lunes, 20 de abril de 2009

Apuntes de un turista en Túnez (1)


Desde la agencia de viajes nos habían pedido; a mis dos hijos, mi mujer y yo, que estuviéramos con cuatro horas de antelación en Barajas. Obedientes a los consejos, así lo hicimos. Como el vuelo salía a las 19.30h, ya estábamos en el aeropuerto a las 15.30. Después de buscar el mostrador de la agencia, tarea por cierto nada fácil de lo escondida que estaba, teníamos que salir de nuevo del aparcamiento y llevar el coche a un parking que llaman de larga estancia. Una vez hecha la gestión, todavía nos quedaban unas cuantas horas de espera. En una zona del aeropuerto de Barajas había revuelo. Como consecuencia de que alguien había dejado abandonada una maleta, la policía había cortado algunas zonas. Un rato después, cuando comprobaron que no había peligro, ya dejaron a la gente andar por todos los pasillos del aeropuerto.

El tiempo era excelente, de modo que salimos al exterior a comernos un bocadillo, tomar el sol y sacarle unas fotos a una escultura de Botero que teníamos delante. A veces te topas con el arte sin pretenderlo ni buscarlo; por casualidad. El resto, la rutina de los aeropuertos: facturar, pasar controles, más espera y embarcar. Esta vez con casi una hora de retraso.

El vuelo fue agradable. Nos dieron de cenar; cosa que ya no hacen las compañías en los vuelos low-cost. Alguien nos dice que las compañías pequeñas, Tunisair en este caso, tratan mejor a los viajeros que las grandes. La prensa que nos ofrecen es en francés. El periódico que elegimos es de baja calidad, con pasatiempos que recuerdan a los que se ponen en las revistas escolares. Al menos nos enteramos que en Túnez hay un presidente que se llama Ben Ali, que lleva en el poder desde que en el 87 sustituyera al mítico Burguiba, artífice de la independencia de Túnez. Con una ojeada a la prensa del avión ya pudimos hacernos una idea del tipo de país que íbamos a pisar por primera vez.

Ganamos una hora al llegar; tuvimos que atrasar el reloj. Rápidamente te das cuenta que ya no estamos en Europa. Se nota más presencia policial con control individualizado de pasaportes. La terminal es moderna con rasgos árabes en su construcción. Llama la atención la gran cantidad de mujeres dedicadas a la limpieza y que te pidan dinero al entrar en los servicios.

Nos llevan al hotel, que está en Hammamet, en un bus viejo para los parámetros españoles. La autopista no está iluminada, carece de rayas en el asfalto, hay que pagar peaje y tiene pocos carteles. Al llegar al hotel nos sorprende la seguridad que hay en la entrada: además de los guardias, tenemos que pasar los bultos por un scanner y nosotros por un arco, como en los aeropuertos. Aunque ya conocíamos el hotel por fotos en Internet, la impresión fue buena. Creo que nunca habíamos estado en un hotel de tanta categoría. Claro que esto puede que no sea decir mucho. Siempre cogemos hoteles de tres estrellas: este tenía cinco.

La primera noche la pasamos en unas habitaciones del cuarto piso. De fondo, un ruido amortiguado, pero constante. Aunque yo casi ni me enteré, dormí de un tirón de lo cansado que te dejan los aeropuertos y aviones, mi mujer, por la mañana, lo hizo saber a recepción. Ellos nos cambiaron sin problema a otra zona del hotel donde el ruido del generador no llegaba.

Por la mañana tenemos una reunión con la gente de la agencia que nos ofertan unas excursiones. Nosotros nos apuntamos a una de un día entero a Cartago, Sidi Abu Said y Túnez. Mario y Carlos, mis hijos, también a una de quads, o como se llamen, en los alrededores de Hammamet. Como el día estaba bueno pasamos el resto de la mañana en la playa.

Por la tarde, después de comer, fuimos a Hammamet en un microbús que nos puso gratis la agencia, a cambio de aguantar a un señor que, en un estupendo castellano, nos quería vender todas las alfombras de Túnez, en una tienda fuera de la medina, dedicada a vender productos típicos tunecinos. Al menos pudimos observar cómo las mujeres bereberes hacen las alfombras de nudos. Trabajosas obras de arte, pero que a mí no es que me interesaran mucho. Seguidamente fuimos a la medina, donde pudimos comprobar cómo unos vendedores se hacían entender en una jerga mezcla de francés, italiano y castellano que me hizo recordar al relato del Cautivo, intercalada en El Quijote. También aquí, los habitantes de esta zona del Mediterráneo, hablaban una jerga que era entendida por todos los ribereños. Vimos también El Fuerte de Hammamet, anexo a la medina, que visitaríamos al día siguiente.

5 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Muy buena crónica, con referencia quijotesca incluida.
Excelente la segunda foto.

pancho dijo...

Pedro: No hay que ser muy avispado para descubrir las influencias. Hasta hace poco no se me habría ocurrido sacarle fotos a las puertas viejas; menos con las maravillas de portadas y puertas que se pueden ver en Túnez .

Hay evidentes similitudes con España en este pequeño país. Muchas cosas me parecieron muy cercanas: La Goleta, El Fuerte, Berbería, jerga, paisaje, manera de ser...

Merche Pallarés dijo...

¡Qué ideal Pancho! Además trayéndote recuerdos del cautivo... Muchos besotes, M.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Que no te lo pasa mal...tengo amigos trabajando en comisión de servicios...y hablan excelencias. un abrazo

pancho dijo...

Merche: Es en lo que andamos, los Libros de Caballería que nos trastornan.
Tucci: La moda de los recién casados tunecinos, en su luna de miel, es visitar Al Andalus. Muy mediterráneo me ha parecido este país.