jueves, 3 de noviembre de 2011

Maestra en confundir al diablo y al dios de los altares


SONATA DE OTOÑO.

MEMORIAS DEL MARQUÉS DE BRADOMÍN (3)

Bradomín es un personaje mujeriego y libertino. Un santo por lo civil. Acude a casa de Concha a despenarse del desgobierno de años de vida disoluta que deja su huella en el universo de ceniza que puebla de gris y de tiempo plateado su cabeza. Viene a resucitar los temblores del amor en la edad tardía. La sangre de Concha se revuelve en la sepultura cuando ya se creía curada de todos los espantos. Encuentra su triunfo en las exequias del amor. El amor, que siente el aleteo de las mariposas en el estómago, obra el milagro como si fuera el agua bendita que borra el sentimiento de pecado.



“Amorosa y complaciente, echó sobre mí el velo oloroso de su cabellera. Yo respiré con la faz sumergida como en una fuente santa, y mi alma se llenó de delicia y de recuerdos florecidos”. El erotismo ungido por el atractivo de lo sacrílego y las palabras sagradas del hecho religioso fundidas en el relato: la faz, el velo, la fuente santa y el alma que se separa de los cuerpos en una inmensidad de espacio de luz y sensualidad. “La mariposa de aceite que alumbraba los pies lívidos y atarazados de Jesús Nazareno”.

Ella entonces se sometía feliz. Valle narra el éxtasis de la reunión, como colofón del proceso de conquista y maniobras del cortejo cuya desembocadura son unos párrafos de gran altura mística: “Sus sienes maceradas, sus párpados de cera velando los ojos en las cuencas descarnadas y violáceas, le daban la apariencia espiritual de una santa […] los senos eran dos rosas blancas aromando un altar”. Y lo hace sin abusar ni abrumar con la simbología religiosa; con la gracilidad, sutileza y, a un tiempo, firmeza de la prosa exquisita de los elegidos. Como si el tiempo se detuviera, o no importara, en la consumación de la carne como hecho espiritual, los gallos cantan dos veces en la transición a la claridad del alba. También Bécquer parece respirar los átomos de la luz de la mañana: “Una escala luminosa de polvo llegaba desde el balcón al fondo de la cámara”.

Los gallos del alba los sorprenden dormidos al amanecer y concluye el relato del misterio del clímax de la relación con la confesión: “Yo confieso que no recordaba haberla amado nunca en lo pasado, tan locamente como aquella noche”. Después aparece Florisel para dotar de serenidad y equilibrio a la narración. La aparición del preadolescente de doce años supone una ruptura en el relato. Sabe hacer tantas cosas como sabía el Azarías de Delibes: Correr el cárabo, arrollar a la niña chica o afear las fosas nasales del señorito. Florisel adeprende mirlos o enseña al hurón. Nos marcharemos todos al universo gris de las cenizas cuando llegue el momento del viaje definitivo. Morirse no debe ser tan grave. “Y se quedarán los pájaros cantando” como decía Juan Ramón. Como se quedan los mirlos en el manzanero que les da cobijo y manutención.

"Se llamaba Herejía
cómo voy a saber
si me engañaba
cuando me mentía.

Maestra en confundir
al diablo y al rey de los altares,
me citaba en los bares
con fuegos malabares
y luego se olvidaba de acudir."
Joaquín Sabina







Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde
La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

8 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué certera entrada. El Marqués es así, pero para serlo necesita una Concha, que no se nos olvide...

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Pues no me parece a mí un personaje libertino este Marqués de Bradomín.
Mujeriego, sí.
Disipador de dinero, pues tampoco: se pasa el tiempo como invitado en casa de Concha, y hasta el mayordomo Brión va provisto cuando va a buscarle con alforjas para el yantar, y una bota de vino de las viñas del Palacio que a él le servirá en vaso de plata labrado con un sol de Perú.
Me ha gustado mucho todo el relato en la casa de los molineros, con la despedida de la hija y su regalo de las "yerbas olorosas llenas de santidad, las que curan la saudade de las almas y los males de los rebaños, las que aumentan las virtudes familiares y las cosechas..."

Saludos.

P.D.: Qué estupenda esta canción de Sabina del CD 'Vinagre y rosas'.
Se me ocurre "contestarla" con una cita del libro "Lo que los jóvenes tienen que decir":

"Quizás la veas: dile entonces que he dejado de quererla del todo, dile que ella ya no me importa nada, dile que no quiero volver a verla, pero no le digas que yo te lo he dicho llorando."

Merche Pallarés dijo...

A mi sí me parece Brado bastante libertino Y mujeriego. Esas frases suyas que tienes que leer entre líneas para darte cuenta de que era un bon vivant satírico, sátiro y lujurioso. Estupendo tu resumen, Pancho y las canciones de Sabina le van como anillo al dedo. Besotes, M.

Abejita de la Vega dijo...

Aquellos lectores de los años treinta se quedarían con la boca abierta ante la herética mezcolanza de sexo y religión. El colmo, cuando Valle considera a Dios como un rival del que se pueden tener celos.
Bradomín es un diablo, así lo entiende Concha en su último momento...el corazón le falla.

Florisel es un Azarías pequeñito, no se me había ocurrido.

Besos

Paco Cuesta dijo...

Es lo grande en Valle Inclán, narra sin abusar, sin herir, dejando que el lector complete la escena.
Me encanta la entrada

Myriam dijo...

tienes tanta razon: desborda de erotismo. Me imagino el feceto que causaría en los hombre y mujeres que leían estos pasajes en el Periódico, con la represión sedual imperante en la época....

Por fin me puse al día. Un beso enorme.

Myriam dijo...

"Efecto" y "sexual" léanse por "efeto" y "sedual".

Dios que desastre soy tipeando....

Besos

Anónimo dijo...

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