jueves, 22 de junio de 2017

La saga/fuga de J.B. (34) Scherzo y fuga. Gonzalo Torrente Ballester. La sensatez del desvarío.





"Se hubieran curado por el amor de haberles dado tiempo"

La saga/fuga de J.B. (34) 
Scherzo y fuga 
Capítulo 3 
Gonzalo Torrente Ballester 

Heloísa siente la necesidad de filosofar sobre la condición de las hembras desde la infancia. Desde que a los ocho años descubre que su primo Guy tiene una cosa de la que ella carece. Necesidad reforzada cuando una mañana descubre la periódica realidad sanguinolenta de las mujeres referida en la Biblia como “renuevos” y que en romance se denomina “la regla.” Sale de la depresión al descubrir que el odio a la madre abre la puerta a la esperanza. Porque en la complementariedad de deficiencias y en la cohabitación con Abelardo, que odia a su padre por dejarle en herencia la figura esmirriada y el ojo disidente, curan ambos sus melancolías y asesinan simbólicamente al padre y a la madre. De propina, Abelardo se olvida de su ojo virojo. 

Abelardo también filosofa. Un día que las acacias resplandecen por el agua reciente y muestran el verde más tierno, le confiesa a JB que el remedio a las desventuras humanas llegará el día en que los hombres maten al padre y las mujeres a la madre de manera simbólica. Más tarde llegará el momento de meterse en honduras, el turno de la Teología que se encargará de la eliminación del Padre de la Trinidad porque el padre es un concepto alienante. Huelo a heteropatriarcado en franco retroceso. Pero qué hacer con Jerónimo que no siente ningún deseo de matar al padre porque su madre quedó viuda al dar a luz a su hermano Manolo. Su carencia le llevó a valorar la presencia de un hombre en el hogar. Y tampoco es cuestión de universalizar su caso particular porque, a pesar de las similitudes físicas con Abelardo, él no ha sentido el desequilibrio y asimetría que es la base de la personalidad de los virojos. Algo así le pasaba a Coralina cuando se ponía cachonda. Además de desviársele el ojo izquierdo, la mirada se le volvía honda y oscura hasta dar miedo. Pero eso él no lo advierte de tan intensos y agarrados a las entrañas que tiene los sentimientos. 




"Estoy seguro de que me habría salido una preciosa construcción teórica acerca de sus dos personalidades"

Cuando don Torcuato exclama: “Yo he besado esos labios,” piensa en Lilaila Souto Colmeiro. Vigila que la rodrigona no esté con el ama para presentarse en el hotel y que no le den con la puerta en las narices. Pero Coralina es Coralina Soto y no hay más que hablar. Don Torcuato lanza un guante que don Jerónimo no puede rechazar. A él le van a contar que Lilaila tiene siete lunares rubios encima del anca izquierda, el mayor con cinco pelillos y seis desiertos y que acariciados con “la punta de la lengua se advierte que también son de bulto.” Don Torcuato es un rival y el honor exige un acto de desagravio. Don Torcuato debe saber que Lanzarote siempre engaña al rey Artus. Escriturado está en el sílex. Coralina ha sido proclamada como la reina Ginebra por la Tabla Redonda y don Torcuato debe cesar de tomarle el pelo, tildándole de conquistador a escondidas de la estrella de la canción europea. Le recuerda la maldición de los JBEn esos lunares está escrito el destino. Todos los JB han muerto y seguirán muriendo el día de la conjunción astral para la que apenas queda una semana. Reconoce la derrota, pero el rival nunca poseerá a Coralina por vez primera. Que quede claro que Lilaila Souto Colmeiro pasó antes por la cama de Torcuato. La tiene más larga y lo nombra su sucesor. 

Seguidamente, manda labrar al arquitecto de cabecera los siete círculos como siete planetas debajo de la figura de un hombre que lleva un cuerpo en brazos. El porqué aparece en la parte superior del anca de Coralina Soto es algo “que humilla la soberbia de nuestro entendimiento.” El Destino nunca actúa a traición, la llegada a Castroforte significa la Introducción en la Claridad. Así al día siguiente repite lo que Artus había hecho antes, se presenta en el hotel a preguntar si ella es Lilaila Souto. La respuesta afirmativa le duele porque corrobora que Torcuato le ha precedido en el uso de los encantos femeninos de Lilaila, pero qué importa quién sea si le hace un rato compañía. No se hace ilusiones de que su sola presencia la haya seducido, sino que son ya las siete menos cuarto y corre el peligro de pasar la noche a solas. Ella jamás se rindió a los encantos varoniles. Entra temblando a los aposentos mientras ella despide en francés a su rodrigona. La doble personalidad de la dama, a veces Lilaila y otras Coralina en el mismo cuerpo le tiene hecho un lío. (Imagínense a los lectores) 





"¡Chico, chico, calla, calla! ¿Qué más dará, si Coralina y Lilaila son la misma persona?"

Ella asegura que no es mentirosa, a pesar de ser Coralina para el rey Artus y Lilaila para él. JB le dice lo que dicen todos: “Que la estaba esperando desde antes de nacer y que había buscado en vano en las demás mujeres lo que ahora encontraba en ella.” Su carácter de leyenda abunda porque su llegada se espera desde la antigüedad, desde dos mil años antes de Cristo, coincidiendo con la fundación de Castroforte por Argimiro de Efesio. La aparición del Santo Cuerpo fue el heraldo de su llegada. 

Pasan a la suite Royale. Ella comienza las maniobras amorosas que llevan al revolcón, por más que envuelva el momento en lamentos por no ser mar que la abrace en un naufragio o viento que empuje su barco. A ella le gusta hacerlos sufrir y sólo cuando les ve el sufrimiento en el rostro, avanzan en los trámites amorosos. Ella, la institutriz domadora que da y quita, cierra la puerta y nada nos deja saber sobre lo que pasa dentro. Porque lo que pasó entonces es inverosímil y renuncia a contarlo. 

La puerta se entreabre a la hora de la cena, por la abertura vemos al poeta que quiere guardar los recuerdos para tejer un poema largo y lento de amor. Un poema perezoso en el abrazo cálido de Coralina.


Devuélveme el mes de abril 
Se llamaban Abelardo y Eloísa 
Arcángeles bastardos de la prisa 
Alumbraron el amanecer muertos de frío 
Se arroparon con la sensatez del desvarío 
 Tuyo y mío de vuelta al hogar 
Qué vacío deja la ansiedad 
Qué vergüenza tendrán sus papás

Joaquín Sabina





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



1 comentario:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

¡Joaquín Sabina! Ya estaba tardando.
Una de las cosas que me gusta de La saga fuga es precisamente esta que traes aquí, la forma en la que juega Torrente con el nacimiento cotidiano de los mitos o su regreso a lo cotidiano y costumbrista. Inteligente, paródico y bromista.