jueves, 8 de diciembre de 2016

Niebla (6) Miguel de Unamuno. Un cielo lleno de estrellas.







 "¡[...] Vio el incendio de un ocaso sobre un tejado y alguna vez destacarse sobre el oro en fuego del espléndido arrebol el contorno de un gato negro sobre la chimenea de una casa!"

Niebla (6) 
Miguel de Unamuno 


Unamuno repite la misma estructura en bastantes capítulos. El capítulo dieciocho es una buena muestra: primero un diálogo vigoroso entre dos personajes y el comentario que al protagonista le sugiere lo que acaba de vivir, la rumia intelectual de Augusto desconectado de la realidad, divagando sobre los hechos y trazando una realidad paralela en su pensamiento. En este caso se trata de Rosario, la chica que pasa de vez en cuando por su casa a plancharle la ropa. Rosario es una joven que conjuga la voz y la mirada, serenas y claras las dos. Normalmente despacha con Ludivina. ¿Qué hará esta señora además de enredar? Bueno, ahora tiene el trabajo añadido de Orfeo, que no es moco de pavo aviar a un perro de casa, perfecto para no acabar el día desocupada. Hoy le dice que espere al señorito que estará a punto de llegar. Augusto le sugiere que es mejor que se olvide de lo del otro día, seguir con aquello es una locura por el desorden de emociones que le provoca. No sabía lo que hacía, pero la arrima, hasta sentir que tiembla como las hojas de un chopo mecidas por la brisa fresca. La sangre hace surcos por las venas, acelerada por los arreones del corazón. Aunque ella rompe a llorar, Augusto no le hace mucho caso, ya solo piensa en emprender el viaje definitivo y la separa. Un miedo primitivo se le agarra a las entrañas, tiene miedo de ella y de la mediadora, Ludivina, que le encanta meter las manos en los sacos de legumbres a escondidas del tendero de la esquina, como a Amelie. El gran Galeoto, la sociedad, la Celestina enredadora, todo influye. Se abalanza sobre ella y la besa sin besar, le da un beso seco moviendo la cabeza. La echa de casa, a vivir al puerto seco. 



¿A París y con mujer? ¡Eso es como ir con un bacalao a Escocia!

A solas con Orfeo elucubra sobre la verdad y la mentira. La única verdad es el hecho fisiológico, contarlo es ya mentira, porque “el hombre en cuanto habla, miente.” Miente más que habla, hablar es mentir, ya lo dice la sabiduría popular que es sabia. Unos lametones de Orfeo, más húmedos que los besos a Rosario le sacan de los abismos personales. Orfeo no miente porque no habla. La palabra se hizo para revestir la verdad con sensaciones exageradas. “Todos personas, todos caretas, todos cómicos” que representan un papel en el teatro de la vida. Y se van a cenar, que el hambre existe como existe la última tierra. 

La Amelie trotaconventos de Eugenia es su tía Doña Ermelinda. Se presenta en casa de Augusto con un recado, lleva la misión de pedir perdón por la no aceptación de la retirada de la hipoteca. Ahora la sobrina acepta el regalo, pero sin ningún compromiso. Las gracias y basta, que los hombres son todos unos brutos. Augusto parece enfadarse con la ofensa, no es que rechace las excusas, pero él no es sustituto, ni vicenovio, ni plato de segunda mesa, ni un piano. “Aquí hay otra, no me cabe duda; ahora sí que lo reconquisto” se conjura Eugenia para la reconquista cuando su tía regresa con las novedades de la entrevista; la rebeldía de Augusto que proclama su “yo soy yo” personal. 

Ella ya no es imprescindible, “lo que sobran son mujeres.” A ella le debe su despertar al deseo, pero ahora está también Rosarito y su inocencia maliciosa, nueva edición de la Eva eterna. Ella lo ha bajado a empujones de lo abstracto a lo concreto, a amar lo propio, a rechazar los Mac Donalds y a ponderar la comida casera, el tradicional plato de cuchara. Valora más los muebles enteros,  hechos con paciencia por carpinteros locales y desecha los pasillos interminables de los almacenes de muebles nórdicos, a medio hacer. 



"Así jugamos también los mayores. ¡Tú no eres tú! ¡Yo no soy yo!"

Con el corazón encendido por ardores revolucionarios y la autoestima inflamada hasta el techo, sale a la calle a darle espacio, a gritar a los cuatro vientos la rebeldía, a proclamar la independencia en un cielo lleno de estrellas de Coldplay. Pero la realidad de la calle le baja los humos, el cielo sobre la cabeza pesa demasiado. En la calle la gente va a lo suyo, indiferente a sus divagaciones y existencia. El yo soy yo se va achicando y achicando hasta replegarse en un rinconcito reducido a la mínima expresión. Entre la muchedumbre el yo se diluye en una sombra, en un fantasma que no se siente a sí mismo, como el crepúsculo que se extingue a la espera de la noche que nunca acaba. “Empezó a recorrer la noche como un sonámbulo.”



'Cause you're a sky, 'cause you're a sky full of stars 
I wanna die in your arms 
'Cause you get lighter the more it gets dark 
I'm gonna give you my heart

Coldplay






Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


5 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

¡Coldplay! Esto sí es un giro.
Me ha gustado mucho tu visión de la estructura reiterada de los capítulos de la novela. Unamuno jugaba con esto, sin duda, para gestionar el ritmo de lectura y profundización. ¡Y cómo extrema algunas actitudes!

La seña Carmen dijo...

Comparar a las mujeres con muebles, en fin, en fin... :-).

Abejita de la Vega dijo...

Lo del bacalao es tan vulgar como el chiste del que se lleva las gambas a Huelva. El señorito con la chica de la plancha. Eugenia que claudica para luego poner pies en polvorosa. Un folletín destilado para metamorfosearlo en novela de las grandes. La filosofía al final, después de la cáscara.
Pancho con Mac Donalds e Ikeas.Si se entere con Miguel...
Un placer entrar en esta tu casa.

Abejita de la Vega dijo...

Si se entera don Miguel...Un abrazo.

Gelu dijo...


Buenas noches, pancho:

En el fondo, don Miguel sabía de la labor de comadre, y no faltan las medio celestinas en la nivola, ni tampoco el desfile de consejos y consejeros.
Eugenia, es un personaje que no me gusta en absoluto. No entiendo que no disfrutase con la música y que diera clases de piano.

Abrazos.