jueves, 23 de febrero de 2012

La razón y el deseo

"Los clérigos son acérrimos partidarios de Santa Cruz"



SONATA DE INVIERNO (2)
MEMORIAS DEL MARQUÉS DE BRADOMÍN. VALLE-INCLÁN


Fray Ambrosio afirma que el seminarista recién llegado daría más que hablar que Don Ramón Cabrera si contara con una partida de cincuenta hombres. La conversación se desliza por terrenos de táctica militar. Convienen en que el valor es más productivo con organización y disciplina, pero concluye en que si contara con mil hombres a su mando, aseguraría la victoria de la Causa. Se enredan en preferencias de grandes líderes carlistas: Zumalacárregui o Don Miguel Gómez. Bradomín interviene para zanjar la discusión: “El mejor general es la ayuda de Dios”. Y Valle se luce a continuación en la descripción del ambiente de una sacristía en la que ocurren muchas cosas: “Las campanas dejaron oír su grave son, y el viejo sacristán se levantó sacudiéndose la sotana donde el gato dormitaba. Entraron algunos clérigos que venían para cantar un entierro. El seminarista vistiose el roquete, y el sacristán vino a entregarle el incensario: el humo aromático llenaba el vasto recinto [...]”

Fray Ambrosio le recuerda al Marqués que fue su maestro de latín en el Monasterio de Sobrado y como no se cree el cuento de su conversión e internamiento en el convento, el autor nos da a conocer los principios de su escritura. Sus escritos son literatura y bien poco tienen que ver con la realidad. La realidad es para vivirla, no para escribir ficción. Si acaso, realidad pasada por el genio creador del autor como si se tratase del Discurso de las Armas y las Letras de Don Quijote.


"Eran Lanceros Castellanos que volvían de una guardia fuera de la ciudad"

Como había nevado en Estella, Bradomín no puede rechazar la invitación de alojamiento en su casa que Fray Ambrosio tan generosamente le ofrece. Recorren el viejo empedrado de las calles de la ciudad leal, “arca santa de la Causa”. Antes de llegar se hacen a un lado para dejar paso a los Lanceros Castellanos, descendientes de los garrochistas del campo charro salmantino que aprendieron a alancear guiando toros bravos. Dejaron su oficio y se unieron a Don Julián Sánchez y a los aliados en su lucha contra Napoleón en estas tierras. Su estampa legendaria brilla como los Dragones franceses en la Plaza del Zocodover de la ciudad de Toledo. Gustavo Adolfo Bécquer ya nos lo había contado en la leyenda El Beso antes que Valle-Inclán. Prodigio de expresión sonora: “Entre el cálido coro de los clarines se levantaban encrespados los relinchos, y en el viejo empedrado de la calle las herraduras resonaban valientes y marciales, con ese noble son que tienen en el romancero las armas de los paladines”.

El autor nos transporta de la quimérica estampa y legendario esplendor de los Lanceros de Castilla a la gruñona “lengua de escorpión” del ama de llaves, que franquea la puerta a la pareja de frailes, y se ganan un rapapolvo por ponerle perdido del barro de las botas los suelos recién fregados, limpios como el jaspe.

Bradomín se desviste de su hábito y deja ver otro “zuavo pontificio” que tapó para escapar del maldito Cura Santa Cruz, por el que los frailes sienten verdadera veneración. Fanático del Carlismo auténtico, camisa vieja de la Causa desde los albores de la Primera Guerra, no esta “farsa de masones actual”. Le ofrece una onza de oro para que le acerque a los aledaños de la Condesa Volfani.

Es un día triste de lluvia en la Ciudad Santa del Carlismo. De la calle llegan las ráfagas de aire y agua que golpean los cristales. El toque monótono de las campanas que convoca a la novena y las cornetas que marcan el ritmo de las actividades de los cuarteles se desvanecen tras las ventanas de las casas. Los huecos de la Plaza vacía se agrandan azotados por la lluvia. Dos soldados chorreando se apresuran a cruzarla.



"El Cura ahora nos cuesta la pérdida de Tolosa"

Bradomín
tiene cita con el Rey a quien presenta sus respetos. Ante el reproche de no haber fusilado al Cura Santa Cruz, le repone que su actitud les ha venido bien porque ha dividido a las tropas republicanas al tener que atender dos frentes. Saluda al Obispo de la Seo de Urgel, altivo como los obispos feudales. Temiendo el castigo de un sermón del prelado por la historia que de su vida ha contado a los clérigos, le da la razón como a los tontos. Comen ambos a la mesa frugal del Rey que claramente ha fracasado en la promesa que su abuelo, El Bearnés, hiciera a sus seguidores de comer gallina con frecuencia: quimera de poetas.



"Y, después de llover,
Un relámpago va
deshaciendo la oscuridad
con besos, que antes de nacer,
morirán.
Ayer Julieta denunciaba a Romeo,
Por malos tratos, en el juzgado,
cuando se acuestan la razón y el deseo
llueve sobre mojado!"
Paez/Sabina.





Las tres ilustraciones de la entrada están tomadas de esta página.

Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde
La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

6 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Todo es, en efecto, esplendor de opereta con mucha palabra y mucho uniforme. Tardará en entrar la guerra, aunque entre, pero de aquella manera.
Cómo retrata este mundo de Estella Valle.
Por cierto, qué lujo de ilustraciones has localizado.

Paco Cuesta dijo...

El seminarista tratado de excelso capitán y el cura de Santa Cruz perdonado por su utilidad. Paradojas

Ele Bergón dijo...

Volveré a tu antento análisis cuando empiece a leer esta última Sonata. La tengo que intercalar con "El ruedo ibérico" que acabo de empezar y ya se nota en Valle todo esto de los curas y la iglesia.

Besos

Luz

Abejita de la Vega dijo...

El enlace del cura Santa Cruz he de estudiarlo bien, cuántos santacruces en este país, qué cruz. Gente más papista que el Papa, aquí más carlista que el rey carlista.

Cómo te sale la vena quijotesca, cuando escribes:

"La realidad es para vivirla, no para escribir ficción. Si acaso, realidad pasada por el genio creador del autor como si se tratase del Discurso de las Armas y las Letras de Don Quijote"

Un placer leerte. Besos

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Me divertí imaginando la escena de la entrada en la casa a Fray Ambrosio y a Bradomín, con los zapatos embarrados, y al ama vociferando al patrono y al militar.
Y luego, de regreso, olvidado el malhumor, sonriente y cargada con las bandejas de chocolate-soconusco irresistibles, haciendo recordar al Marqués sus años infantiles cuando lo tuvo en su regazo, en casa de la abuela donde su hermana Micaela la Galana trabajaba de doncella.
Tomaremos chocolate.

Un abrazo

P.D.: Doy publicar el comentario, y...¿Será posible? ¡Pues no pide que demuestre que no soy un robot!
y manda que escriba las dos palabras que no hay quién las lea.
¡A ver!

Myriam dijo...

¿Cómo no se iba a enojar la pobre vieja si se había dejado el lomo limpiando ese piso?

Gracias por todos los enlaces, que me sirvieron mucho para entender más la historia. También recordé "EL Beso" al leer esta parte.

Un abrazo