jueves, 14 de octubre de 2010

El desencantamiento tenía un precio

"Al buen pagador no le duelen prendas"
Gerardo Trives

DON QUIJOTE DE LA MANCHA 2.71

S abre y cierra un diálogo entre los dos protagonistas que abarca todo el relato. El comienzo es un lamento de que la virtud que posee de resucitar doncellas no le dé suficiente para comer; el final, una promesa de ser comedido con los refranes.

Si juntáramos diálogo, camino, azotes, desencantamiento y mesón que no es castillo, estaríamos dando las claves de este capítulo esencial para el avance definitivo, hasta el desenlace de la novela. De él dice don Miguel de Unamuno que los azotes a cambio de dinero suponen un nuevo engaño al escudero y a la clase obrera que representa, un camino viciado: le pagan para que no se rebele y encima tenga que agradecer las tandas de azotes que le permiten seguir viviendo. Añade: “Así se azota Sancho con el mismo empeño con que desenchinarran calles esos desgraciados a los que en los meses de invierno, cuando escasean azotes, les mandan los municipios a desenchinarrar calles para volverlas a enchinarrar y con ello justificar la limosna vergonzante que se les reparte”.

"IBA EL VENCIDO y asendereado don Quijote pensativo"
1938-Paris-Secretaire


Salen del castillo en dirección a la aldea. El escudero propone pasar la noche al raso. Allí se abrirá las carnes, después de tantas largas como le ha ido dando al asunto. Despiertan con el sol. Prosiguen su camino unas tres leguas hasta un mesón o venta que ya no es castillo,"que después que le vencieron, con más juicio en todas las cosas discurría”.


En efecto, una sensación agridulce acompaña a DQ en el camino de vuelta. Se siente triste por la derrota, a la vez que alegre por vislumbrar cercana la posibilidad de desencantamiento de Dulcinea, apoyado en sus conjeturas por el don de S para resucitar doncellas. S comparte el lado triste de los pensamientos de DQ. Se siente engañado por la informalidad de Altisidora que no cumplió su palabra de regalarle seis camisas. Sus poderes no le proporcionan nada que llevarse a la boca ni tampoco a la de su prole, que esperan en la aldea y dependen de sus ingresos. Considera injusto que se le pague al médico que mata al enfermo que intenta curar y no a él que resucita al que el médico empuntó al más allá.

"¡Aquí morirás, Sansón, y cuantos con él son!"
1947-Paris-Latines


DQ escucha las quejas de su escudero. Le apoya en el tema de las camisas, pero cambia de táctica en el asunto de los azotes. Le ofrece pagarle por ellos. S le toma la palabra y calcula en 825 reales el precio de la azotaina, por amor a su mujer e hijos. El hidalgo siente que los minutos que faltan para la noche se le hacen horas, como si las ruedas del carro de Apolo se hubieran quebrado, detenido el avance de tanta ansiedad acumulada. S ha prometido que con la noche llegará el sacrificio tan esperado. Cuando por fin oscurece, cenan. Después de cenar, S se retira veinte pasos dispuesto para el martirio. DQ le aconseja ritmo e intensidad moderada en el golpeo: “que no te des tan recio que te falte la vida antes de llegar al número deseado” y que no se preocupe de llevar la cuenta, el los contará rosario en mano. “Pienso darme de manera que, sin matarme, me duela” – promete S - .

Como S piensa que su amo está en buena disposición, le pide aumento. DQ le dobla la oferta. “¡A la mano de Dios, y lluevan azotes!” que S se propina con tal fuerza que pela la corteza de las hayas de tanta rigurosidad que se impone en el castigo. El disciplinante no acepta la propuesta de pausa que le hace su amo al llegar a los mil azotes, temeroso de que la piel de su escudero no aguante la severidad del castigo. S prefiere terminar el martirio con dos tandas más.

"quedándose en pelota, abrigó a Sancho, el cual se durmió hasta que le despertó el sol"!
1895-New-York-Routledge

No le debían de restar más que el pico de los tres mil. Descortezados a latigazos la mayoría de los árboles en la vecindad, DQ le detiene, asustado de la saña que su ayudante emplea en la disciplina. Tapa a S con su ropa que duerme lo que queda de la noche. Al amanecer reanudan el camino. La sala baja de un mesón, adornada con tapices de baja calidad, les sirve de aposento. La mala calidad de los tapices lleva a S a predecir que no a mucho tardar, ellos y sus aventuras serán los motivos de los tapices que adornen las paredes de las ventas y barberías del país. Ya se encargará él en persona de que el pintor no sea tan malo como el escritor de las aventuras falsas que tanto le maltratan.

Seguramente DQ es consciente de que la austeridad del camino tiene poco que ofrecer a la dama, en caso de que S termine su disciplina. Por eso le propone a S que deje el resto de la faena para cuando lleguen a la aldea. El ayudante acepta, a pesar de que hubiera preferido acabar antes de llegar, ahora que le había tomado el pulso y el gusto a descortezar árboles con el ramal de su rucio.

El capítulo se despide con la promesa del escudero de aceptar la recomendación de su amo de contar sus cosas a lo llano, sin necesidad de recurrir al “sicut erat”, a la prehistoria del asunto.

Este comentario pertenece al grupo de lectura del Quijote que coordina y dirige desde La Acequia el profesor D. Pedro Ojeda Escudero.

10 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

¡Muy gracioso (y actual) el comentario de Unamuno! Estupenda tu aportación e imágenes, como siempre. Besotes, M.

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Siempre me sorprende la codicia y malicia de Sancho, ya lo dijo el ama de el (2,2): "saco de maldades y costal de malicias". (¡Anda que es mentira...!)

Estupendo comentario.

Un abrazo.

Paco Cuesta dijo...

De engaños va el juego. Cerca ya del hogar ambos intentan conseguir el objetivo en el menor tiempo posible.

Asun dijo...

Muy buena la comparación que hace Unamuno.

Besos

Myriam dijo...

Me preguunto que diría Unamuno de las personas que se prestan a experimentos médicos como conejillos de india por dinero...

COntigo cada vez aprendo algo más de Unamuno, gracias (de Salamnca, del Habla popular de lumbrales...etc)

Muy buenas las ilustraciones.

Abrazo

Myriam dijo...

(Nos vemos prontito.... jejejeje)

Jesús Garrido dijo...

excelente y además poderosas imágenes. felicidades

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Que buen titulo de post... Todo tiene un precio en esta vida... Siempre se dijo en mi tierra: "el pan como hermanos y el dinero como gitanos"...

Bien hablas de tristeza... Es que se mastica.. Solo un atisbo de esperanza en D. Quijote por recuperar a su amada, ofreciendo un dinero que evidentemente no posea.

Saludos.

Abejita de la Vega dijo...

Eso que dice Unamuno me recuerda lo que me contaba mi abuela de lo que llamaban, en Burgos, el "coloño". El coloño era un cesto que daban a los trabajadores que el ayuntamiento empleaba para quitar cantos del río, a cambio de una miseria. En cuanto llegaba el invierno y aumentaba el paro, al coloño. Trabajo inútil como los azotes de Sancho. Las palabras de Unamuno dan en el clavo y Pancho también, en traerlas aquí.

Ay, que ya se ve la aldea, ya se ve...El asendereado caballero ya no saldrá más. No vaya a ser que haya otro Avellaneda que lo pasee de nuevo.
Un abrazo, nos vemos.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Es inteligente la apreciación de Unamuno: en el fondo el salario que nos pagan es eso.