lunes, 2 de diciembre de 2013

Alegrad vuestro corazón, cantad





"Fernando y yo visitábamos la Alhambra, paseándonos solos por sus patios y estancias, agarraditos de la mano"

Patio de los Leones de la Alhambra. 
Óleo sobre lienzo. 44 x 61 cm. 
Colección privada. 



Episodio Nacional 26 
La Estafeta Romántica (5) 
Benito Pérez Galdós 

XXIV 

De Pilar a Valvanera de nuevo. Felipe ha salido al ministerio. Ella aprovecha para escribir a escondidas del centinela de occidente de la casa. Oculta del inspector de hacienda doméstico. Galdós añade otra vuelta de tuerca a la tensión narrativa. Ahora resulta que según Pilar, que está al tanto del intercambio epistolar, Gracia está también enamorada de Fernando. Admite que lloró al leer que Valvanera le había contado los orígenes a Fernando. Confiesa que no aguanta más, la olla a presión está a punto de estallar. Reconoce que el arte del disimulo se agota de éxito. Decide visitar a un abogado y que sea lo que dios quiera. Hoy Felipe parece un Júpiter Tonante que por rayos tenga interrogatorios impertinentes. 



"Uno de ellos díjome que la enterrada era mujer en quien por encima de lo cadavérico se traslucía una gran hermosura"

El jinete y la gitana. 
Colección privada. 


XXV 

Es pleno verano, veinte de julio, cuando más aprieta el sol. El criado Sabas escribe desde Miranda. Galdós sigue explorando las posibilidades del género epistolar. Ahora es un presbítero que complementa su descarnado y escuálido sueldo prestando su pluma para poner negro sobre blanco, en castellano legible, lo que Sabas le cuenta de viva voz sobre las averiguaciones que hace de la señora de rasgos agitanados que ingresa en el hospital y muere a los ocho días, sin que él llegue a verla ni viva ni muerta porque a pesar de que “ni volando por los aires” podría haber ido más deprisa, cuando llega al cementerio, los enterradores acaban de rellenar el hoyo de tierra. 



"Para llegar a esto, dije a Cortina que aceptaré los procedimientos que él determine, imponiéndome cuantos sacrificios sean necesarios"


XXVI 

Pilar le comenta a Valvanera que ha ido a ver al abogado Manuel Cortina que hace las veces de segunda Valvanera, y que además de confesor, hace de amigo y de letrado. Pilar le cuenta todo, se vacía de nuevo con el jurista, como si hiciera tábula rasa con su vida. Una revolución que destruye el pasado y funda un nuevo régimen. Las cuatro horas de entrevista dan tiempo para esbozar una hoja de ruta. El confidente considera que es menester airear el secreto: “los hechos consumados, irremediables dentro de la Naturaleza, tienen fuerza colosal para domar las voluntades más rebeldes: de seguro hará Felipe demostraciones imponentes, de gran aparato, más escénico que real, y acabará por rendirse, prestándose a un arreglo que evite el escándalo”. 

El jurista le pide cuatro días para diseñar el plan definitivo a seguir. Trabajarán en equipo, en dos frentes distintos, pero en dos direcciones confluyentes: ella encargada de los actos sociales y morales y él de los actos de ley. Agradece la aparición del letrado que como un togado cirineo le ayuda a llevar la cruz. 

Ahora que parece que las aguas turbulentas han encontrado el cauce adecuado, le preocupa que la mujer errante resucite la pasión, los males pasados. La moderación del comportamiento de Felipe le resulta sospechosa, barrunta algo. Los cuatro días de plazo para pasar “de una vida de artificios a otra moldeada a la realidad” se le hacen siglos. Advierte a su amiga de los cariños engañosos de Juana Teresa, más falsos que Judas. Ahora que pisa suelo firme, ya no le importa lo que averigüe doña Urraca. Solo ansía birlarle la niña de Castro. Con los cinco sentidos puestos en lo que le importa, en el éxito del tránsito de una vida a otra, le aburre la chismografía social con los políticos de la época. Detesta la hipocresía del momento que obliga a la mujer a ser florero entontecido y a disimular el talento, que la fuerza a vestirse de deliciosa ignorancia para sacar provecho. Pilar quiere volar, romper el capullo que la protege. Se pone en manos de Valvanera para que haga todo lo posible con el fin de que Fernando la quiera más, tanto como la madre al hijo que le da el ser.



"Aunque sé muchas cosas que he aprendido en mis lecturas, me revisto de una ignorancia deliciosa, que es el encanto de mis amigas"

La novela romántica



XXVIII 

Fernando contesta al capellán agasajado en La Guardia a vuelta de correo. Agradece los libros que le manda, “grandes y leales amigos”. Gracias al regalo de su lectura va llenando el vacío del alma con gotitas de bálsamo consolador. Se confiesa con el capellán. Dialoga con los libros. Ellos lo compadecen pero no pueden remediar sus males de amor. Los libros imitan la vida, pero no son la vida. Le relata el pasaje de Miranda y reconoce que actuó con cobardía por no haber ido a enfrentarse a la realidad lúgubre de la descomposición de los cementerios y arrebatar la carta a la muerta. Se resigna a no pretender a Demetria (la divina Palas) porque “sólo encuentro vergüenza, cortedad, una infinita modestia ante criatura tan fuerte y grande”, una nulidad social y moral. Ella es sagrada e intocable para los mortales. No florecen las rosas entre el hielo, ni germina el amor en el frío. 

XXIX 

Pilar escribe la presente del mes de agosto y la siguiente de septiembre a su confidente Valvanera. Las cartas viajan de los calores extremos del rompeolas de todas las Españas al fresquito provinciano del norte de Burgos. Nos enfrentamos a la suerte suprema, el momento de la verdad y Galdós arriesga de nuevo en el plano narrativo. El autor continúa con la exploración de las diferentes posibilidades técnicas que permite el género epistolar, uno de los más antiguos que se conocen. En estas epístolas adopta la forma de diario para narrar día a día, casi al minuto, los avances en la trama que vienen provocados por el desgarrón del velo que cubre el misterio de su existencia. 

Pilar agradece la claridad del letrado, Manuel Cortina, el esfuerzo por explicar a una ignorante en leyes como ella la amargura de no poder pasar el título de nobleza a su hijo. Haría falta la mediación del Papa para lograrlo. El primer paso del plan es el más peliagudo, solo gracias al apoyo del Cirineo se considera ella capaz de darlo. A petición de Pilar el togado acepta ser quien traslade la información al marido. “Atenuarle la amargura del cáliz”, el encargado de parar al Miura

A medida que se aproxima el día de la prueba, el miedo se apodera de ella. Piensa en huir, pero el letrado le advierte de los riesgos. Debe encerrarse en la capilla, darse golpes de pecho, mortificarse y humillarse mientras se pone mala de verdad. Postrada en la cama debe guardar aislamiento riguroso hasta nueva orden. 

Cortina decide un aplazamiento de la hora de la verdad. Necesitan disponer de un millón de reales para dotar a Fernando de la renta suficiente con la que poder sacudirse la afrenta de ser un inclusero y al mismo tiempo evitar que la pedida de mano de la chica de los Castro-Amézaga constituya un desdoro para él y su familia. Recurren a Salamanca, la personalidad más brillante de la época en economía, para conseguir la enorme cantidad en un plazo de tres días. La llegada del día D;  “la cumbre de mi destino”, para observar si al otro lado de la cima se extiende el valle risueño o un espantable abismo, se hace de rogar. 

XXX 

La noche anterior al día crítico Pilar no puede dormir. Vela. Escribe del romanticismo que la agita como una enfermedad del cuerpo y del alma. “La ignorancia ¡ay! es una bendición; el saber un suplicio”. Sentada en un sillón sueña que Felipe la hace llamar a las cinco de la tarde, la hora del miedo, (torero Galdós). Fernando entra, como capitán, a defender la causa del Duque Felipe. A la hora de brindar los tres juntos por la salud de la familia y del nuevo defensor, la despierta su propio chillido. Luego se entrega a otro adormecimiento, la lectura de La imitación de Cristo la consuela. “Con mi engaño no engañaré las horas” de la noche, piensa, pero se queda dormida. 

El despertar es bastante más grato, lo hace descansada, con la sensación de haber dormido y la impresión de haber vivido un sueño agradable: un paseo por la Alhambra con su hijo (como hacen esta noche Isabel y Fernando en la serie de TV). El refugio en los actos de religión le proporciona serenidad, señala: “Humillándome ante Dios y sometiéndome a su soberana voluntad, he fortalecido mi alma, he serenado mi conciencia”. Se cierra en su habitación envuelta en el sofocante calor agostizo de Madrid. La atmósfera está que arde, anota con precisión barojiana que nos prepara para el momento culminante, si no fuera porque Galdós lo escribió con antelación: “El calor es hoy extremado, arde la atmósfera, y el cielo parece que está preparando rayos y centellas, quizás un pedrisco asolador. Oigo truenos lejanos.” 


"Heme acogido al Kempis, que por donde quiera que se abra nos muestra un admirable pensamiento, de pasmosa concordancia con lo que sentimos o padecemos"

La oración

A las cinco de la tarde piensa en huir, pero no lo hace por la promesa que ha hecho al togado. Se refugia en el Kempis: “Cuando el hombre se humilla por sus defectos, entonces fácilmente aplaca a los demás, y sin dificultad satisface a los que le odian”. A las nueve y media de la noche Cortina le da cuenta de que ya están al otro lado, han cruzado al lado claro de la luna. Felipe está recluido en sus habitaciones sereno y preparado para los actos razonables: “lo que no tiene remedio debe afrontarse con valor y espíritu de concordia” sentencia Pilar con bien ponderado sentido común de Delibes. El jurista le hiere el corazón cuando le dice que “Felipe le ama a usted con locura”, ella repone que es un amor a secas. El amor es también un arte que hay que reinventar cada día. 

Por la mañana anota que le comunique a Fernando la victoria, para ella con sabor agridulce porque se queda con la pesadumbre del dolor que su decisión causa a Felipe. Se ofrece a quererle si con ello se alivian ambos de todos los años de disimulo. Por la tarde la casa parece un panteón, los dos moradores yacentes en sepulcros distintos sin comunicación entre sí. Se siente feliz y orgullosa. Le pide a Valvanera que escriba a Juana Teresa haciéndole saber su deseo de que “que se vaya a paseo”. 

 Your mother should know (...know.)
Lift up your hearts and sing me a song
That was a hit before your mother was born.
Though she was born a long, long time ago
Your mother should know (Your mother should...)
The Beatles 

 


Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
 

4 comentarios:

Paco Cuesta dijo...

Resulta interesante comprobar la sencillez con la que están tratados los temas amorosos. A veces no se perciben a primera vista (lectura).
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Aparte de la profundidad de tu mirada al texto, quiero poner hoy de relieve varias cosas que me gustan siempre: los títulos de tus entradas, tan esclarecedores; la forma en la que mezclas temas y ténicas -como aquí haces, acertadamente, al ver la forma en la que Galdós explora todo lo que puede darle de sí el género epistolar- y tus ilustraciones.
Gracias, Pancho.

Abejita de la Vega dijo...

El mal trago por el que ha de pasar Pilar...qué bien lo traza Galdós, empatiza con las mujeres de manera extraordinaria este solterón pertinaz.

Yo tembién veo la serie "Isabel". Lo de las costuras no me va. aunque en su momento leí la novela, no gran cosa.

Besos, Pancho.

Myriam dijo...

Antes que nada, me encantan todas las ilustraciones con las que ilustras las entradas de La Estafeta. Creo que te lo he dicho ya antes, peor igual te lo repito.

Pilar está punto de estallar, o su secreto está punto de estallarle dentro, es que eso pasa cuando se guardan secretos de esa envergadura que involucran a la pareja. La energía psíquica que se gasta en ese disimulo es enorme y BPG ha sabido muy bien retratarla en este personaje.