martes, 29 de noviembre de 2016

Niebla (5) Miguel de Unamuno. Hambre de la última tierra.





¿Y qué es eso, qué es nivola?


Niebla (5) 
Miguel de Unamuno 

Augusto cambia el humo con olor a cera de la iglesia de San Martín por el ambiente enrarecido del humo lento y alto de los habanos y cigarros del casino provinciano. De niebla en niebla. Esa noche Augusto no tiene rival en la partida de ajedrez. Enfrente no hay concentración, Víctor está en otra cosa. Salen a la noche clara, enchinarrada de estrellas unamunianas, hablan mientras pasean. El pensamiento enredado en los conflictos conyugales. Augusto se hace de nuevas cuando Víctor le dice que lo obligaron a casarse  muy joven a causa de un desliz. Sorprende la edad de Víctor, cinco años mayor que su amigo cuando todo hacía indicar que el discípulo prologuista fuera más joven. Andando los años y no venir los hijos comienzan los morros y los reproches mutuos: Que si “tu no sirves y quien no sirve eres tú” Que si el manso eres tú que yo soy bravo como la lumbre y así todo. Resumiendo: enemigos uno del otro. 

Después de una porción de años intentándolo de todas las maneras, se calman y se resignan. “Nos habituamos uno a otro, nos hicimos el uno costumbre del otro.” Entran en un periodo revolucionario de regularización de la zafra, allí todo está pautado, como intervenido por rígidos protocolos intocables. Obligatorios planes quinquenales, atados de pies y manos a la monotonía inalterable del reloj de arena. Con el fin de aliviar la culpa ante la incapacidad de regenerar la raza humana, adoptan un perro; pero los perros mueren antes que los amos y es tal la pena que los inunda que determinan no querer más perros ni cosa viva ninguna. Deciden huir de la muerte, esconderse de ella para ver si la parca se olvida de ellos. Esta reflexión que es normal en los tiempos que corren,  debió ser adelantada para su época. Se dedican a cuidar muñecas peponas, mudas del todo y que no dan un ruido, además al comer no se le atraviesan huesos en la garganta. 

Doce años más tarde Elena se queda embarazada. La naturaleza les juega una mala pasada; les rompe la paz, resurgen los desencuentros, las cañas se vuelven lanzas y aparecen los vómitos como una de las molestias anejas al estado interesante. Hace ya una semana que no sale de casa porque le da vergüenza, teme que la miren y le hagan corro los muchachos como a la estantigua de don Quijote al entrar en las aldeas. Antes de separarse, Víctor le aconseja que se piense bien lo de casarse con la pianista. Y antes de acostarse comenta con Orfeo todas las incidencias de un día ajetreado en el que le han acusado de querer comprar el cuerpo de la dueña por pagar la hipoteca de una desahuciada, ya ni caridad le dejan hacer los centinelas de la rectitud moral. Y además le han aconsejado que se case y que no se case.





"Si hubiera venido... el nene o nena, lo que fuera..."

Doña Ermelinda entra en escena para intentar espantarle  a su sobrina los pájaros de la cabeza. Eugenia le explica los planes con su novio: Mauricio ya cambiará si me ve trabajar de pianista. Una vez aliviada de la carga de la hipoteca, trabajará con más ahínco y si no cambia, no pasa nada; el dependerá de ella y cuanto más dependa de ella, más suyo será. Al fin y al cabo ella también tiene derecho a comprar un hombre. 

Para entonces Augusto ya está en otra guerra, su generosidad es transversal y trascendente. Renuncia a la mano de Eugenia y se compromete a buscarle un trabajo a Augusto para que no digan de él que es un mantenido. Luego hace de profeta descarriado que lanza una premonición fatal para él y para la historia: “Emprenderé un largo y lejano viaje.” Se quitará de en medio para dejar de estorbar. 

Eugenia quiere apretarle las clavijas a su Mauricio en el cuchitril de su madre la portera, pero es duro de roer. Ella cede un poco, ya se muestra dispuesta a seguir trabajando si Mauricio accede a casarse, pero tampoco cuela. Solo hay una cosa peor que trabajar y es que digan por ahí que Mauricio Blanco Clara (blanco nuclear) vive de su mujer. ¡Qué humillación! Así que le propone que ella acepte al panoli de Augusto y ellos a pegarse la vida padre. Esta salida de pata de banco es un bajonazo infame que la deja sin resuello, hecha un Orinoco de lágrimas. A Mauricio el sofocón le dura bastante menos. Sale a la calle con el cartel de libre a la solapa, convencido de su poder de seducción con las mujeres, un don Juan Tenorio empedernido, consciente de que Eugenia le va a poner de patitas en la calle como le comenta a su amigo Rogelio





"Di tú que he sido"

De vez en cuando aparecen en la novela personajes secundarios de breve recorrido, una sola intervención es suficiente. Una suerte de personajes tomados de la vida real que son descendientes directos de Rinconete y Cortadillo, dotados de un fascinante instinto darwinista de supervivencia, imprescindible para sobrevivir en el patio de Monipodio. Don Miguel los saca a la palestra para denunciar la golfería que impregna amplias capas de la sociedad. Ya nos ha presentado a Mauricio, un ejemplar único que emplea todo su tiempo en estudiar para el escaqueo. Ahora lo hace con don Eloíno Álvarez de Alburquerque y Álvarez de Castro, hidalgo tieso como la mojama que vivirá cien años porque siempre huyó del trabajo que desgasta como el diablo de la cruz, a pesar de su alojamiento en precario, tampoco vamos a pedir “gollerías ni canguingos en mojo de gato” por cuatro pesetas. Lo rubrica Augusto enfundado  en su  máscara de héroe: “Sí, sé de más de uno, amigo Víctor, que se ha casado nada más que para que el Estado no se ahorrase una viudedad. ¡Eso es civismo!” Todo esto para introducirnos uno de los pasajes más famosos y más ampliamente citados de Niebla y quizás de toda la producción literaria de Miguel de Unamuno. (Cuánto escribían estos autores para tan pocos lectores como tenían). Cómo se escribe una novela en pocas palabras. El proceso de escritura de una nivola, relato metaliterario basado en mucho diálogo porque es lo que quiere leer la gente del común. Las descripciones, las paradas narrativas son paja: “Solo el dialogo, no es paja.” Como ocurría en la subliteratura que frecuentábamos: las novelas del oeste o las novelas de amor de Corín Tellado,  verdaderos bombazos literarios con un mercado subterráneo de intercambio popular y espontáneo. Y si hace falta, para darle un interlocutor a un monólogo se inventa un perro mudo.

Caminito de Santiago, 
enchinarrado de estrellas,
tus peregrinos se mueren
de hambre de la última tierra
Miguel de Unamuno/Nino Sánchez






Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

7 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me gusta mucho cómo has trabajado esa niebla del casino provinciano. En efecto, a veces la niebla está donde menos uno se la espera y asalta a los personajes como este Víctor, que nos parecía tan formal. Y qué descubrimiento -para mí- Nino Sánchez.

La seña Carmen dijo...

Ir de consejo en consejo, y al final terminar hablando con el perro, para que le dé un consejo postrero.

¡Qué grandes momentos nos ha dejado la literatura y el cine cuando dos amigos se ponen a caminar por la noche!

Ele Bergón dijo...

Creo que el perro es un personaje muy importante en la novela aunque parezca que es secundario y es que en esta nivola, todo se confunde porque al autor, soñador de los personajes que también tienen sus sueños, le interesa confundirnos para que nos perdamos en la niebla de nuestros propios pensamientos.

Besos

Luz

Abejita de la Vega dijo...

El humor de Unamuno es un humor serio, de sonrisa burlona que no de carcajada. La historia de Víctor y su mujer Elena tiene mucha guasa, como diría un andaluz. El serio prologuista...
Por no hablar del perro Orfeo.
Mucha niebla en el cariño.
Un placer compartir tu lectura.
Besos.

Abejita de la Vega dijo...

Era el casino pero el cariño también puede encajar. Corrector de mis pecados.

andandos dijo...

No conocía a Nino Sánchez, claro. Sí que leí, seguramente más de las que recuerdo, novelas de Silver Kane y Marcial Lafuente Estefanía.

Gracias por esta entrada, que ya había leído cuando la publicaste.

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Me ha encantado esta lectura colectiva de ‘Niebla’. Unamuno, consigue en unas líneas, presentarnos los personajes bien retratados con su carácter y sus pensamientos más íntimos.
Al final, la manera de todos de capear la vida, y “la ayuda” del destino. Este último, con la longevidad de don Eloíno Rodríguez de Alburquerque y Álvarez de Castro se hace el dueño de los planes de “doña Sinfo”.
Hay mucho humor -detrás de cada situación y monólogo posterior de Augusto-, pues aunque hace reír, obliga al lector a pensar de forma seria.

Un abrazo.
P.D.: Qué bien que hayas traído a Nino Sánchez. Hacía tiempo que no escuchaba nada de él, y he disfrutado al recuperar sus canciones.