miércoles, 8 de abril de 2020

Ulises (1) James Joyce (capítulo 1). Como un gángster que viva en España.




"¿Cuánto tiempo se va a quedar Haines en esta torre?"

Ulises (1) 
James Joyce (capítulo 1) 

La lectura completa de Ulises de Joyce es un trofeo único, se asemeja a la cabeza disecada de Bailaor en la pared de la casa de un torero. El toro que cualquier lidiador habría querido enlotar para darle fiesta y que Joselito, el Rey de los Toreros, hubiera podido seguir viviendo y liderando el escalafón otras cuantas temporadas más. Leer Ulises es también una cura de humildad para el lector. Aquí muere la prepotencia del lector aristocrático, aquí quiero yo ver a la aristocracia lectora agachar la cabeza y ofrecer la nuca desnuda al sacrificio, rendido ante la inteligencia de James Joyce en estado febril. Una novela exigente, ante la cual los espíritus más resistentes al sufrimiento se sienten desbordados por el glorioso caudal de continente y contenido indescifrable, para la mayoría entre los que me incluyo, que fluye entre sus páginas. He aquí unas notas tomadas al vuelo durante la lectura, con poco valor y sin mayor pretensión, uno no va a descubrir la rueda sobre el libro más comentado de la historia de la literatura. 

El gordo Buck Mulligan es el personaje mandón del relato. Mulligan estudia Medicina. Se nos presenta con ínfulas de padre predicador en este comienzo del relato que tiene lugar en la torre Martello a unas siete millas de Dublín. Su cara es difícil de mirar debido a su longitud caballuna. Los dientes son “blancos e iguales brillando acá y allá en puntos de oro”. Una suerte de Makinavaja cervantino con esa obsesión por los dientes: “Sólo con que pudiéramos vivir de buenos alimentos como éste […] no tendríamos el país lleno de dentaduras podridas y tripas podridas”. El pelo intonso, como los libros de segunda mano intactos que compras en el rastro, sin abrir siquiera. Pero aquí se refiere a la tonsura de los clérigos (untonsured hair)con mechones y canoso a vetas. Mulligan es un cura falso y judío, irreverente y blasfemo que se dispone a afeitarse como primera faena del nuevo día. Lleva una bacía de níquel quijotesca y los trastos de afeitar entre las manos. Nadie puede decir que don James no haya leído el Quijote o a santo de qué iba el irlandés a comenzar la novela con el baciyelmo quijotesco más ambiguo y misterioso. O al menos eso parece indicar al usurpar el yelmo que corona la cabeza del caballero andante, el otro aventurero y viajero por antonomasia, en tantas portadas para abrir el viaje de ida y vuelta de Ulises. 

Mulligan recibe el nuevo día con un Introibo ad altare dei, comienzo de las misas de antes. Se trata de una celebración extraña porque carece de feligreses, si acaso Stephen que le hace de monaguillo sumiso y un inglés llamado Haines. Tres personajes enjaulados en una torre que resisten durante una cuarentena, como ahora estamos medio mundo viendo la televisión y sin salir. La misa dura lo que Mulligan tarda en afeitarse. 

Es difícil que la primera página de una novela sea más universal y simbólica, dedicada a Jesucristo, el hijo de Dios hecho hombre y a don Quijote, dos de los influencers más célebres en la historia de la realidad y de la ficción. Mulligan: mitad Cristo; mitad don Quijote. 

Mojar la brocha, enjabonarse una de las mejillas y cuello por igual y con cuidado. La barbilla con cautela, la espuma en la navaja barbera, petición del moquero verdemoco de Stephen para limpiarla. Enjabonar la otra mejilla con la brocha y afeitarse por igual, con cuidado, sin hablar, seriamente para no darse un mal tajo y sangrar, sangre y llagas del católico. Volver a limpiar la navaja y plegarla, palparse la piel lisa con golpecitos de las yemas. Sentir el traqueteo del espejo y la navaja en el bolsillo donde están guardados. 

Stephen es un bardo verdemoco, un cuerpo escombro que limpiar de gusanera putrefacta, que usa pantalones de segunda mano o segunda pierna estrenados por cualquier sifilítico. A decir de Mulligan “Mata a su madre pero no puede ponerse pantalones grises”. Vive atado a los recuerdos de la muerte de su madre. Un tipo que vive en Villatontos con Conolly Norman dice que padece la parálisis general de los alienados. Stephen Dedalus, que huye de la limpieza y del agua, el limpiador de la bacía de Mulligan huele “la baba pegajosa de la espuma en que estaba metida la brocha”. “El siervo de los siervos”, el hijo de un inglés y una italiana. Stephen el palanganero. El leve olor a cenizas mojadas de su madre moribunda lo persigue, el espejo rajado lo delata. Se pasea por la torre con un bastón de fresno con la contera desgastada de tanto arrastrarlo. Las varas de fresno eran muy apreciadas porque de ellas los celtas sacaban las lanzas. Al final del capítulo Stephen se va de la torre, en ella quedan Haines y Mulligan al que cataloga de usurpador. Cuidado con el “Cuerno de toro, pezuña de caballo, sonrisa de Sajón”. 

Haines tiene el dinero por castigo, ha ido a un buen colegio inglés, antisemita nacionalista inglés que justifica la invasión inglesa de la isla esmeralda, le echa la culpa a la historia; “Después de todo, yo diría que uno es capaz de liberarse. Uno es su propio amo, me parece”. Un “oxonian” docto que habla gaélico para envidia de los irlandeses que lo ignoran, como la lechera que va a la torre a vender la leche recién ordeñada a granel. Haines le cae fatal a Stephen, sobre todo las pesadillas en las que habla en voz alta. Un recaudador de prepucios. 

Otro día (esperemos que sea antes de otro año) hablaremos sobre el narrador de este primer capítulo, que es lo más sorprendente de este complejo artefacto narrativo.

All that trouble all that grief that's why I had to leave 
Staying away too tong is in defeat 
Why I'm singing this song, why I'm heading back home? 
That's what makes the Irish heart beat 
I'm just like a hobo riding a train, 
I'm like a gangster living in Spain 
Have to watch my back and I'm running out of time 
When I roll the dice again if lady luck will call my name 
That's what makes the Irish heart beat







1 comentario:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

He de reconocer que jamás se me hubiera ocurrido vincular este Ulises a Joselito. Como siempre, me sorprendes. Siempre habías propuesto leer esta obra, que yo admiro, pero descartaba por no hacerla leer en inglés. Haces bien en lanzarla en tu blog. La seguiré aunque aquí, en Béjar, no tengo mi edición anotada durante relecturas de esta novela.