domingo, 13 de enero de 2013

La solitaria rosa de tu aliento





Eduardo Vicente

 Retrato de Pío Baroja. 1949. Lápiz sobre papel. 30 x 23 cm. Colección José Varela Feijóo. Madrid


La Busca. Pío Baroja (5) 

Fanny le da un machacante a la gitana de los dos churumbeles en un gesto de generosidad. A la vista de los dientes largos que tal arranque de esplendidez provoca entre la concurrencia, Leandro, que conoce el percal, decide ahuecar el ala de la taberna: demasiada prodigalidad para el lugar. 

 Gitana con mandolina. Anglada Camarasa

Unos meses más tarde Roberto se presenta en la corrala de parte de don Telmo. Quiere saber el paradero de Rosita, una volatinera. Le pregunta al Zurro, el ropavejero. Éste le manda al Mesón del Cuco que está por Yeserías y que pregunte por el Tabuenca. El Tabuenca es chato, apergaminado. Tiene cuatro ojos; pero no porque lleve gafas, sino porque “parecía que miraba al mismo tiempo con los ojos y con los agujeros de la nariz”. Además, “se veía en la necesidad de tapar con los dedos las ventanas de la nariz para poder fumar”. Qué ejemplo tan rotundo de desvergonzado humor barojiano que entronca en Cervantes, Quevedo y Torres Villarroel: peor que el grajo que se burla del cerdo por ser negro. Como si le pidiera al lector: “No torzamos la verdad y vente conmigo a buscarla”. 



 El Tabuenca les amenaza con voz de gaviota: “Te andaré en la cara” en mitad de una escena de sainete, de capa y espada, de la que sale perdiendo el Tabuenca engarzando una porción de insultos y blasfemias. Un arriero pasado de peso que por allí aparece, después de cobrar tres pesetas por el candil roto en el alboroto, les indica el camino para llegar a don Alonso, el Titiri. 

Antes de que el Titiri arrase la escena como un terremoto lleno de historias que contar, Roberto tiene tiempo de ponerse estupendo y decir: “Poder ser estúpido en ocasiones, sería más útil probablemente que poder ser discreto en otras tantas”. Hay quien desperdicia el talento por creérselo y no bajar a la realidad. 


 "Yo era entonces contorsionista, y en los carteles me llamaban el hombre-boa"

 Familia de saltimbanquis. Picasso

El Titiri llega con hambre atrasada, se come las sobras del plato de Roberto. Se presenta pomposo como Don Alonso de Guzmán Calderón y Téllez, director de circo en las Américas durante sus años mozos. Ahora en la derrota no llega más allá de barquillero ayudante del Tabuenca. “Ande la reolina”. Don Alonso se desanda hablando del dinero que ganó y malgastó en el tiempo que pasó de contorsionista, malabarista y volatinero en sus años gloriosos de circo en París y en América. 

El baile

Una noche de Agosto con calor africano en la atmósfera y las calles invadidas de un denso vaho sahariano como de ceniza, Leandro y Manuel van a una fiesta. El Corretor y familia quieren dar esquinazo a Leandro. El solar de la kermesse se adorna con los colores de la querencia roja y gualda. Como Leandro y Manuel llegan pronto, ven llegar a la Milagros que “vestía traje claro con dibujos azules, pañuelo de crespón negro y zapato blanco. Iba un poco escotada hasta el nacimiento del cuello, terso y redondo”. Y ¡claro!, Leandro, ciego por ella,  la invita a bailar el chotis de “Los cocineros” que no es de su agrado. Se masca la tragedia, honor ofendido y tambores de guerra al sonar El tambor de granaderos. El Lechuguino que la andaba rondando, la invita a bailar, “era un bailarín consumado, llevaba a su pareja como una pluma y la hablaba tan de cerca, que parecía que la estaba besando”. 


 La guitarra. Picasso

 “Vámonos, Vámonos” apremia Leandro a Manuel que le acompaña a rumiar su despecho por las calles del centro de Madrid. Acaban en el café de la Marina. ¿Dónde se meterían que los cantaores son gordos cabezones y los guitarristas, bizcos con cara de asesinos? Un quejío flamenco puede parecer nada más que una queja gutural que enrojece la frente de un cantaor gordo, pero es mucho más cuando representa la sangre desbocada  de un pueblo herido de injusticia de siglos. Un quejío de cante jondo es un lamento, un desgarro que rompe el silencio porque sale de dentro, de lo más hondo de las entrañas. El toque de la guitarra, un llanto del alma como decía Federico García Lorca que desde la Arena del Sur caliente, pide camelias blancas del Norte en Poemas del cante jondo (1921): 

LA GUITARRA 

Empieza el llanto 
de la guitarra. 
Se rompen las copas 
de la madrugada. 
Empieza el llanto 
de la guitarra. 
Es inútil callarla. 
Es imposible 
callarla. 
Llora monótona 
como llora el agua, 
como llora el viento 
sobre la nevada. 
Es imposible 
callarla. 
Llora por cosas 
lejanas. 
Arena del Sur caliente 
que pide camelias blancas. 
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana, 
y el primer pájaro muerto 
sobre la rama. 
¡Oh, guitarra! 
Corazón malherido 
por cinco espadas. 

Y así  interpreta el "Soneto de la dulce queja" el pequeño gran ciclón de BadalonaMiguel Poveda:  




 

Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

6 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

¡Qué personajes! Y esos nombres... ja,ja... Precioso el poema lorquiano. Besotes, M.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, pancho:

Excelentísima entrada. Me encanta cómo escribe Pío Baroja. Hace sufrir el que Manuel lo tenga todo tan difícil.
Qué estupendas descripciones de personas, ambientes y sentires.
Los nombres y los motes son perfectos.
Tus ilustraciones, todas, preciosas. Y has conseguido imprimir colores acertados al decorado en negro que nos presenta.
Aún no he completado mi aportación a la lectura. Me pararía en cada personaje.
Qué enamorado Leandro.

Un abrazo.

P.D.: Poveda es una maravilla. Aquí pedía una guitarra como acompañamiento. 'El soneto de la dulce queja' lo interpreta también Amancio Prada.

Ele Bergón dijo...

Reconozco que no me gusta mucho el flamenco, quizá porque no lo conozca en profundidad, pero sí me encanta esa comparación que has hecho del quejío flamenco como queja gutural, como "sangre desbocada de un pueblo herido de injusticia de siglos". Describes muy bien lo que está sintiendo Leandro al ver a la Milagros bailar con el Lechugino. Es el anuncio de lo que va a pasar después.

Tanto me gustó este famoso poema de García Lorca de La guitarra, que yo a mi vez, hice otro basándome en él. Supongo lo habrás leído.

BEsos

Luz

Abejita de la Vega dijo...

Esa guitarra de Lorca es algo muy grande.
Ninguna música más triste que el flamenco, Lorca y Baroja lo vieron así.

Besos

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Una de las cosas que más me gusta de La Busca es la variedad de cosas que nos trae de forma tan natural: en tu entrada queda bien ilustrado el tema del Circo -yo también pensé en Picasso, tan interesado por lo circense- y ese arranque de guitarra con el que terminas.
Reseño hoy este ejemplo de bien hacer que se me había pasado. Y pido disculpas.

Myriam dijo...

Y aquí estoy, nuevamente, escuchando este "quijido jondo".... con tu escrito y Póveda.

Gracias por ambos

Besos