domingo, 2 de mayo de 2021

EPISODIOS NACIONALES. Trafalgar (y 5). Benito Pérez Galdós. Héroe sin ilusión.

 



"Don José María había forjado una leyenda de heroísmo y habilidad"


EPISODIOS NACIONALES 
Trafalgar (y 5) 
Benito Pérez Galdós 

Todas las guerras acaban porque no hay calamidad que cien años de soledad dure ni cuerpo humano ni zopilote que lo resista. A bordo de la patera pilotada por Marcial, vencidos y desarmados navegan ingleses y españoles, luchando unidos contra la tempestad que amenaza con engullirlos. Fijan la mirada en el hueco de agua que deja el Trinidad al desaparecer. Dan gracias al cielo que los protege por no formar parte de la terrible agonía del ejército de heridos abandonados por el triaje de selección darwinista cuando vienen mal dadas. 

Los recogen en el Santa Ana cautivo, desarbolado y sin timón, pero con el casco en mejores condiciones que el Santísima Trinidad. Allí se encuentran con Malespina que les cuenta con elocuencia el combate del San Juan de Nepomuceno contra seis barcos ingleses y el romance de valentía de Churruca que muere en sus brazos a la edad de cuarenta y cuatro con la entereza de los héroes de leyenda. Las Cortes de Cádiz, padres de la primera constitución española y europea, acuerdan que nunca falte en la Armada Real un navío con su nombre. Se alzan monumentos por todos los rincones y comarcas españolas en honor del héroe de Motrico. A España le caben muchos héroes en la cabeza. 

La intensidad del relato de Malespina, la excitación de los cañonazos y los gritos de los heridos le impiden conciliar el sueño durante la noche, sólo la fatiga del amanecer de una noche toledana le gana para su causa. Le despierta el mismo estruendo de cañonazos que le impidió dormir. La tripulación del Santa Ana se rebela, apresan a los ingleses guardianes, enarbolan el pabellón español y la emprenden a cañonazos contra dos navíos británicos, “con más ardor porque tienen menos vida que perder”. La suerte en forma de barcos aliados viene a socorrerlos. Como consecuencia de este segundo combate que no sale en los libros de historia, el Santa Ana queda más dañado, únicamente puede avanzar remolcado por el Themis, una fragata francesa. Un niño que guía a un gigante. La suerte se tuerce al oscurecer, se desatan los elementos, irritados como un dios antiguo destronado. “La mar, cada vez más turbulenta, furia aún no aplacada con tanta víctima, bramaba con ira, y su insaciable voracidad pedía mayor número de presas”. Una tormenta terrible los arrastra mar adentro. 

 El lastimoso estado físico de Malespina y Marcial sube un grado el estado de tristeza que invade a Gabriel y a su amo. El comandante Álava ordena que los heridos se trasborden al Rayo. Los heridos hacen cola para bajar a los botes salvavidas con el temor de que el Santa Ana no resista los embates de la tormenta. 

La voz embustera de Malespina padre rebaja la tensión a bordo del Rayo. El humor en mitad de la tragedia. Los enanos de Velázquez que divierten al Rey. Por él nos enteramos de que Gravina había llegado a puerto con algunas naves y él se había embarcado con la misión de recoger navíos desmantelados y rescatar prisioneros. Para heridas las de la guerra del Rosellón que él vivió “desde el introito hasta el Ite, missa est”, lo de su hijo no es más que un rasguño. La cabeza en permanente revolución del viejo Malespina le da vueltas de campana, inventa el barco de guerra a vapor, blindado con doble casco de acero impenetrable a las bombas inglesas. “Todos los mentirosos me parecen hombres de genio”, reflexiona Gabriel cincuenta años después al recordar el suceso para escribir las memorias de la manera más fiel posible y más ajustada a la realidad. 

El Rayo queda a merced de la naturaleza violenta. El viento huracanado hace imposible poner la proa rumbo a la Bahía de Cádiz. La pérdida del barco es inevitable. Un crujido espantoso y la parada en seco les indica que han hundido la quilla en un banco de arena. El barco se inclina a un costado y a otro, como el toro que pasa al torero cogido de uno a otro pitón como un muñeco de trapo, a merced de las olas furiosas a la vista de la desembocadura del río Guadalquivir entre Almonte y Sanlúcar. 



"La alta encina quiere convertirse en humilde hierba"

Una balandra enviada desde Chipiona al oír los cañonazos de auxilio los socorre. Marcial está demasiado débil para embarcarse en alguna de las lanchas, Gabriel duda entre irse o quedarse con Medio Hombre. La narración de la muerte de Marcial agarrado a los restos del Rayo, derrotado por la naturaleza hostil, y el monólogo a modo de confesión a Gabrielillo, es una cumbre de la literatura sentimental, apela a la emoción para provocar lágrimas en el lector. Ante una muerte así “al modo de perro o gato, no necesita de que un cura venga y le dé la solución, sino que basta y sobra con que uno mismo se entienda con Dios”, se pone un nudo en la boca del estómago que impide respirar. Marcial se va a toda vela y Gabriel pierde los sentidos cuando un violento golpe de mar sacude la proa y borra del mar los restos del arrogante barco de guerra. Mucho que llorar en este relato de Galdós

Un frío intenso, un escalofrío seco, recupera a Gabriel para el mundo de los vivos, reaparece tumbado en la arena de la playa agotado como un náufrago. Unos hombres lo observan con interés de expertos virólogos en periodo de pandemia y lo compadecen. Lo llevan a una casa donde se recupera cuidado por una vieja. A los dos días se despide y se marcha playa alante hasta Sanlúcar, allí se encaraba con un marinero hasta Rota donde se embarca para Cádiz. Se trata de un marinero veterano escarmentado del maltrato que reciben los marineros del Rey. No le extraña que los ingleses los derroten una y otra vez cuando la mayoría de los jefes de barcos del veintiuno no cobran desde hace meses. En lo del veintiuno estuvo en el Bahama mandado por Alcalá Galiano, otro héroe de leyenda que aguantó en pie dando órdenes sin mirarse las heridas ni importarle la sangre que le saltaba a la cara hasta que una bala rasa de calibre mediano le vuela la cabeza. 

Gabriel descubre en Cádiz la verdadera dimensión del desastre de la escuadra. Los salvados, sanos y heridos, son rodeados por una multitud ávida por conocer el paradero de los suyos. Observa que la supervivencia se vende cara, casi siempre gana la banca en el envite de la suerte. 

En esta parte final del relato, Galdos insiste en el comportamiento ejemplar de la población de Cádiz con los heridos de los dos bandos. Gabriel piensa que quizás se deba a la magnitud del desaguisado. Mientras Napoleón pierde batallas en el mar, las gana en tierra gracias a la superioridad de su ejército y a su genio de estratega militar. Napoleón ni se molesta por lo de Trafalgar, quizás medio satisfecho por la debacle de su aliado y futuro enemigo. 



"Sin perder tiempo salí de Medina Sidonia, decidido a no servir ni en aquella casa ni en la de Vejer".

Cuando parece que todo el pescado está vendido, Galdós nos sorprende con el as que guarda en la manga para el final. El ingrediente sorpresa del guiso. Una anagnórisis: la aparición sano y salvo de Rafael Malespina al que todos dábamos por muerto en un episodio de consternación general, mezcla de llantos, gritos y sollozos en la casa de doña Flora donde se hospedan doña Francisca, Rosita y don Alonso. Rafael Malespina se recupera en Sanlúcar y para allá salen a cuidarlo don José María y familia. A los dos meses se casan en Vejer y se mudan a vivir a Medina Sidonia. 

La cuenta atrás de don Alonso empieza con la derrota de Trafalgar y se acelera con la muerte de Marcial. Se siente abrumado por los reproches de doña Francisca como si hubiera sido suya la decisión de salir de puerto a romper el cerco de Cádiz y no del cojonudismo hispano de Gravina que echó un órdago a Villeneuve cuando éste acusó a los oficiales españoles de falta de valor en una reunión de coordinación. Don Alonso reza hasta el embarque en la nave que nunca ha de tornar. 

Gabriel no acepta la oferta de trabajar para los recién casados, Malespina y Rosita, y coge una diligencia para Madrid, villa, corte, confección y libertad, tumba de bastantes ismos, rompeolas de todas las españas. Ite missa est.

Encerrado en el tiempo
Ha perdido el valor
Para escapar de su celda
El héroe sin ilusión
Héroes del Silencio





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


1 comentario:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Este antihéroe que camina hacia el horizonte físico y biográfico atrapa, sin duda. Qué buena estrategia para comenzar la serie.
Curiosamente, todos estos personajes, incluso los más caricaturizados, son reales. Conozco personas como Malespina padre...
Gracias por continuar.