La Casa de las Conchas es la niña bonita de los monumentos salmantinos, la mocita guapa del barrio antiguo. Las conchas que adornan su fachada son lagrimas que resbalan por la tez morena clara de la piedra, labrada con mimo y precisión por las manos ásperas de los canteros antiguos. Cuando los astros se alinean, la luz se enamora de las conchas que asombran la pared. Las sombras se desparraman en tresbolillo por la superficie vertical como escorrentías de agua en una cristalera azotada por la lluvia.
Don Rodrigo Arias Maldonado –catedrático de la Universidad y miembro del Consejo de los Reyes Católicos – mandó construir esta casa a caballo de los S. XV y XVI para celebrar su enlace con María de Pimentel. Los repetidos motivos heráldicos del edificio nos recuerdan el vínculo entre las dos familias: la flor de lis de los Maldonado y las conchas de los Pimentel. El palacio perdió una de las torres en una de las dos reformas que sufrió durante el S. XVIII debido a un riesgo de desplome a causa de un problema de cimentación. Las dependencias interiores fueron recientemente remodeladas y adaptadas para albergar la Biblioteca Municipal. En el sótano, antiguas caballerizas, se habilitó una sala de exposiciones.
La Casa de las Conchas es uno de los edificios más hermosos de Salamanca. Enclavada al extremo de la calle de la Rúa, frente a la iglesia de los Jesuitas, llaman la atención del viajero las trece filas de conchas de la fachada del palacio plateresco. A la luz del sol, que dora sus piedras, proyecta sobre ella hilos de sombras oblicuas que parecen flechas.Y las ventanas, dos partidas en cruz y otras por finísima aguja en forma de ajimez, lucen en sus arcos y antepechos sus menudas labores de gentil bordado.
Y el patio es de veras primoroso también. Siempre que voy a Salamanca, le visito como a un viejo amigo. Ya nos conocemos los dos. Aquellos medallones elegantes y esbeltos, aquellas cinco lises del escudo de los Maldonados, antiguos señores de aquella casa encantada, la delgadez de palma de sus esbeltas y ágiles columnas, han oído más de una vez nuestras confidencias estudiantiles.
Y de nuevo me he asomado al pozo. Aquel patio céntrico tiene una quietud de siglos. Construido según lo más probable en 1512, él ha visto surgir la decadencia de la ciudad gloriosa. Por allí desfilaron los tricornios de cuchara y las amplias capas escolares del S. XVII. Cerca de los estudios, vecina de la escuela, la Casa de las Conchas, nos cuenta con su silencio sus enormes pesares. Recientemente ha presenciado silbidos y protestas. Hoy sirve de tercera en amores. En estas tardes de mayo, al toque de la oración, desfilan ante ella las buenas salmantinas, rezadoras y beatas. Detrás, los estudiantes toman posiciones en el patio de la Clerecía. Y de buena gana la casa solariega de los Maldonados cedería sus lindísimas rejas para esos coloquios que hacen inolvidable la mocedad en las horas de tristeza.
Publicado el 9 de junio de 1909 en la revista: Alrededor del Mundo
La puerta estaba abierta; llamamos, sin embargo, y no nos respondieron... ¿Qué hacer en tal apuro, sabiendo, como sabíamos por la fotografía y el grabado, que el patio era bellísimo? Perdone el Sr. Conde de Santa Coloma: el partido que tomamos fue colarnos de rondón en su casa, bajo la salvaguardia de nuestras buenas intenciones... Y ¡qué patio vimos! Su estilo podía calificarse de mixto de gótico y mudéjar; las líneas generales tenían más de mudéjares que de otra cosa; en las ventanas y demás pormenores predominaba lo gótico. De una o de otra suerte, todo era allí gallardo, primoroso y del mejor gusto, causando verdadero asombro la prolijidad y esmero de la ejecución. Baste decir que la dura piedra semejaba trenzados de cuerdas como si fuese cáñamo, y hasta calados de encajes, como si fuera lino… De buena gana hubiéramos llevado más adelante nuestra exploración; pero no nos atrevimos a tanto, y salimos de aquella interesantísima casa como habíamos entrado en ella, llenos de respeto a su carácter señorial y religioso, y de admiración a sus bellezas artísticas.
Pedro Antonio de Alarcón
Detalle de una de las rejas de estilo gótico.
6 comentarios:
Guapísima y se conserva muy bien.
Besos
Buenas noches, pancho:
Qué bonita te ha quedado esta entrada.
No sabía lo que era tresbolillo.
Qué bien trabajaban los canteros, desde los sillares a las filigranas; y las ventanas diferentes, con esos remates de forja de la primera planta.
Dos escritores de lujo,... bueno tres.
Un abrazo.
que trabajo tan bien hecho... yo la ví hace muchos muchos años, debería volver a verla para tenerla más presente.
biquiños,
sin palabras: muy chula la entrada y aún más, si cabe, las fotos ;-)
Reconozco mi debilidad por este edificio, que fue el primero que busqué en mi ya lejana iniciática visita a Salamanca.
Bello y original edificio. Me gustó mucho verlo in situ porque en imágenes lo había visto cientos de veces... Besotes, M.
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