"Al cabo de un rato reapareció la Toñina con una escudilla de barro llena de un potaje aceitoso, una cuchara de madera y un vaso de agua".
Jesús en casa de Marta y María. Velazquez
National Gallery, London
Jesús en casa de Marta y María. Velazquez
National Gallery, London
RIÑA DE GATOS.
EDUARDO MENDOZA. (4)
EDUARDO MENDOZA. (4)
Con la única excepción de Guillermo, ya enterado del fracaso de la tasación, todos quieren agradecer, a su manera, el trabajo de AW que supuestamente va a permitirles abandonar el país.
El Marqués de Estella interviene para confesar su inclinación hacia la poesía, precisamente por tener a Velázquez tan a mano, al lado de casa en el Museo del Prado, como algo habitual que no se valora. Oyendo hablar al inglés, se da cuenta de lo que se ha perdido. El diálogo que se establece da pie al progresivo descubrimiento del personaje, el Marqués de Estella, y de las ideas políticas que acompañan su porte de señorito culto y educado. Había sido diputado de las cortes republicanas; pero consciente de la esterilidad de la apuesta, se postula como la única fuerza capaz de detener el totalitarismo soviético que avanza con la connivencia del gobierno. La marcha del marqués deja tal vacío en la sobremesa que lo que queda se asemeja a un velatorio.
“El marqués era guapo, distinguido, brillante y sin duda de temperamento ardiente. En Cambridge haría estragos” piensa el inglés. Y pienso como lector que el tratamiento del personaje es demasiado benevolente, aunque el autor todavía no nos haya hecho saber que se trata del fundador de la falange, un partido minoritario de extrema derecha que se puso a las órdenes de los militares en el golpe de estado del 36, ejecutores y responsables del trabajo sucio de la retaguardia. Hablan de lealtad. El se ha metido en política por fidelidad a su padre, el general Miguel Primo de Rivera, de la misma forma que Velázquez fue leal y fiel a su patrón, el Rey. No hay como comer del mismo pesebre para ganar adeptos, hacer amigos y crear afinidades. Un razonamiento que puede parecer simple, pero que se ajusta a la realidad observable, como el tigre que respeta al domador porque le da de comer. Y afirma: “No tiene mérito ser leal en tiempos de prosperidad y bienestar social”. Y salir corriendo como las ratas cuando el barco se hunde - añado-.
AW se descubre sumergido en un marasmo de dudas: su estancia en Madrid ya no tiene sentido, frustrado por el doble fracaso: el profesional y el sentimental con Paquita. Al día siguiente estará en el tren de vuelta a su país. No caben más aventuras amorosas que valgan tras la ruptura epistolar con Catherine. Se despide de todos los de la casa con una cita para arreglar asuntos a la mañana siguiente y se adentra en la bohemia de la noche madrileña, dispuesto a recuperar la documentación y terminar en la casa de citas donde le dan de cenar porque “aquí el que no paga, no moja, pero un trozo de pan no se le niega a un cristiano", que le recuerda a Velázquez en: Jesús en casa de Marta y María.
Era una mañana de aire frío. A primera hora se dirige a la embajada donde le devuelven los documentos que Higinio Zamora Zamorano, de Navalcarnero, había dejado para devolver a su dueño. AW calcula que aún le queda tiempo para volver al hotel, hacer las maletas y coger el tren. “La gente se apresuraba por las calles con las manos en los bolsillos, la gorra calada y la solapa levantada”. En recepción le entregan una carta de Paquita que hace girar el rumbo de la novela. De nuevo una carta representa un punto álgido. Cambia su voluntad de abandonar Madrid. En ella Paquita le cita en la parte trasera de su casa para pasar inadvertidos. Allí le esperan: ella misma, su padre y la sorpresa de un cuadro bien guardado en un sótano.
La visión del cuadro le conmociona. Como si entrara en trance porque representa la realización del sueño de su vida, la novela que todo novelista ha soñado en escribir o la conjunción en un instante y espacio de todas las circunstancias soñadas que llevan al éxtasis de la faena perfecta. Nosotros, los lectores digo, descubrimos la verdadera razón de la venida a Madrid del inglés. Dos whiskys en la barra del bar del hotel Ritz mientras espera conexión telefónica con Harry Parker de la embajada. Otro más mientras espera y un cuarto que el funcionario le invita le ponen a tono y le quitan las telarañas de su corrección y buenas formas. Harry tiene la solución a la lucha de clases: un salario bajo que permita al producto competir, completado con una buena propina allana las dificultades, al tiempo que somete la voluntad del asalariado al patrón. Una diabólica y retorcida visión que fomenta la corrupción y acentúa la diferencia de clases sociales. La caridad como paliativo de la desigualdad, que al mismo tiempo la perpetúa. Es lo que tienen los bares; el lugar ideal para enterarse de cosas.
AW le hace venir al Ritz para que entregue una carta a Edwin Garrigaw- Violet para los enemigos- . Sólo en caso de que le pase algo de carácter luctuoso. De nuevo el género epistolar como recurso. En ella da cuenta del descubrimiento de un Velázquez en el sótano de la casa del Duque de la Igualada. “Sea como sea, el cuadro ha de acabar en Inglaterra” (expresión no muy usual en castellano en lugar de “debe acabar”, copia de la estructura normal del catalán para expresar la obligación). AW pretende, por un lado, que el cuadro termine en Inglaterra y algún tipo de reconocimiento profesional por el descubrimiento, por otro. Y un quinto vaso de escocés le pone en tono sentimental. Le da llorona. Harry le aconseja que se vaya a su hotel a dormir la mona.
Higinio Zamora Zamorano se levanta el ala del sombrero que le oscurece el rostro al pasar bajo una farola que arroja una escuálida luz sobre la acera. Se dirige a AW que va camino de su hotel haciendo eses. Le advierte de que hay follón en la calle y le convence para volver a casa de La Justa. Su condición, incompatible con la verticalidad, no le deja más alternativa que quedarse allí a pasar la noche, junto a la Toñina y el bebé. Higinio se nos descubre como un proletario concienciado a favor de la disciplina para ganar su revolución porque en ese entonces todos querían hacer y ganar la suya propia. Por eso nos resulta atractiva la visión desde fuera de este inglés que afirma animado por los vapores de los whiskys: “Es preferible que no haya revolución aunque sea por desidia”. La tercera vía, ya sin hueco ni viabilidad en aquella España que se despeña en el abismo de la intolerancia.
El Marqués de Estella interviene para confesar su inclinación hacia la poesía, precisamente por tener a Velázquez tan a mano, al lado de casa en el Museo del Prado, como algo habitual que no se valora. Oyendo hablar al inglés, se da cuenta de lo que se ha perdido. El diálogo que se establece da pie al progresivo descubrimiento del personaje, el Marqués de Estella, y de las ideas políticas que acompañan su porte de señorito culto y educado. Había sido diputado de las cortes republicanas; pero consciente de la esterilidad de la apuesta, se postula como la única fuerza capaz de detener el totalitarismo soviético que avanza con la connivencia del gobierno. La marcha del marqués deja tal vacío en la sobremesa que lo que queda se asemeja a un velatorio.
“El marqués era guapo, distinguido, brillante y sin duda de temperamento ardiente. En Cambridge haría estragos” piensa el inglés. Y pienso como lector que el tratamiento del personaje es demasiado benevolente, aunque el autor todavía no nos haya hecho saber que se trata del fundador de la falange, un partido minoritario de extrema derecha que se puso a las órdenes de los militares en el golpe de estado del 36, ejecutores y responsables del trabajo sucio de la retaguardia. Hablan de lealtad. El se ha metido en política por fidelidad a su padre, el general Miguel Primo de Rivera, de la misma forma que Velázquez fue leal y fiel a su patrón, el Rey. No hay como comer del mismo pesebre para ganar adeptos, hacer amigos y crear afinidades. Un razonamiento que puede parecer simple, pero que se ajusta a la realidad observable, como el tigre que respeta al domador porque le da de comer. Y afirma: “No tiene mérito ser leal en tiempos de prosperidad y bienestar social”. Y salir corriendo como las ratas cuando el barco se hunde - añado-.
AW se descubre sumergido en un marasmo de dudas: su estancia en Madrid ya no tiene sentido, frustrado por el doble fracaso: el profesional y el sentimental con Paquita. Al día siguiente estará en el tren de vuelta a su país. No caben más aventuras amorosas que valgan tras la ruptura epistolar con Catherine. Se despide de todos los de la casa con una cita para arreglar asuntos a la mañana siguiente y se adentra en la bohemia de la noche madrileña, dispuesto a recuperar la documentación y terminar en la casa de citas donde le dan de cenar porque “aquí el que no paga, no moja, pero un trozo de pan no se le niega a un cristiano", que le recuerda a Velázquez en: Jesús en casa de Marta y María.
Era una mañana de aire frío. A primera hora se dirige a la embajada donde le devuelven los documentos que Higinio Zamora Zamorano, de Navalcarnero, había dejado para devolver a su dueño. AW calcula que aún le queda tiempo para volver al hotel, hacer las maletas y coger el tren. “La gente se apresuraba por las calles con las manos en los bolsillos, la gorra calada y la solapa levantada”. En recepción le entregan una carta de Paquita que hace girar el rumbo de la novela. De nuevo una carta representa un punto álgido. Cambia su voluntad de abandonar Madrid. En ella Paquita le cita en la parte trasera de su casa para pasar inadvertidos. Allí le esperan: ella misma, su padre y la sorpresa de un cuadro bien guardado en un sótano.
La visión del cuadro le conmociona. Como si entrara en trance porque representa la realización del sueño de su vida, la novela que todo novelista ha soñado en escribir o la conjunción en un instante y espacio de todas las circunstancias soñadas que llevan al éxtasis de la faena perfecta. Nosotros, los lectores digo, descubrimos la verdadera razón de la venida a Madrid del inglés. Dos whiskys en la barra del bar del hotel Ritz mientras espera conexión telefónica con Harry Parker de la embajada. Otro más mientras espera y un cuarto que el funcionario le invita le ponen a tono y le quitan las telarañas de su corrección y buenas formas. Harry tiene la solución a la lucha de clases: un salario bajo que permita al producto competir, completado con una buena propina allana las dificultades, al tiempo que somete la voluntad del asalariado al patrón. Una diabólica y retorcida visión que fomenta la corrupción y acentúa la diferencia de clases sociales. La caridad como paliativo de la desigualdad, que al mismo tiempo la perpetúa. Es lo que tienen los bares; el lugar ideal para enterarse de cosas.
AW le hace venir al Ritz para que entregue una carta a Edwin Garrigaw- Violet para los enemigos- . Sólo en caso de que le pase algo de carácter luctuoso. De nuevo el género epistolar como recurso. En ella da cuenta del descubrimiento de un Velázquez en el sótano de la casa del Duque de la Igualada. “Sea como sea, el cuadro ha de acabar en Inglaterra” (expresión no muy usual en castellano en lugar de “debe acabar”, copia de la estructura normal del catalán para expresar la obligación). AW pretende, por un lado, que el cuadro termine en Inglaterra y algún tipo de reconocimiento profesional por el descubrimiento, por otro. Y un quinto vaso de escocés le pone en tono sentimental. Le da llorona. Harry le aconseja que se vaya a su hotel a dormir la mona.
Higinio Zamora Zamorano se levanta el ala del sombrero que le oscurece el rostro al pasar bajo una farola que arroja una escuálida luz sobre la acera. Se dirige a AW que va camino de su hotel haciendo eses. Le advierte de que hay follón en la calle y le convence para volver a casa de La Justa. Su condición, incompatible con la verticalidad, no le deja más alternativa que quedarse allí a pasar la noche, junto a la Toñina y el bebé. Higinio se nos descubre como un proletario concienciado a favor de la disciplina para ganar su revolución porque en ese entonces todos querían hacer y ganar la suya propia. Por eso nos resulta atractiva la visión desde fuera de este inglés que afirma animado por los vapores de los whiskys: “Es preferible que no haya revolución aunque sea por desidia”. La tercera vía, ya sin hueco ni viabilidad en aquella España que se despeña en el abismo de la intolerancia.
Voy haciendo eses donde me llevan los pieses
en la dirección de mi corazón.
Paco Ortega
en la dirección de mi corazón.
Paco Ortega
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
7 comentarios:
Hay escenas -algunas de las que describes en esta entrada- sacadas, a propósito, del tópico literario y cinematográfico.
Esta novela, bien tratada, tiene una película dentro: pero no sé si como película, el tratamiento de algunos personajes -singularmente el de José Antonio- pueden ser tratados aun como en la novela de Mendoza. No sé.
Informo de esta entrada el próximo jueves.
Dices que, según tú, el tratamiento del personaje del Marqués de Estella es demasiado benevolente, ¿no será que también aquí Mendoza hace uso de la ironía? No sé, no sé.
Besos
Me ha encantado tu resumen. Cada vez me voy enterando más de qué va esta novela. Gracias. Besotes, M.
Ese José Antonio señorito culto, caballero del alto plumero, no tiene nada que ver con el pistolero fascista arremangado que fue, en otra faceta de su vida. El marquesito de Estella con abrigo elegante no es el de la foto que cogió polvo en las paredes escolares, durante la larga dictadura. El personaje de Mendoza es eso, una ficción, nada más.
Muy logrado el título de las eses. Y toda la entrada, claro. Y la música.
Besos, Pancho.
Higinio Zamora es como el lazarillo del protagonista, ayuda para sacar provecho.
Buenos días, pancho:
Sobre los personajes y ‘hechos recientes’ no suelo leer novela. Si me interesan, prefiero leer biografía y buscar un poco en las hemerotecas del momento y en los libros de historia.
Estoy siguiendo ‘Riña de gatos’, por las entradas del profesor Ojeda y por vuestros comentarios recomendados.
No recordaba saber que se le hubiera dado el nombre de ‘El Ausente’ a José Antonio. Lo he descubierto ahora al poner los enlaces. La imaginación del porqué de este hecho da para inventar un montón de novelas, que se convertirían en best sellers sólo dándolas a poner la firma de un consagrado escritor.
Añado un enlace con lo que aparece en wikiquote que me parece muy interesante por su contenido.
¡Qué maravilla cualquiera de los cuadros de Velázquez. ¿Sabes que pasó por Burgos y Briviesca dos meses antes de su fallecimiento?.
Dedicaré varias entradas a este gran pintor, la primera será cuando acabéis la lectura de la novela de Eduardo Mendoza.
Un abrazo
P.D.: Me gusta Paco Ortega, y el vídeo de esta canción que has elegido.
Fuerte abrazo, amigo.
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