sábado, 22 de febrero de 2014

Hierve como el ruedo en tarde de toros. Dejar las cosas en sus días (4), Laura Castañón





"No podía pretender construir textos con frases definitivas cuando ni siquiera tenía material para ello más allá de la propia memoria"

Dejar las cosas en sus días (4) 
Laura Castañón 

Ahora que el olvido le ha cubierto con su sombra y el lado oscuro de la memoria le ha hundido en su seno, Bruno quiere escribir la vida de su padre, pero su padre no colabora, se resiste a “despertar la bestia. Esa especie de cruzada, tan insensata como cualquier otra, por sacar del olvido lo que costó tanto tiempo enterrar no podía traer más que amargura.” Aida sería ideal para hurgar en su memoria extraviada, en la lóbrega oscuridad poblada de ladridos y de olvido. 

Es domingo por la tarde, Aida escribe un mail como si fuera un diario. La escritura le sale a borbotones. Quiere contarle a Bruno sus orígenes, inventariar sus progenitores, poner orden en su pasado. 

La autora se nos revela una experta en llevar las situaciones al extremo y cómo salir de ellas con humor: “Gritaba porque le dolía; porque odiaba estar así por culpa de aquel imbécil con bigote y sus expansiones maritales.” La frialdad de Sidra había nacido de los dolores de su madre primeriza. Don Benito le confiesa a Don Macrino que quiere hacerse cura, lo que antes ya le había revelado a Ángeles y que la hizo subirse por las paredes. 


"Cuando su mirada se cruzó con la de Germán, una revolución de primavera enloquecida se había instalado en alguna parte de sí."

Aida es ascendida a directora del periódico. Paloma cae enferma y teme por ella, tiene prisa de que le cuente los recuerdos, por eso se lleva el portátil a la residencia, “vive una especie de esquizofrenia a tres bandas en la que se mezclaban los jarabes y los termómetros, las historias antiguas y las informaciones más recientes de la ciudad.” Le cuenta que Begoña desaparece para siempre de Pomar cuando recibe un rechazo de Benito al pretender ocupar el puesto de su difunta prima Ángeles. Antes de que Aida se vaya, le pide que haga gestiones para cambiarse a una residencia desde la que se pueda ver el tren aunque no sea nada más que durante los días escasos que le queden por vivir. 

"Los más enterados [...] empezaron a decir que se parecía a la basílica de Covadonga."

Bruno fue pareja de Macarena. Se había juntado con ella por su facilidad de abrazar todas las causas justas del planeta, desde la lucha contra la matanza de focas en Canadá al apoyo a los saharauis desplazados a los campos de refugiados de Tinduf. Para que deje de llorar, accede a adoptar una niña china. Desaparece pronto, llevándose consigo a la niña también. Bruno aprovecha el insomnio para desnudar su vida en un mail largo dirigido a Aida dormida. Escribe entre nórdicos y norteñas que se imagina rendidas. Ha llevado una vida canalla a contrapelo de lo que un padre quiere para sus hijos. Para que ella no pueda llamarse a engaño, la madrugada le encuentra volcado sobre el portátil describiendo un desayuno de niebla destemplada. 


No eran muy amigos de los bares estos teóricos

En un paisaje desolado de hambrunas, caciquismo y diferencias sociales, la iglesia se organiza para hacer frente a las corrientes sociales de finales del XIX lideradas por los escritos y enseñanzas de Marx, Engels o Bakunin que amenazan con dejarles sin clientela. El Marqués es seguidor a ciegas de León XIII cuya encíclica Rerum Novarum es su evangelio y punto. Se la sabe de memoria e intenta ponerla en práctica en Bustiello. Dispone que en lo alto se construya la iglesia, semejante al santuario de Covadonga que es lo más alejado que muchos afortunados habitantes del valle hayan ido nunca; en un plano intermedio, los caserones de los ingenieros y médico; en el nivel inferior, decentes casitas encaladas con huerta y jardín. Las escuelas regidas por los Hermanos de la Salle que ponen disciplina en las aulas y obligatoriedad a la asistencia. Luchan contra el absentismo durante las campañas agrícolas de siembra y recolección.



"Andres Braña cerraba los ojos para intentar atrapar aquella imagen inédita en su memoria."

Siete amigas se reúnen los terceros jueves de cada mes para cenar y hablar al ritmo creciente de las botellas de vino que se vacían. Aida no les cuenta lo suyo con Bruno a través del teléfono e internet

Andrés Braña tiene noventa y cuatro años,  pero en su carné rezan cuatro menos. Le han diagnosticado la enfermedad de los recuerdos perdidos, pero no se resigna. Está dispuesto a plantear batalla, a luchar por seguir recordando, aunque sepa a ciencia cierta que “si aquel edificio que era lo que resumía toda su existencia se iba desmontando, tal vez la memoria bromeara de ese modo y antes de arrojar al olvido definitivamente los fragmentos de su historia le permitiera asomarse a ellos en una suerte de recuperación fugaz previa a la niebla definitiva.” Se pregunta si no debería escribir los recuerdos que aún le asaltan mientras sea capaz de interpretarlos, antes de que se conviertan en garabatos incomprensibles.

Esta es la canción de las noches perdidas
si quieres te la cambio por un rato en tu cama,
hierve como el ruedo en tardes de corrida,
va como los besos en los telegramas.
Y tiene nombre de mujer
como la libertad, como la nieve,
los fujitivos del deber
cogen su maldición y se la beben
Joaquín Sabina. Pastora Vega




 Este  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero  


5 comentarios:

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Laura Castañón conoce bien el mundo que relata en su libro.
Tiene en vosotros unos lectores de lujo.
En tu entrada, resumen, imágenes y música, estupendos de verdad.

Un abrazo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

En efecto, Laura Castañón nos abisma en la maldad humana y en circunstancias trágicas, pero siempre guarda ese humor y ternura que le hacen salir al lector con bien de tanta desolación. No había prestado suficiente atención a esto.

Abejita de la Vega dijo...

¿Dónde están los toros que yo no los he visto?

Esos cuatro años de diferencia en el viejo Andrés tienen miga.

Sigamos bordando, digo escribiendo.

Besos, Pancho.

Myriam dijo...

Preciosas las imágenes.

Macarena y Bruno se casaron "por los papeles" y el se vio padre adoptivo de una hija china por su incapacidad de frenar las cosas a tiempo al meter la cabeza bajo la alfombra, como el avestruz...

Myriam dijo...

La escena en que Bruno está en el avión rumbo a China, es bien elocuente al respecto.

Besos