jueves, 25 de agosto de 2011

¡ Es raro! y... Natural. Bécquer.

"Estaba loco, a los pocos días; muerto"
De aquí


¡ES RARO!
(NARRACIÓN)

Si el mismo autor prefiere “narración” a “leyenda” para titular el texto, los lectores no deberíamos cambiarlo. Aunque a primera vista la estructura narrativa del relato pudiera parecer similar a las leyendas, con un narrador que lo abre y lo cierra: el mismo autor o un yo literario proyección de su propia personalidad; en realidad, lo narrado pertenece al presente y carece del misterio y elemento fantástico de las narraciones becquerianas desarrolladas en el pasado.

El relato contiene una biografía, la típica “from rags to riches story” más una sorpresa final. El protagonista, Andrés, se rodea de sus animales favoritos: un perro y un caballo, que palian su soledad y lo hacen feliz. Sin la mujer, la felicidad no puede ser completa. Se enamora. La borrachera de amor le desborda y ella le traiciona, mata a sus otros dos amores. El mal trago de la mujer infiel le sume en el silencio de la desesperación y se deja morir.

El típico narrador becqueriano hace una introducción rápida en la que describe los personajes que recuerda de una reunión para tomar el té en casa de una amiga, en contraste con la parsimonia que se le supone al personaje que, sentado a la mesa, prepara la infusión. Una joven con perrito sin pedigrí, pero con la belleza de Ofelia, charla con un joven, pijo de aspecto y habla afectada, bajito de estatura y moreno, como cortado por el patrón hispano que te encoge con los hielos mesetarios y curtido por los aires y calores del estío. Antes de contarnos “esta historia que parece un cuento, pero no lo es”, traza en pocas palabras el esbozo o esquema con material narrativo apto para dar forma a una narración más larga.

El protagonista se llama Andrés. Su alma rebosa de cariño y sentimiento. Intactos de no haber hecho uso de ellos, por no tener con quien compartirlos. Huérfano casi al nacer, unos parientes se hicieron cargo de él. Consideraba la infancia como algo del pasado. Sentía alivio cuando algo o alguien se la recordaba. La orfandad y la obligación de ganarse el pan, le echaron al mundo bien joven. Trabajador incansable, de los que el alba de un día de cuarenta y ocho horas lo descubriría trabajando, no tardó en encontrar un empleo de magro salario, (parecido a los que no dan para vivir y que tanto abundan en este momento). Quiso la providencia que el mismo día, los gemidos de un perrito recién nacido vinieran a golpear su alma todo amor, para quererle, habitar su soledad y ausentarse de los lugares donde su presencia estorbaba.

Con la mejora de su situación económica, piensa en un caballo de compañero. Asiste a una corrida y se hace con uno de los caballos resabiados, preparados para la lidia. Andrés se siente feliz con sus dos animales en sus paseos por el camino de los carabancheles.

En vista de la holgura paulatina de su economía doméstica, se casa con Plácida, una joven aguadora que viene a llenar el hueco que aún quedaba en su corazón. Ante las sospechas de que alguien planea robarle, decide denunciar a la guardia civil. A la vuelta, alguien ha matado al perro. Ni rastro del caballo, ni de la mujer ni del criado. Desesperado, sospecha que la han secuestrado para exigirle un fuerte rescate. Se echa a los caminos en su búsqueda. A la pregunta repetida de si habían visto un hombre a caballo con una mujer a la grupa, conseguía la misma respuesta que le indicaba la dirección en la que escapaban.

A la entrada de una aldea, observa a unos paisanos listos a desollar su caballo que yacía muerto, reventado de tanto correr. Ante su pregunta, los presentes le informan de que la dama en modo alguno iba forzada, era ella la que instaba al jinete a huir: “¡ Pronto, pronto. Huyamos de estos lugares. No me veré tranquila hasta que los pierda de vista para siempre!“. Andrés lo comprende todo. Se vuelve loco, a los pocos días, muerto. Sin ninguna lesión física, pero herida de muerte el alma.

Los contertulios reaccionan con extrañeza y escepticismo. El joven cuenta el caso de su yegua, Herminia, que tropieza, se quiebra una pata y mata al jockey. Él se disgusta por las bajas, pero no hasta el extremo de la muerte. La dama del perrito refiere que ella quiere mucho a Medoro, pero que si le faltara, no llegaría a la locura. El señor que tomaba el té con parsimonia, corrobora la rareza del caso. Él mismo tuvo un duelo con un joven que se entendía con su mujer. Ahora comparten la casa y viaja con más frecuencia, no cree en las explosiones amorosas. ¡Es natural!

Observamos una cierta intención del autor de salir del pozo negro de la condición humana, de adoptar un punto de vista socialmente correcto. Por un lado, muestra su sensibilidad por los animales, concretándola en la crítica entre líneas hacia el mal uso que se hacía de los caballos en la lidia de toros bravos, característica común de los escritores románticos que incomoda a la reunión de gente acomodada. Sin embargo, sigue con su idea de poner de relieve los aspectos negativos de la mujer, como son la infidelidad y el interés (Por el interés te quiero, Andrés) ante la valoración anterior del hombre y su posterior reacción que le lleva al acabamiento y locura ante la traición. ¿ Es natural?

Este comentario pertenece al grupo de lectura que desde La Acequia dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

6 comentarios:

Paco Cuesta dijo...

Añado esta narración, que desconocía a los trabajos pendientes.
Gracias Pancho

Gelu dijo...

Buenos días, pancho:

Me entristecen las infidelidades en las que una parte de la pareja sufre el engaño y el abandono; por eso esta lectura realista y repetida de traiciones deja un gusto amargo.
Comprendo que pueda haber cambios, en el transcurso del tiempo, pero en estos casos siempre es mezquino y doblemente doloroso para el que lo sufre, al descubrirlo.

En esta narración se siente algo parecido a lo que nos produce la lectura de la 16. Rima XLII – Cuando me lo contaron sentí el frío
y de la
1. Rima XLVIII –Como se arranca el hierro de una herida

Un abrazo.

Te dejo una canción
de Bonnie Tyler,
Eclipse,
que nunca -hasta el otro día- se me había ocurrido relacionar con Bécquer, y en cambio entre lo del eclipse y demás, pienso que ‘estaba hecha para él’.

Abejita de la Vega dijo...

No me gusta nada eso de tener un perro, un caballo y...una mujer. A Bécquer le coronó una Casta mujer y eso se nota aquí. Es una amarga narración. Los poetas son seres humanos y, además, son hombres...

Besos, Pancho. Tú sí demuestras sensibilidad al contárnoslo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué magnífico análisis. En efecto, a Bécquer le sale la vena de lo convencionalmente correcto en la sociedad de su época a la hora de estructurar el argumento de estas historias. Por eso, insisto, hay que ir más allá para gustarlo, ahora que, por suerte, hemos cambiado en tantas cosas...

Myriam dijo...

Muy bueno tu trabajo Pancho.

Hay una verdad psicológica oculta en la narración de Bécquer: El niño huérfano -Andrés- que creció falto de afecto -sin una base segura- se apega a 3 seres, dos animales conocidos por su afecto y lealtad incondicionales (un perro y un caballo)y un ser humano que eligió mal por haberle faltado el modelo de madre "suficientemente buena" como objeto primero: de ahí que elija como compañera a una mujer que lo quiere poco o nada, más bien nada. (Nótese que en la narración joven es la primera mujer que se le cruza en el camino a Andrés, que mostrara una señal de consideración hacia él al darle agua para paliar su sed).

Y sí, esas tres pérdidas de los seres queridos que eran todo el mundo de Andrés- sumadas al engaño y traición- pueden llevar a la locura y a la muerte no solo a un romántico.

Los que escuchan desaprensivamente el relato del narrador por su grisura o frialdad afectiva, mejor dicho, me sorprenden más.

Un abrazo

Myriam dijo...

dice: esa joven. Vale