jueves, 19 de abril de 2012

Sigo siendo el rey




Urtain 

Adaptación para televisión de la obra teatral coproducida por Animalario y el Centro Dramático Nacional, que narra la historia del boxeador, encarnado por Roberto Álamo, desde su muerte hasta sus orígenes. 

 En los años sesenta todo está por hacer en España. Sólo los hijos de un puñado de pudientes pueden seguir estudios más allá de los catorce años. A ellos se les une el grupo de jóvenes espabilados de las zonas rurales, que a menudo son captados por las congregaciones religiosas para ingresar en los seminarios y que los padres ven como un alivio y única manera de escapar a las extenuantes jornadas de sol a sol en los trabajos del campo, que con técnicas medievales daban para malvivir. Poco o nada importa que ya sólo puedan arrimar el hombro en los periodos de vacaciones. Franco cede las riendas del estado a los tecnócratas del Opus Dei. Ellos crean los polos de desarrollo que coinciden, con leves modificaciones, con los lugares en los que más industria hay en la actualidad y a la par ponen las bases del desarrollismo tardofranquista, que a nivel popular se sustancia en el seiscientos, la televisión con UHF en blanco y negro, el frigorífico, la lavadora y el teléfono de Gila en las casas. Todo ello actúa de efecto llamada. Provoca un éxodo masivo a las regiones periféricas y a Madrid, que consecuentemente va despoblando las zonas rurales de interior poco a poco, en una sangría que aún no se ha detenido casi medio siglo más tarde, dejando extensas zonas con tasas de población saharianas. 

 Para entonces, Urtain es un joven vasco, noble, rebelde y orgulloso que ha decidido aprovechar su fuerza extraordinaria y dedicarse al boxeo. Antes ha abandonado el seminario, el trabajo en los Altos Hornos y el levantamiento de piedras en su aldea y en las fiestas de los pueblos de alrededor. Más tarde no tiene más remedio que abandonar también a su familia porque su mujer, Cecilia, le fuerza a elegir entre volverse a Cestona con ella y los hijos o quedarse en Madrid. “En Madrid sólo hay gentuza” le grita. En ese momento representa el grito visceral del arcaísmo, del privilegiado que tiene miedo al contagio con el diferente. Para la gran mayoría; sin embargo, Madrid es la tierra prometida, la oportunidad para mejorar, la superación de la miseria que se sufre en las zonas rurales. La esperanza. 

 La adaptación de la obra para televisión se estructura como un combate de boxeo. El speaker del recinto es la voz narradora. Los asaltos numerados representan los capítulos de la biografía novelada del boxeador contada hacia atrás, como si fuera un flashback invertido. O los actos de una obra de teatro inversa. La voz narradora hace las veces de un locutor de radio, recupera la vida del personaje protagonista, cuenta los hechos al tiempo que los personajes los representan en el ring. Se trata de un juego ingenioso, un ejercicio narrativo nada fácil de definir porque no estamos acostumbrados a contar las cosas hacia atrás. Una utilización de los recursos antiguos para darle al producto un resultado innovador.

Maitena nos contaba en 2001 cómo habíamos cambiado en los 25 años  desde el nacimiento de El Pais:






El siete de mayo de 1957, en plena Feria de San Isidro de unos años con más crisis y miseria , Mingote  ya nos dibujaba así. Porque no nos engañemos,  aquí lo que importa esta semana no es que haya seis millones de parados, ni que los aviones de bajo coste despeguen de los aeropuertos españoles llenos de jóvenes emigrantes, sino  la Feria de abril de Sevilla y la semana de pasión del fútbol. Echen una ojeada  si no a los índices de audiencia de la Champion League y del próximo enfrentamiento en la cumbre Real Madrid-Barça.


En mayo de 1996 el diario El País publicaba el especial: El PAÍS 20 AÑOS. He recogido algunas palabras de un pequeño glosario de nuevos términos que iba cosido en su interior, obra de Alex Grijelmo. Con la perspectiva que dan los años -dieciséis en concreto- ya podemos hacer balance de los neologismos que tuvieron éxito y se consolidaron en la lengua o los que, por el contrario, cayeron en el olvido.

Gorrilla: Guardacoches ilegal. Se hicieron famosos en los años ochenta en Sevilla, pero los hay por todas partes. Con la crisis hay invasión de gorrillas "pidepelas". 

Pins: Antes fueron “insignias” o los elegantes “alfileres” de corbata. De Estados Unidos llegaron los pins, que hicieron furor durante los Juegos Olímpicos de Barcelona (1992). Son a la vez insignias y alfileres, y suelen mostrar motivos divertidos o anagramas de entidades o sociedades. La moda se va pasando. Ahora la gente busca imanes para pegarlos al frigorífico. 


Palabras en desuso o que pasaron de moda:

Hit parade: Los discos más vendidos, la lista de éxitos. En otro tiempo, esta palabra parecía tan imprescindible como ahora “best sellers”. Como ya casi nadie compra música porque la regalan en internet, tendrían que hacer un hit parade de los discos más pirateados de la semana o del mes. Sería un seguro trendic topic en el twitter.

Progre: Aún se dice, pero menos que entonces. Se trata del apócope de progresista, y se pronunciaba con sentido irónico. Un progre era aquella persona que se fijaba mucho en las apariencias del progresismo: la barba y el pelo largo (caso de varones), el pelo larguísimo y sin excesivos lavados, nulo maquillaje (caso de mujeres), la trenka, los porros, los símbolos guevaristas, el Guernica en la pared, el amor libre… Por dentro, en algunos casos, pervivían las herencias de aquella sociedad. Sobre todo en el último tema. Un progre ahora lleva un bulto como prolongación de la mano que le sirve para comunicarse con los de su especie, quedar y juntarse para luego,  nada importa que los termines de dejar, el caso es comunicarse. Gila y su teléfono se quedó pequeño ante tanta inmediatez y complicidad con el enemigo. 


Donde los reyes más goldwin meyers 
de la baraja 
chulean a Mortadelo con crecepelo 
de las rebajas. 
El niño de Scotland Yard 
torea regular 
y por consiguientes 
Sherlock Holmes se acompleja, 
para cortar las orejas
 hay que tenerlos como Torrente. 
Joaquín Sabina





 

Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

9 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Buen repaso a la historia y vocabulario de la época, aparte de tu estupendo análisis de Urtain, por supuesto... Besotes, M.

P.D. ¿Nos vas a contar tu viaje a París?

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Es un excelente balance, Pancho: contextualiza la obra y al personaje. Qué tragedia para una sociedad que tanto parecía cambiar... ¿lo ha hecho realmente?

María dijo...

...unos ingeniosos versos acerca de ese genial escritor cercano a vosotros:

María dijo...

el vídeo:

http://www.youtube.com/watch?v=9JPetrzX4FI&context=C4e8fd20ADvjVQa1PpcFOlmYOCz7Jln-rBaSoGyITMG76ko4iEyOs=

Abejita de la Vega dijo...

En esa época tan negra había ya algunos colores, algo se estaba gestando. Y como no conocíamos otra, no nos lo parecía. Nos la describes muy bien, con las pinceladas de las escasas oportunidades educativas que tenía un españolito pobre.

Urtain , en mi memoria, esde tele y país en blanco y negro. Cuando asomó el color, el rojo sobre todo, Urtain era un viejo recuerdo, ya no boxeaba.

Me ha encantado el glosario desfasado. Debo tener por ahí algún pin.

Besos

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

La obra de teatro de Cavestany narra la historia del boxeador que sea, pero no la historia de Urtain.
Hay una coincidencia en los nombres, en el boxeo, pero creo que hay muchas diferencias con la realidad.
En los últimos tiempos José Manuel Ibar era un hombre enfermo, deprimido y alcoholizado. Y arruinado.
En los momentos de lucidez, pues era inteligente y sensible, se daba cuenta de su soledad y situación en la vida.
Era un hombre vencido, derrotado. Sin las dos mujeres que había amado de veras, y sin sus hijos. Abandonado, sin dinero y cargado de deudas, que debían saldarse.
Desilusionado, por el engaño de aquellos amigos en quienes había confiado. Y olvidado por los aduladores y admiradores de los momentos de triunfo.
¿Quién le atosigó en las últimas horas, para cobrar? ¿Se saldaron todas las cantidades con su muerte?

Un abrazo.

Paco Cuesta dijo...

Combinación explosiva y edificante donde las haya, que hoy nos regalas.
Un abrazo

Ele Bergón dijo...

Que bien describes aquella sociedad de los años 7o que algunos nos tocó vivir y también el retrato que haces de Urtaín que con sólo ver la obra, que aunque es magnifica, hay matices que se pierden del personaje real y que tú lo dejas muy bien marcados aquí.


Un abrazo

Luz

Myriam dijo...

Excelente esta contextualización histórica que nos brindas, Pancho. Como te dice Paco, junto con Maitena y etc es una combinación explosiva.

La ilustración de Mingote del torero con la pelota es sencillamente ¡genial!

Besos