domingo, 29 de abril de 2018

Akúside (1). Ángel Vallecillo. Matar la muerte.




"Al reino lo llamaron Akúside, y a su mar, mar Alado."

Akúside (1)
Ángel Vallecillo 

Akúside es Euskadi con las letras cambiadas de sitio, le hace un lío grave a la hora del arqueo, un regate, como la suerte a la muerte. La palabra suena más rotunda y equilibrada. Las esdrújulas se pronuncian con más arrogancia y empaque. Deletrear el desorden, medir la tierra con pasos cargados de plomo. 

De las Vascongadas no queda ni rastro. Con los años las tres provincias que formaban una región cedieron a la ambición imperialista y la fuerza de los tiros por la espalda, secuestros, extorsiones mafiosas, exilios y coches bomba con los maleteros llenos de actas de defunción y muerte de inocentes. El nacionalismo es siempre expansionista. El primer contacto que uno recuerda con ciudadanos vascos es de principios de los años setenta. Eran los cazadores que venían vestidos con impecables ropas de caza, tocados con boina y portaban flamantes escopetas. Cuando tener una escopeta de caza era un lujo, tanto como ahora  una moto de gran cilindrada o algo así. Uno sabía que eran vascos porque hablaban en su lengua para que nadie se enterara de lo que decían. Se les notaba gente acomodada, arrogantes como los carlistones de Estella, espléndidamente retratados por Valle Inclán en Las Sonatas. Eran un acontecimiento en los pueblos pobres de interior porque pagaban dinerales por la caza y daban estupendos jornales a los lugareños que les hacían de guías o porteadores. Se conoce que el hambre, sudor y cansancio de los cazadores no iba con ellos o era un lema caducado. 

Lo primero que encontramos en esta novela es un prólogo aclaratorio, breve como un tweet, un exacto y conciso resumen del relato, el raro milagro  de la sencillez. Buena gana de sustos, para qué sorpresas en la lectura. En este prólogo se nos dice que la novela está dividida en tres partes. La primera es el Sílex, la prehistoria de la patria: veintinueve relatos breves que conforman el libro sagrado de los akusaras. La segunda corresponde con el presente de la República, la narración de los seis días anteriores de un combate de boxeo por el campeonato del mundo de los pesos pesados. La tercera son las memorias de Axiámaco, uno de los protagonistas de la novela; además del acuse de recibo del fracaso de la ley del Regreso con la oposición de los urbanitas a la vuelta a la vida idílica de la Arcadia sin móvil. 




"Cuando quisieron darse cuenta, Akúside había sucumbido a esa raza"

El Sílex lo debió escribir alguien desde el Sur porque todos los cuentos empiezan: “En el reino de Akúside, a orillas del mar Alado, en el norte, …” El relato que abre El Sílex habla del origen de Akúside colmado de sequías, diluvios y plagas mortíferas; la fragua donde se forjaron los comienzos. El esforzado pueblo penante construye barcas como arcas de Noé, de materiales diferentes,  para salvar a  gente de las aguas durante tres periodos distintos de la antigüedad. Al principio construyen una barca de madera, después la hacen de hierro y por último de piedra. El número mágico es el cien. Cien fueron los años que los akusaras arrumbaron más hacia el norte donde ellos son también basura del sur, antes de que los descendientes regresen a la Tierra Prometida que ya no reconocen como suya. Cien los azotes que se dan al roble seco. Cien días tarda en crecer la hierba gigante con cabeza de gato. Y cien son los días de espera de los hombres a sus mujeres. Los akusaras recién llegados son un pueblo de guerreros curtidos en el combate, pelean con los habitantes afeminados (en el sentido de acomodados que le da José Cadalso en las Cartas Marruecas), los expulsan y se instalan. El más fuerte de ellos quiere mandar y nombrar Sanhape a la tierra reconquistada, pero los hermanos no se lo permiten, le tienen envidia y lo matan. Lo meten en una caja, la llenan de plomo y la tiran al mar. Y así con plomo y óxido de mar en las zapatillas de los derrotados terminan todas y cada una de las veintinueve leyendas rudimentarias. 

Con plomo en los pies cae el último guerrero mestizo. Durante siete mil años los akusaras persiguen y matan a los aketom de sangre impura por llevar mezcla milenaria con los basuras del Sur. Muchos aketom se han exilado en el Sur a lo largo de los años, hartos de echar tierra nueva sobre los cadáveres de los suyos. Pero algunos no quieren irse porque allí han nacido y allí se han criado. Convertidos en material sobrante, los exterminan poco a poco. El último guerrero aketom es Oncbal Raal que propone lucha cuerpo a cuerpo con Ataekatadisaskunasu. El guerrero akusara, bestia parda acorazada sin cabeza y armado hasta los dientes decapita a Oncbal que se presenta a la lucha desigual desarmado y vestido de silencio. Lo meten en una caja, la rellenan de plomo y la tiran al mar. La noria macabra de los perdedores.    

Ochocientos cincuenta y ocho no es un número escogido al azar. Ésos fueron los asesinatos de la banda terrorista. 
Cada uno de los veintinueve relatos breves de tema diferente lleva dentro una enseñanza. Son un reflejo exacto de los hechos vividos: 
Matar al mensajero en El arpa del náufrago. Callar la verdad. 
La batalla del lenguaje, la guerra del idioma en Cultura y paz. 
La traición de los tuyos, el fuego amigo en El corazón de oro. 
La justicia extrema, la pena de muerte en El dilema de Calasar. 
Cortar por lo sano en El niño viejo. 
Que la gente no deje de odiar. El lloriqueo constante porque la alegría relaja el odio al enemigo. Que las armas sean imprescindible; los ejércitos, máquinas de odiar. Pedir y pedir hasta abrumar para llenar la buchaca en El perro y los sueños. 

Bandadas de pájaros que oscurecen el cielo. Viento maligno que desata enfermedades. La tierra fértil calcinada por devastadoras tormentas de fuego. Rayos que hacen perder la razón, que levantan las cabezas como el viento de levante y provocan desequilibrios mentales. Trabajos de Hércules, leyendas mitológicas forjadoras de rebeldía, verdadero espíritu de los habitantes aguerridos. Patria o muerte en El caparazón (La cabida). 

El origen de los eslóganes que vocean los ciudadanos. Las paredes embadurnadas, literalmente aplastadas de grafittis y propaganda que llama a cavar trincheras para enterrar allí la paz al grito inflamado de ¡No pasarán! ¿Dónde van a ir si el norte limita con los peligros de la mar y el sur es una plaga de salvajes? 




"Idos, no necesitamos a los débiles sino a los fuertes"

La ciudad sagrada de los akusaras tiene su origen en una cobra albina que el fanto Único Ultiades encuentra en el bosque. Construyen una muralla para que la cobra no escape aunque el reptil de sangre fría nunca lo intentara siquiera. Que limite sus movimientos al damero de sesenta y cuatro escaques. Más pronto que tarde se organizan excursiones de akusaras para admirar el prodigio de la cobra blanca. Como Copito de Nieve. Reconozco haber llevado a mis hijos cuando eran pequeños a ver la tristeza que emitían aquellos ojos de gorila albino detrás de cristales sucios y olor a excrementos de animal encerrado. Pronto alrededor de la cobra se organiza una corte de funcionarios perezosos, vírgenes, charlatanes y echadores de cartas que construyen casas para vivir cerca de la cobra que se extienden del mar Alado hasta los bosques. Hasta el rey Mirfias de visita real “dijo haber escuchado en su mirada albina los tambores de su destino.” 

Pero nada es eterno, así que un día una de las cuatro vírgenes que toman nota en la memoria de todos los movimientos de la cobra advierte a Único Ultiades que la serpiente ha trazado la última ese al bailar, ha numerado el baile dibujando un ocho tumbado y se ha quedado muerta para siempre. Incapaz de gritarle al pueblo la verdad, cambia la cobra muerta por una culebra albina y vuelta a empezar, a nadie le importa el gato por liebre.

Conspirando 
Vamos a matar la muerte 
Vamos a inventar 
Una canción 
Por la gente sin voz 
Que no quiere olvidar 
Entierros en Cádiz 
Comando en Madrid 
Soñando en Euskadi 
Con una frontera en Toulouse 
Y otra en Valladolid
Fito Paez/Joaquín Sabina



Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Magnífico arranque, con todas las claves bien puestas.

Abejita de la Vega dijo...

Es una fábula de claves y das en el clavo. Excelente Pancho.