miércoles, 5 de febrero de 2014

Hay que dejar las cosas en sus días. Laura Castañón







Dejar las cosas en sus días 
Laura Castañón 

El viento castiga con fuerza los tesos del interior y los acantilados de la costa. La niña silueta destaca como si fuera un recortable oscuro contra la gama de tonos azulados del cielo y del mar. Contraluz. Jirones de nubes blanquecinas como la leche se desprenden de una masa compacta de nubes manchando de blanco el azul. La niña, imbuida del espíritu de Mary Poppins, quiere volar, pero el aire le desgobierna el paraguas formando un revoltijo de telas y varillas retorcidas fuera de sitio que le frustran el vuelo.


 

 "Las criadas que trabajaban en la casa solían quedar impresionadas la primera vez que iban abriendo las puertas". De aquí

La novela está dedicada a los más suyos, su padre esbozó una sonrisa antes de morir al escuchar algunos párrafos de la historia el último día de su estancia en el hospital. Indicio de que el humor nos puede salvar incluso en los momentos más pésimos. Una cita inquietante que resultan ser los versos de una canción de J. Diego (del dúo Victor y Diego) sobre los últimos días de la existencia de un ser humano mete en danza el veneno de la curiosidad, nos deja a oscuras y nos empuja a la lectura con fuerza por saber más de la expresión y del significado del brillante título: Dejar las cosas en sus días. 





Un pescozón sin ton ni son a Paloma es el sacudimiento extraño, respuesta al humor espontáneo como punto de partida. Las ciruelas claudias y la llegada del quinto vástago del matrimonio entre Benito Montañés y su mujer, Ángeles Ariznabarreta, tienen la culpa. Una vez más la vida nueva y la muerte que se dan la mano, la madre que muere al dar la vida a su hija. Nacer y morir tan contrarios y tan juntos. 

De fondo una huelga de mineros asturianos. Estamos a principios del S. XX. Los vehículos a motor eran aún una quimera; la comadrona que atiende el parto va y viene a lomos de un caballo de la casa. La autora agavilla un manojo de ingredientes atractivos para abrir una historia. Poco a poco nos vamos enterando de que la voz narradora principal es Aida, la protagonista, pero no la única,  y el punto de vista está en tercera persona. Laura Castañón salpica de vez en cuando detalles en el relato que nos hablan de la época. Primero apunta breves indicios que después amplía a medida que avanza la historia. Esta forma de escalonar la intriga, de decir a medias, de invitación a seguir leyendo es una técnica usada en las novelas de suspense y de acción. La progresión de la narración no es lineal, la autora utiliza frecuentes saltos en el tiempo y flashbacks. Algo que se detecta desde el principio es el uso cuidadoso de los diálogos, con mucho sentido humorístico dentro y los distintos registros del habla perfectamente adaptados al nivel cultural de los personajes. A menudo recurre al habla popular asturiana como una forma de distinguir la clase social de los personajes. 

Aida investiga y narra la historia de su familia. Ángeles, bisabuela de Aida, murió de parto. Nadie se lo podía imaginar cuando unos años antes había parido trillizas. Pero la muerte llega cuando quiere, incluso alcanza a una vasca recia, fuerte como el roble de Guernica. Para muestra valga la amenaza que cae como un derrumbe sobre su marido cuando pretende completar el trío de vírgenes madrileñas con otra María: ¡¡Ni María de la Cabeza, ni María de los Pies, o ya sabes dónde vas a dormir lo que te queda de vida, cojones!! 


 "El azul era el del matrimonio, el rosa el de Sidra, el amarillo el de Manuel, el violeta el de las trillizas.

En casa había un entierro que organizar y una cría recién nacida que amamantar. La criada, Dorotea, se encarga de buscar nodriza por los alrededores. Se decide por Camino, viuda con un hijo de un mes. Sidra era la hermana mayor, “como si de pronto se hubiera instalado en la adultez”, toma las riendas de la casa para que esta siga funcionando. Aida tiene cuarenta años y está separada de Asier. Conserva objetos de sus bisabuelos gracias a Paloma, una de las trillizas. El entierro fue una impresionante manifestación de duelo, algo nunca visto en la comarca. 

La autora pone especial cuidado desde el principio en escribir transitando entre contrarios, en mostrar la diferencia de clase social que abone el relato: “Todos asumían como normal que la casa de Montañés, al igual que la del ingeniero, fuera una mansión, y que dispusiera de agua corriente gracias a un depósito, y un cuarto de baño con una enorme bañera de cobre patinado, con un interior de estaño pulido, mientras que los mineros a la salida del pozo se lavaban por partes en una palangana con agua helada”. La distinta educación recibida por los varones y las mujeres. Mientras Manuel era instruido en “álgebra, geometría, contabilidad, geografía, dibujo técnico, geología y todo aquello que le sería útil para el futuro” , las niñas recibían clases de piano y bordado. 


"Ya se sabía que los Montañés eran como seres de otro planeta"

Hasta en la muerte hay diferencias, nada de que nos iguala. “No eran iguales las muertes de los ricos que las de los pobres”. Incluso entre los pobres había diferencias. Los había que daban trabajo a Jandro al morir, el carpintero que les hacía un cajón a medida, y los que tenían que “recurrir al ataúd que tenía la iglesia colocado en el cabildo y que se usaba para transportar a los muertos hasta la fosa donde se los depositaba para luego, ya de vacío, volver a su ubicación a la espera del siguiente entierro”. Esto sí que es no tener ni dónde caerse muerto.




Se quiere ya marchar a mejor vida
a descubrir si es de verdad su teoría.
Ya no quiere ni hablar, ni recordar, 
lo que hiciera hecho está,
para qué alimentar una agonía.
Hay que dejar las cosas en sus días
y exprimir el presente de la vida.
Ya no quiere ni hablar ni recordar, 
Victor y Diego 





Este  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero

6 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Un magnífico arranque -qué buenas ilustraciones- que añade motivos para seguir leyendo. En efecto, desde la portada todo invita a entrar en esta novela.

Paco Cuesta dijo...

Por lo que parece las diferencias sociales van a ser un elemento esencial en la novela.
Un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

Pobres niñas Montañés bordando dentro de una burbuja. Menos mal que encuentran un resquicio por donde entre el aire del pueblo. Y no va a poder estar Sidra para arrear el pescozón. Diferencias educativas, lingüísticas, sociales, todo diferencias.

Acertada la imagen de Mary Poppins, podemos imaginar a la niña echándose a volar con el paraguas. Yo la vi transformando mágicamente el paraguas en cometa.

Escucharé la canción. Pensaré en si conviene dejar las cosas en sus días.

Besos, Pancho.

DORCA´S LIBRARY dijo...

Hola Pancho:
Me ha encantado tu comentario, sobre todo el primer párrafo donde dejas aflorar la imaginación del niño que todos llevamos dentro.
Muy acertadas las ilustraciones y el combinar éstas con retazos de la novela.
Saludos.

Myriam dijo...

Voy cortando calvos así que me apuro: me gustan mucho:

1. como has asociado la tapa de LC con la de Mary Poppins. 2. como muestras la estructura narrativa de la obra que no es lineal. 3. Lo que marcas de los dialogos y d ecomo la autora usa el lenguaje para marcar las diferencias sociales. ) he aprendido un montón de asturiano jajaja) 4. ¡tu energía Pancho!

Besos y sigo a la sgte entrada

Myriam dijo...

jajaja clavos era lo que iba cortando.

En Argentina ( no sé por qué ni de dónde viene) quiere decir ir muy apurado.

Como ya terminé mi análisis de este libro, vengo a leerte con calma y dejarte comentarios en las entradas. Besos