sábado, 1 de julio de 2017

La saga/fuga de J.B. (35) Scherzo y fuga. Gonzalo Torrente Ballester. Créeme





"El Santo Cuerpo se desmorona"


La saga/fuga de J.B. (35) 
Scherzo y fuga 
Capítulo 3 
Gonzalo Torrente Ballester 

El vate no deja de ser niño hasta aquella tarde con Coralina. A la mesa le cuenta cómo el Príncipe Elector del Palatinado la tuvo encerrada en el castillo de Heidelberg. La historia dura todo el tiempo de una comida copiosa que Coralina engulle con una voracidad solo comparable a la de Clotilde cuando invita a Jesualdo (Nótese el salto de JB) a comer el día de la encerrona de las oposiciones de su hermano Jacinto. Jesualdo y Jacinto se han conjurado para sacar y repartirse el número uno y el dos en las oposiciones. Sobre todo por el peligro que, entre pitos y flautas, de fuera venga alguien a enseñar que Núñez de Arce y Pereda son grandes escritores. Ella apuesta por Jesualdo, pero en el tribunal está Unamuno que anda entusiasmado con los ejercicios de su hermano Jacinto. Entre Jesualdo y Clotilde fingen no encontrar la biografía de Luis de Góngora escrita por Miguel Artigas, sin el libro, la exposición perderá brillantez, pues Jacinto sabe poco de la vida de Góngora. Todo lo hacen por la felicidad de Lilaila que ya estaba un poco harta de las extravagancias de Jacinto. Si alejaban a Jacinto de Castroforte, él tenía vía libre con Lilaila y los tres serían más felices porque a Jacinto se le pasaría el berrinche enseguida. Además, a santo de qué decir nada si “en las guerras de amor todos los ardides son válidos.” 

El error fue irse de Castroforte cuando Jacinto y Clotilde volvían de vacaciones. Fue una humana cobardía no quedarse y coger el toro por los cuernos. No lo hizo por delicadeza. Se marcha a Madrid donde le pilla la guerra y emigra después, como hizo toda la vida y como emigración se puede considerar el paso de un JB a otro,  aunque para denominar eso tengamos los neologismos que a su modo de ver debieran estar sujetos a leyes rigurosas, más que nada por evitar la colaboración de aficionados. Para definir con exactitud la emigración de personalidad no existe palabra en castellano, pero sí en su idioma particular. Así, estarabicaliosis sería perfecta porque lleva implícito el sentido de paso de una personalidad a otra y,  además,  la presión en todas las direcciones llevaría al significado de “zotes tarabi calicosis,” es decir, vale más que lo tiren al río. Que es exactamente lo que el Canónigo Balseyro piensa cuando el Corregidor le dice que el Cuerpo Santo se desmorona después de ocho siglos de momia. ¿Qué van a hacer si pierden la protección en el cielo y se desvían los peregrinos en la tierra que es el único negocio que florece desde el bloqueo de la flota y la ruina de los mercaderes? 




"Polvo eres y en polvo te convertirás"

El Corregidor y el Deán le muestran al Canónigo el cuerpo en salmuera, cubierto por una sábana, de una mujer bellísima. De la observación ocular deduce que la mujer ha sido torturada antes de morir. Don Asterisco la acusó de hereje, bruja o cristiana nueva, adelantada a su tiempo por persistir en la costumbre pagana de bañarse todos los días por higiene. Las costumbres de los moros no se pueden permitir. Los llevará al potro si se entera que conservan el cuerpo de la joven en salmuera. El Deán y el Corregidor salen escopetados a buscar los útiles que necesitan para componer los restos del Santo Cuerpo: “Aguja y torcal de seda, aceite de oliva y yerbabuena, cuchillos bien afilados y goma arábiga.” Se queda a solas con Lilaila Armesto y su propia sombra que se inquieta y envuelve el cuerpo de la dama y un extremo se mete por los oídos como la lengua de un ofidio. La sombra le advierte de que ella ha puesto en el espíritu sanador del Canónigo la esperanza irracional de la resurrección del cuerpo suicidado de una antena y comido por los peces chicos y éstos por los grandes. Resultaba imposible reunir aquella carne tan químicamente transformada y triturada. 

Es la sombra la que se ofrece a ayudar. Emite sonidos de alegría que alternan el sol con el fa. Lilaila no soporta la soledad, algo que le recuerda a Julia a la que espera a las once cuando termine de trabajar. Los dos casos guardan similitud porque una piltrafa de hombre puede ser remedio para la soledad sexual de Lilaila y Julia aunque no esté metido en una frasca de aguardiente. Una frasca de vidrio verdoso con un líquido viscoso en el que flota la piltrafa informe. El orgullo del hombre que regresa al polvo de los orígenes, al rudimento del barro antes del soplo divino. 

La luz de los velones deja ver la pujanza juvenil de los pechos de Lilaila y él estaba allí para poner remedio. Frente a frente, de poder a poder la frasca y el dominio de las energías dispersas del Universo. El Canónigo Balseyro ha estudiado medicina y por sus manos han pasado muchas piltrafas, pero ninguna de un culto conyugal tan encendido. Es una privilegiada porque a ver a qué viuda se le permite “conservar en un frasco de aguardiente el miembro viril de su marido.” A la luz de la razón puede asegurar que la teoría por la cuál las reliquias pueden extraerse del sistema en el que se engendra la soledad de viuda para que se sienta un poco más acompañada es brillante. 


"La gente prefiere los caminos trillados y se atiene a los textos de la ley"

A continuación, le enseña las palabras mágicas de los sacerdotes de Osiris: “Seraf, lezet, enam.” Ella las repite delante del frasco. El contenido, un fragmento despreciable de la creación con forma de pájaro avergonzado,  empieza a levantar las alas y a recobrar el brillo, llega a levantar la cabeza como un milagro y crece y crece y oscila como una brújula buscando el norte. Lilaila entusiasmada pide que la dejen sola, el Canónigo y su sombra se retiran y desde la puerta le dice: “Después del uso, se recomienda mudar el aguardiente.” 

Bien sabe el Canónigo que en aquel momento habla como hombre de ciencia, no como mago y que únicamente media docena de colegas lo comprenden. Por eso lo apresan en una mazmorra oscura de Valladolid y el Abad de los Claros Valles persigue a Pedro Abelardo porque cree que el modo de pensar de Pedro Abelardo zapa los cimientos de la casa donde uno vive. Como tirar piedras sobre el propio tejado. Este Abad esclarecido protestaba por todo, claro precedente de los que escriben a la sección de Cartas al Director protestando de esto y de lo otro, pero como entonces aún no había diarios de papel ni digitales escribe en latín al Papa, al Emperador o al Rey. Mal enemigo era el Abad, pero Abelardo ni repara en las malas intenciones del Abad de tan herido de amor que está por Heloísa. Sólo acierta a escribirle un poema que resumido viene a decir: “Podéis robármelo todo, menos la luz de los ojos de mi amada.” Ella escucha con gozo la sentencia cuando el embarazo comienza a desdibujar su cintura esbelta. El Canónigo les aconseja que se casen para no dar que hablar, pero no lo hacen porque hacerlo sería lo mismo que claudicar a los mandatos de sus progenitores que ya descansan en dos tumbas olvidadas. Qué solos se quedan los muertos en la paz de los cementerios. Para Dios ya están casados. Lo malo es convencer a los demás (el poderoso Canónigo de Nôtre Dame y la caterva de primos de Heloísa) de la licitud de lo extraordinario, la gente es conservadora por naturaleza, da pereza salirse de los caminos trillados. No comprenden que en los artículos de una ley no cabe la infinita variedad de la existencia. Ahí está él para corroborarlo, excomulgado en el Concilio de Braga, arrojado a la voracidad del brazo secular cuando encargaron a Bendaña su captura.


But just believe in me baby and I'll take you away
From out of this darkness and into the day 
From these rivers of headlights, these rivers of rain 
From the anger that lives on the streets with these names 
'Cause I've run every red light on memory lane 
I've seen desperation explode into flames 
And I don't wanna see it again
Dire Straits


Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


3 comentarios:

La seña Carmen dijo...

Carne, espíritu, algo de magia y el silbido del viento van tejiendo nuestros días.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

ESta locura divertida con la que juega en toda la narración Torrente Ballester como parodia excepcional del realismo mágico, juntando lo legendario con lo real, lo extraordinario con lo más cotidiano, la crueldad -el potro de ternura- con el lirismo más puro... esta variedad de tonos, personajes, todos ellos encajados con labor de artesano primoroso...
y Dire Straits, que no sé cómo pero viene bien.
Una entrada deliciosa.

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:
:)
Para no dejar de reír imaginando al canónigo y a Lilaila ante la frasca.
Con las palabras mágicas, he recordado las lecciones en clase de Religión.
Pensar en el censor leyendo el libro, es motivo añadido de divertimento.

Abrazos
P.D.: La música siempre fenomenal.