domingo, 4 de diciembre de 2011

La muerte en una esquina

"En la explanada gatos y ratas se disputaban pestilentes residuos a la escasa luz de los reverberos"


RIÑA DE GATOS.
EDUARDO MENDOZA. (12)

Paquita se siente abrumada por la serie de acontecimientos en los que se ha visto envuelta. Su virtud perdida en brazos del inglés, la condena del clero, el altercado de la conspiración de generales, el mutilado subido en el muro, el registro en busca del intruso y el odio que desprendía la mirada de su hermana Lilí, no le han permitido pegar ojo durante la noche. El cúmulo de sucesos se completa con la tristeza que trae consigo la mañana. “Ya tenía puestos el abrigo y los guantes y el bolso en la mano cuando la doncella entró en la alcoba”. Le anuncia que la Toñina con su bebé a cuestas está en la casa. Viene a comunicar que se va a Barcelona y que advierta a AW de que los rusos lo quieren matar. El ejecutor debe ser Higinio junto a otros camaradas esa misma tarde. Ella tiene encomendado guiarle hasta la Puerta de Toledo, pero como no tiene agallas, se abre. Sólo le ruega que no denuncie a la policía, Higinio es como si fuera su padre.

AW le pide a Guillermo que le arregle una cita con Jose Antonio para esa misma tarde. No puede ser porque hay junta general del partido y nadie sabe dónde está. En el Hotel ya no le recibe la Toñina y eso aumenta su malhumor. El recepcionista le informa de que alguien con acento extranjero ha dejado una dirección con una hora de cita cerca de la Puerta de Toledo.

Paquita era la mayor de cuatro hermanos. Ha dedicado su indudable talento al servicio de los suyos. Contaba con el apoyo de su padre pero eso constituía un demérito en un ambiente tan tradicional. Confiesa a Lilí su dilema entre el amor imposible de Jose Antonio y su entrega al inglés del que está enamorada. Reconoce que su prejuicio a vivir en Londres con un sueldo de profesor es mayor que el amor. Entabla una conversación sincera con su hermana, de mujer a mujer. Hermanas y enamoradas del mismo hombre, hecho que Paquita ignora. Acuerdan que en este momento es hora de velar por la seguridad de Anthony, enamorado de Velázquez, cuya vida corre peligro en Madrid.

La conversación entre Franco y Jose Antonio es un fiasco, una pérdida de tiempo. Aquel es también gallego y no quiere saber nada de señoritingos, pero tampoco romper relaciones con quien pueda ayudarle. De su cuñado, Serrano Suñer, le atraen sus buenas relaciones con el Conde Ciano y con Jose Antonio.

El enano Don Sebastián de Morra. Velazquez

Los acontecimientos se precipitan debido a la “intersección de los múltiples factores implicados en el caso, en parte al ambiente de temor y violencia imperantes en toda España y en parte, a una desafortunada conjunción de errores y coincidencias”. AW se dirige a la cita sin saber con quién. En el metro de Sol despista a dos agentes de DGS, algo que no consiguió con el veterano de la Guerra de África, capitán Coscolluela, a cuyo riñoneo cojitranco de mutilado nos habíamos ya acostumbrado.

Guillermo del Valle, el joven pistolero falangista hermano de Paquita y Lilí, se entera en la guarida falangista de que Jose Antonio no puede acudir a la reunión del Comité Central porque una vez que la entrevista con Franco ha sido un fracaso, las decisiones a tomar requieren reflexión. No conviene precipitarse por su obvia gravedad. A Guillermo le corre prisa comunicar a AW que la cita no será posible. Se dirige al hotel acompañado de dos camaradas. Allí tiene lugar una escaramuza a tiros con los dos guardias que seguían al extranjero. Guillermo cae atravesado por una bala que rompe el cristal de la puerta giratoria del hotel.

Mientras tanto, Higinio Zamora Zamorano, junto a dos más de mirada torva con visera y un enano sacado de los cuadros de Velázquez están esperando la llegada de AW en un almacén de La Arganzuela para darle mulé cumpliendo órdenes de Kolia. Higinio no tiene entrañas de asesino y le ayuda a escapar.


"Anthony reconoció al inconfudible Chévrolet amarillo "

- ¡Cortarle
la retirada! ¡Yo miro debajo de los chasis! – se oyó gritar al enano-. En la explanada con olor pestilente a pescado caducado, las puertas abiertas de un Chevy amarillo significan su salvación. Negrita
Dos médicos que oyen los disparos atienden al herido. Está muy grave, pero aún con pulso. Una ambulancia le lleva al hospital. El Duque y Paquita se presentan en coche en el lugar de los hechos. A la insinuación del Duque de que hay dos responsables, Gumersindo Marranón le responde que efectivamente los hay: “El que entregó una pistola a un chico de dieciocho años y el que puso el dinero para comprarla”. El Teniente Coronel defendiendo a sus hombres y aguantando la mirada del padre del herido. Sólo Dios puede salvarle – afirma el cirujano-.

Paquita reza. Antes había estado con Jose Antonio en su casa, entrando en la espiral del pecado del Padre Rodrigo, no sin antes echarle en cara al político “las chicas del Ribombín”. A cambio le convence de que debe ayudar al inglés y ahí tenemos a la pareja bajando del Chévrolet amarillo y hablando entre risotadas y carcajadas ayudadas por una botella menguante de whisky. AW le cuenta su teoría disparatada de los sucesos que a él le ocurren y la historia de España. En ella identifica a Jose Antonio con Kolia. Según él la falange es la mejor excusa para la dictadura del proletariado. Unicamente el miedo de Stalin a enfrentarse a las democracias occidentales, Inglaterra y Francia, impide una intervención para echar abajo el gobierno. Moscú decide apoyar la República. La prioridad es Hitler; los asuntos secundarios se aplazan. Ninguno de los dos puede contener las carcajadas; la corriente de simpatía entre ellos fluye más intensa. Una llamada telefónica al político interrumpe las carcajadas.



"Una noche que andabas desarmao
La muerte en una esquina te esperó,
Te pegaron seis tiros descaraos
Y luego desangrao
Te ingresaron en el piramidón"
J. Sabina




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Al leer tu comentario, he repensado la forma de caracterizar a Franco y a José Antonio: se hace evidente que no podían ponerse de acuerdo. Tampoco lo hicieron en la historia: Franco usó a la Falange a su antojo.

Abejita de la Vega dijo...

La entrevista de Franco con José Antonio me la imagino como una que inventa el genial Forges en "Historia de aquí".

Franco se entrevista con Hitler y como tópico gallego le contesta on otra pregunta: ¿Y esto por qué me lo dice? ¿Y eso por qué me lo pregunta? Hitler se desespera y lo deja por imposible.

Es muy poco creíble esta parte final del libro, es un disparatorro histórico que nos dedica el guasón de Mendoza. También se lo dedica a sus colegas vendedores de tochos, pienso.

Por Dios, Pancho, métele ya en el tren.

Me gusrdo tus gatitos, el mío desapareció, pobre Milo.

Besos y feliz semana intermitente.

Paco Cuesta dijo...

En principio pensé que el título no venía a cuento luego he comprobado que riña y gatos están en su sitio.