jueves, 24 de noviembre de 2011

La mujer que yo quiero, me ató a su yunta

Massaguer. La Habana 1921



SONATA DE OTOÑO.
MEMORIAS DEL MARQUÉS DE BRADOMÍN (6)


La llegada de las niñas y de Isabel se deja notar en las estancias del palacio y en la naturaleza de la relación entre los amantes. Bradomín y Concha actúan delante de ellas para que no sospechen, como si fuera otra actuación superpuesta a la ficción del relato. Practican una cura rústica (también de humildad) a Don Juan Manuel al que dejan acostado en la habitación del obispo, envuelto en paños de vinagre (y rosas) para las heridas. Concha sigue con su tarea de alisar con un peine de marfil la melena de matrona veneciana que, destrenzada, cae suelta sobre los hombros de la niña, siempre más romántico que rasparse con piedra pómez los callos y las asperezas de los pies metidos en agua caliente, por ejemplo. El ovillo de lana crece entre juegos y risas de las jovencitas mientras la madre y la prima Isabel secretean. Hablan del pasado en voz baja al calor de la lumbre del salón atendida por el Marqués. Los troncos se van consumiendo al tiempo que crece el montón del borrajo, como si fueran las cenizas del amor cuando éste termina.

Con Isabel aparecen los celos que matan y que quiebran la serenidad que la presencia de las niñas aporta al ánimo de la madre. Valle los muestra en el gesto de Concha: “Se llevó el pañuelo a los ojos y después lo desgarró con los dientes”. Sólo una sonrisa de él es suficiente para conjurar el maleficio y que las rosas de sus mejillas florezcan renacidas. Bradomín – como todo veterano Don Juan que se precie- sabe cómo hacer que la mujer que está a su lado se sienta importante. “Pensaba en ti” - le dice cuando Concha le ve pensativo.

Concha le muestra al Marqués una carta de su madre, doña Soledad, que es como las arañas negras que la persiguen por los pasillos del palacio. En ella la acusa de ser mala madre y peor mujer, de conducirse entre el escándalo y de estar irremediablemente condenada. Bradomín la quema, no quiere leer las lágrimas del desamor. Su madre es una santa, pero no tolera el desorden y eso es Concha para ella.

Valle recurre a la carta como una estrategia para describirnos a la madre y el origen de los amores, dos elementos que dan espesor narrativo al relato.

A continuación un capítulo breve - como todos en estas Sonatas- en el que parece que no pasa nada, pero pasa de todo y desfilan casi la totalidad de los personajes de la novela en el breve espacio del mirador, como si fueran los actores que entran y salen del escenario en una obra de teatro. Aquí se sienten los temblores de la inspiración en el hecho creador. Lo explicamos con un poco de calma, cada vez más convencido de que hay más deleite literario e intensidad en un pequeño fragmento de Las Sonatas que en tochos completos de literatura vendida al peso en las estanterías del supermercado. "¡Aquí Carabel! ¡Aquí Capitán!" . La alcoba de Bradomín se abre a un salón con tres puertas que dan al mirador en el que juegan las niñas ruidosas. Más allá, en el jardín, aparece y desaparece el Abad de Brandeso que se pasa por el exterior del palacio con dos perros. Viene a presentar sus respetos a la aristocracia. Las voces repetidas del tonsurado ponen el ritmo al relato: "¡Aquí Carabel!, ¡Aquí Capitán!" Todo pasado por el recuelo de la extraña lucidez del duermevela del Marqués de Bradomín - la voz narradora- y las tres puertas cerradas. El Marqués no ve lo que ocurre, sólo lo escucha y lo siente. Sorprendentemente, se despierta cuando cae el silencio en la terraza. Florisel abre las puertas y las niñas acuden a besar al tío Bradomín. Don Juan Manuel se ha marchado con las primeras luces del alba. Su traje de madera puede aún respirar en el exterior y crecer tranquilo; que bicho malo, tarda en morir. Relato demasiado amable para ser verdad porque “el moscardón verdoso de la pesadilla daba vueltas sin cesar, como el huso de las brujas hilanderas”: descripción surrealista del pozo hondo de los malos sueños que salen a la luz por laberintos inquietantes de tinieblas. Valle prefiere la tensión, el juego de contrarios para dotar
la narración de armonía y equilibrio. Y al final los dos pichones menos dos alas por cabeza, metáfora al revés del Don Juan irredento al que nadie de los nacidos y nacidas pudo cortar las alas ni uncir a su yunta para labrar juntos los surcos de una besana sentimental. Bien distinto a este otro que canta Serrat:

"La mujer que yo quiero, me ató a su yunta,
para sembrar la tierra de punta a punta [...]

La mujer que yo quiero, me ató a su yunta:
pero, por favor, no se lo digas nunca".
Joan Manuel Serrat




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

8 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Buen broche final a la historia de Concha y Brado con esa bella canción de Juan Manuel Serrat. Chapeau! Besotes, M.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente interpretación de estos capítulos. En efecto, la llegada de las niñas cambia todo -más con Isabel- y hace contrastar más todo lo que sucede en el palacio.

Myriam dijo...

¡Qué tal la "santa" madre "araña" del marqués tuvo un hijo tarambana!

Y piedra pómez usaban mis abuelos para sus cayos jajajajaja

Besos.

Myriam dijo...

¡Ahhh y.... Pobre Concha!

Myriam dijo...

¡Ay..... pobre yo que bruta!: Callos, digo. Vale

matrioska_verde dijo...

otra ilustración estupenda, pero me sigo quedando con la del post anterior.

biquiños,

Abejita de la Vega dijo...

Bradomín es un cínico y Concha más falsa que un duro sevillano. Ante la llegada de sus hijas, hay que hacer el montaje teatral.

Tiene muchos defectos, dice su madre. Menuda bruja la mamá del marqués, tan santurrona y tan arpía. Y dale que dale a la rueca.

¡Uy, cómo estoy!

Me quedo con lo de Serrat: "la mujer que yo quiero me ató a su yunta pero por favor no se lo digas nunca" ¡Ese es un hombre que merece la pena! No los bradomines.

Besos, no sé si coger el tocho bestseller o hincar el diente a la niña Chole. De momento tecleo de blog en blog.

Paco Cuesta dijo...

Las niñas aportaron un poco de aire fresco pero ....