jueves, 11 de marzo de 2021

EPISODIOS NACIONALES. Trafalgar (1) Benito Pérez Galdós. Si te doy mi palabra.




"A veces mediamos nuestras fuerzas en la Puerta de Tierra con grandes y ruidosas pedreas"


EPISODIOS NACIONALES 
Trafalgar (1) 
Benito Pérez Galdós 

Galdós dedica las primeras páginas de la novela, “Trafalgar”, a montar el andamio narrativo desde el que construir el relato de más envergadura de la literatura española: los Episodios Nacionales. En un primer momento planea narrar las aventuras y desventuras de Gabriel Araceli de 1805 a 1834, divididas en dos series de muletazos, de diez novelas por tanda, todas las veinte obras escritas en seis años, de 1873 a 1879. Después amplía los Episodios Nacionales ocurridos entre 1805 y 1880 a cuarenta y seis novelas una vez visto el éxito de la iniciativa. 

Gabriel siente cerca el aliento frío de la parca y coge un segundo aire limpio para dejar por escrito algo que recuerde su paso por el mundo a las generaciones venideras. Advierte que no será una narración bella porque su oficio no es escribir, pero sí ajustada a la verdad. Toma así el relato la forma de memorias, contadas en primera persona. “El amor santo de la patria” que le da asiento en tierra firme y a la cual volverá, será siempre el ideal, el impulso heraldo que guiará las reflexiones que ahora nacen. 

Los primeros hechos recordados corresponden a una derrota de la armada, una más de la ristra de victorias de la moderna flota inglesa sobre la española, ya achacosa y con menor potencia de fuego, en ese tiempo. Ocurren en Cádiz frente al mar porque allí nace nuestro protagonista en los últimos años del siglo XVIII. Cádiz es mar que invade la tierra y barcos de guerra que la defienden. Los primeros recuerdos son hombres heridos y barcos desarbolados, derrotados en la batalla naval del Cabo San Vicente por los ingleses en 1797. 

La infancia de Gabriel no vive de estar muerta, son recuerdos de juegos de niños en la playa de la Caleta. Los niños de Cádiz son marineros en tierra, hijos de la mar, peces libres sin pedigrí, lazarillos nacidos en el agua salada, como Lázaro apellidado de Tormes por nacer en mitad del río donde su madre lo parió porque era molinera. Gente del pueblo llano como Pablos de Quevedo. Nacer con aletas que recrecen en los muñones y aprender a nadar para ellos es obligatorio, les viene de serie. Comprenden el mundo por la parte liquida del planeta, la más hostil a los seres humano. Su catequesis en tierra es luchar a pedradas con bandas rivales para marcar el territorio como hacen los animales. 

Gabriel rejuvenece al echar la vista atrás como el Lázaro del evangelio que se levanta y aprende a andar con corazón trasplantado y sangre nueva: “Esta sangre, tibio y perezoso humor que hoy apenas presta escasa animación a mi caduco organismo, se enardece, se agita, circula, bulle, corre y palpita en mis venas con acelerada pulsación”. Los recuerdos van a sus progenitores, las personas que le cuidaron en su minoría de edad, un homenaje a su madre que era muy hermosa: “El único ser que compensaba la miseria de mi existencia con un desinteresado afecto”. El protagonista muestra así el agradecimiento al símbolo biológico de la madre por ser cimiento de la sociedad y muestra un profundo desprecio a su tío, borracho maltratador, que se hizo cargo de él al quedarse huérfano. Abandona el hogar por malos tratos que le llevan a engrosar las tribus de los niños de la calle de la Bahía, de los que nadie se ocupa porque niños es lo que sobra. De esta sociedad de descuideros del hampa lo saca una pareja de edad avanzada de Vejer de la Frontera por casualidad, cuando escapaba de una leva para la marina que se preparaba para la guerra, con necesidad de carne de cañón. Pasa cuatro años a su servicio, trabajando de paje para ellos, de los diez a los catorce que eran los que contaba en 1805.


Mi fama me precederá 
Hasta el infinito y más allá 
Y vive Dios que escrito está: 
"Si te doy mi palabra 
No se romperá"
Loquillo




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Este personaje construido con auxilio de la picaresca y del costumbrismo, crece cuando lo pone a vivir en la realidad de aquella España, en la que todo pudo ser y casi todo fracasó... No me pidas comparaciones.

Myriam dijo...

Hola, Pancho. Muy clara tu exposición introductoria.

Abrazos