ende a su creador) que domina y mezcla los registros de la lengua para hacer literatura. He aquí un ejemplo perfecto de cómo una persona culta es capaz de mezclar a Kafka, quintaesencia de la progresía intelectual, con las expresiones más vulgares. Virginia le ofrece su confianza más allá de la obediencia, le reafirma su lealtad en una escena apasionante, pero sin tocarse, un amor platónico. El autor construye una escena conmovedora que tiene la virtud de emocionar al curtido brigada, más que un discurso patriótico antes de la batalla. Saber que puedes contar con alguien hasta las últimas consecuencias, cuando más lo necesites, va más allá del amor. En los encuentros a solas, lo que se calla es tan importante como lo que se plasma en palabras. Y el autor posee la cualidad de la complicidad, de decir sin decir: de verter “esos silencios hondos llenos de tantas voces” que dijera el poeta.
Los acordes patrióticos del himno de la legión le despiertan a las siete en punto de la mañana. Le infunden un chute de valor, no puede defraudar la confianza de los suyos, la fe ciega de Chamorro en el jefe.
El intendente Ruidavets pertenece a los jefes de la policía autonómica catalana. Se conocen de otro caso anterior. Se ha enterado por la sargento Balderas de que Vila está en Barcelona. Ella será el enlace entre las dos fuerzas del orden. Balderas entra en la policía a través de la Guardia Civil. Se pasa a los Mossos para evitar traslados forzosos. Dispone que sean Gil, un veterano, y Romero, joven especialista en artilugios electrónicos y redes sociales los que les echen una mano en lo que sea menester. Les pone al corriente del negocio de la prostitución en la zona. Permitida por tratarse de delincuencia de tono menor. Para la bien pensante sociedad no deja de cumplir una peculiar labor social, siempre que meta poco ruido.
Una vez echadas las redes y el amplio operativo desplegado, solo queda esperar que los peces vayan cayendo como fruta madura. A mitad de la novela Silva hace recapitulación del relato. Nos da a conocer un borrador en el que expone los diferentes frentes abiertos, como si fuera el esquema sobre el que la historia tiene que continuar y no perderse, que sirve a su vez de guía a los lectores. Así comprobamos que Bevilacqua está al frente de un despliegue que cuenta con Reinares y su gente en Logroño. En Madrid dispone de las agentes Salgado y Lucía entregadas al caso. Ellos en Barcelona, con la colaboración de Balderas que hace de enlace con los Mossos y toda la policía del país tras la pista del Seat León.
López le pone al corriente de Nuño. Hábil. No tiene nada a su nombre. Su mujer, tres apartamentos en Gerona. Cuenta con un Porsche Cayenne, el coche mastodonte que sirve para fardar y que gasta y contamina cuatro veces más que uno normal. En vista de las bajas por depresión que presenta en el trabajo, debe estar deprimido de continuo. Lleva una doble vida, una vida secreta que hay que sacar a la luz. La entrevista es la primera situación comprometida a la que se enfrenta el equipo. Se trata de un armario empotrado de más de un metro ochenta de altura. Chamorro le acorrala cuando se le ocurre decir que lo único que sabía de Robles era que echaba unas canás al aire, como cualquiera.
- ¿Cómo cualquiera? –indagó, con cara de colegial.
Tampoco se cree Chamorro que uno de sesenta nunca presumiera de una conquista brasileña de veinte. Comienza el baile. El Touareg rumbo a Castelldefels a toda mecha, Gil y Romero han descubierto a la chica. Por su Facebook averiguan que es brasileña y se llama Lucimara. Bevilacqua admite estar desentrenado de los viejos métodos, la rutina de los polis cutres: horas de vigilancia llenas de aburrimiento donde nunca pasa nada. Con buen criterio el autor vuelve a sacar partido de la parada narrativa para describir el entorno. En unas cuantas, breves y precisas pinceladas de luz y sombra negra nos informa - entre otras cosas - de que al arrimo de la montaña y el mar apenas queda espacio para tres hileras de edificios.
"Allí solo, a merced del mar y de la noche, tuve una sensación de desnudez que tampoco me pareció desagradable"
El mar. 1961-1970. Obra de Antonio López García
Un Mercedes recoge a las chicas a las diez de la noche, algo que ya suponían por el estudio de la hora y procedencia de los datos del móvil. Llevan pinturas de guerra, vestidas para matar o morir como en una representación de la tragedia. Bevilacqua confiesa que nunca le gustaron los clubs de señoritas de vida descarriada. Y eso que en su memoria se acumulan recuerdos de locales de alterne debido a las características propias de su trabajo. A menudo los negocios, por cuyo control la sociedad le paga el jornal, se hacen y deshacen en lugares oscuros, al menos ahora libres de humos, que impregnaban la ropa del aroma típico de la taberna durante días y días.
Chamorro es polifacética, maneja sus armas de mujer para franquear entradas a locales con gorilas dotados de pinganillos a la puerta. Sus conocimientos de geometría sorprenden al brigada jefe, los utiliza para adivinar trazados invisibles tapados por cortinas de color incierto, desvaído por los humos perpetuos de los tugurios de mala nota.
En el interior charlan con una jovencita española que les cuenta que Lucimara tiene éxito entre el personal masculino. El lado paterno de Bevilacqua le aconseja que deje esa vida. De la misma forma que aconsejaban a Don Quijote que abandonara su locura y regresara a casa: “No te quedes aquí, vuelve a casa. Hay otros mundos, pero no están en éste”.
"Tú que sembraste en todas
Las islas de la moda
Las flores de tu gracia,
¿cómo no ibas a verte
Envuelta en una muerte
Con asalto a farmacia?"
J. Sabina
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
5 comentarios:
Excelente. Esta es la rutina que marca Silva en la obra: desde el primer café y el trabajo continuo. Incluido esa comida de menú que el sueldo de un guardia civil puede permitirse...
Buenas noches, pancho:
Las fotografías excelentes. Esa es la luz del Mediterráneo.
La pintura de Antonio López, la miraré más despacio.
Lorenzo Silva, ha sabido llenar las 399 páginas que ocupa su novela.
Es un relato actual, en el que se reconocen los lugares descritos. Los personajes podemos convertirlos en otros parecidos de carne y hueso, y las situaciones son imaginables cuando la gente se mueve en según qué ambientes peligrosos.
Seguiremos hablando de Bevilacqua y Virginia Chamorro.
Abrazos.
Las relaciones personales del trío protagonista, especialmente de Virginia y Ruben destacan especialmente la capacidad de Lorenzo Silva.
Me gusta el personaje que encarna Virginia. Una mujer con carácter y que hace bien su trabajo.
¿Sabes? Leyendo la novela he aprendido un montón sobre las rutinas de la Guardia Civil, igual que las diferencias entre Guardia Civil y Policía nacional, que antes no las tenía muy claras.
Un abrazo
Esa playa encendida con la luz del atardecer es una obra de arte.
Bevilacqua no es un verraco como Gil. Los dos en la habitación, silencio, complicidad, amor platónico. En una próxima novela tal vez se rompa esto,tal vez Silva lo esté pensando...
Besos, pancho.
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