jueves, 13 de agosto de 2009

Sancho se lo piensa




Ilustración de la edición de Joaquín Ibarra, Madrid, 1780


CAPÍTULO 2.10

Empeñado como está Cervantes en otorgarle credibilidad a su novela en este comienzo de la segunda parte, nos señala las dudas que se le presentaron a Cide Hamete Benengeli relativas a la publicación de la historia que sigue por increíble. De lo que no podemos dudar es de la veracidad de lo aquí escrito "porque la verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua."

De camino a Zaragoza se encuentra el Toboso, villa que alberga a Dulcinea a quien DQ y S no fueron capaces de localizar tras una noche completa de deambular por sus calles. Una vez fuera, S accede a volver al pueblo, esta vez de día, y dar cuenta al regreso de lo observado con todo lujo de detalles. También él sufre del corazón de avellana que se le ha quedado a su amo, montado sobre Rocinante y apoyado en su lanza.

Una vez a solas, S cae en la cuenta del riesgo que supone entrar en el Toboso a "sonsacarles sus princesas y a desasosegarles sus damas". El sabe por experiencia cómo se las gastan en La Mancha. Por consiguiente, pueden más sus temores que la palabra dada a su amo. Sopesó los riesgos, puso en la balanza los pros y los contras, decidió ahorrarse el regreso a la villa y presentarle a cualquier labradora en lugar de Dulcinea.

Tanto le placen a DQ las buenas nuevas que S le trae a la vuelta del supuesto regreso al Toboso que, generoso como él sólo, le promete las crías de las tres yeguas que dejó en el Prado Concejo de la aldea. 


Tres jóvenes labradoras que por aquel camino caminaban montadas en sus burros hacen de Dulcinea y sus doncellas. Como tales se las presenta S a su amo. Éste no hace otra cosa sino achacar al maligno encantador que no sólo " ha puesto nubes y cataratas en mis ojos, y para ellos y no para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de una labradora pobre" también la privó del supuesto buen olor de las princesas que le "encalabrinó y atosigó el alma".

A duras penas puede S contener la risa por la facilidad con que es capaz de engañar a la ingenuidad de su amo. Las tres aldeanas son de armas tomar. La que hace de Dulcinea se revela dura de roer y excelente jineta. El burro la tira, se levanta y de un brinco se pone a horcajadas de nuevo, privando a DQ incluso del consuelo de notar su tacto al no permitirle la ayuda del hidalgo que había acudido solícito a ofrecerse. Esta privación no es obstáculo para que DQ se imagine correspondencias de pelos rubios de un lunar en el labio superior con otro en la tabla del muslo "porque ninguna cosa puso la naturaleza en Dulcinea que no fuese perfecta y bien acabada."



Este comentario pertenece al grupo de lectura del Quijote que coordina y dirige desde La Acequia el profesor D Pedro Ojeda Escudero y ya ha sido publicado en la misma.


7 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

¡Pobre nuestro Quijo! qué decepción se ha llevado pensando que su visión de la "princesa Dulcinea" no era más que una aldeana "cariredonda y chata" ¡además oliendo a mil demonios! Cuando SU Dulcinea era PERFECTA. ¡Pobre! Besotes, M.

pancho dijo...

Merche: Ahora el encantamiento no está tan claro como en la primera parte. Cervantes lo deja todo mucho más ambiguo. El ve la realidad, pero quiere ver princesas y doncellas. Sancho se vale de lo que sabe de su amo para hacerle ver lo que a él le interesa. No quiere nuevos manteamientos. Lo que más le duele a DQ es que Dulcinea no le permitiera ni un roce.

Anónimo dijo...

Buenos días, pancho:

Voy a contradecirte:"...lo que más le duele a DQ es que Dulcinea no le permitiera ni un roce".
Creo que DQ no pensaba en "roces" de ningún tipo. Amaba "la idea" de Dulcinea. Y no necesitaba ir más allá.
¡Qué práctico siempre Sancho!. Y qué exacto en lo del "corazón de avellana".
¡Qué derroche de psicología en Cervantes!.

Saludos. Gelu

Merche Pallarés dijo...

Pues estoy de acuerdo con GELU, no creo que Quijo quisiera "roce" porque sabía que no estaba a la altura. Me parece que Cervantes se deshizo de este capítulo con mucha maestría, como siempre porque era un GENIO. Besotes, M.

Abejita de la Vega dijo...

Don Quijote es, más que nunca, el de la Triste Figura.No quiere ver lo que ve y su corazón está encogido, encogido, como una avellanita.Sancho es ahora Frestón, el encantador.
Un abrazo.

Antonio Aguilera dijo...

El morito de las berenjenas, o sea, el mismo Cervantes, no està seguro si tanto disparate como escribe en este cap. serà creìble por los lectores: por ello hace la advertencia inicial.
En cap. anteriores recurre a lo de apòcrifo: recursos para ¨mantener el interès del lector.

He soñado con las tres crìas de yeguas en el prado del Concejo.
Seguro que estarìan mass fresquitas que acà las Còrdobas.

Lo que no le gustò a don Quijote fue el tufillo a ajo de la encantada Dulcinea, ni los largos pelos del lunar de la "rabaìlla", jajaja. Vaya princesas que busca Sancho.

Un comentario muy currado el tuyo, querido Pancho.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

La risa se le cortará pronto, ya lo verás...
Un abrazo, de vuelta.