miércoles, 29 de enero de 2014

El labrador de mi pueblo. Todo lo que era sólido, Antonio Muñoz Molina (14)





"Se vinieron a vivir a España en los sesenta y setenta porque les atraía una belleza intocada y agreste"


Todo lo que era sólido 
Antonio Muñoz Molina (14) 

 Se emplea gran cantidad de tiempo, se gastan muchas energías y hay que tener paciencia hasta cansarse para crear algo valioso. Destrozar- en cambio- no cuesta nada. Una obra de arte o un bosque milenario están indefensos ante un pirómano con un bote de gasolina. Los nazis aniquilaron en unos cuantos años la gran cultura burguesa judía de centro Europa que había comenzado a gestarse en la Ilustración. 

 “El edificio de la civilización está siempre en peligro de derrumbarse y hace falta una continua vigilancia para sostenerlo”, afirma el autor antes de añadir que un país civilizado se puede hundir en la barbarie de la noche a la mañana como le pasó a Yugoslavia. En 1989 nadie dudaba de la solidez del país, una guerra era algo inverosímil. El mañana y el ayer no están escritos, por lo tanto tampoco nadie nos garantiza que la Democracia que hemos forjado dure para siempre, por eso la vigilancia constante de los ciudadanos se hace necesaria, para que los débiles no queden a merced de los fuertes y los corruptos no acobarden a los honrados. No callar nunca ante las injusticias como norma de actuación. 




"Todo el caudal de una cultura de la pobreza que no era de tosca resignación sino de una fertilidad inventiva urgida y limitada por la escasez"

 Los que procedemos de un entorno rural y nacimos en los cincuenta lo sabemos: “Todo lo que no se transmite a conciencia se pierde en el paso de una generación a otra. Lo que existió durante siglos desaparece en el curso de unos pocos años”. Lo que se da por supuesto, se desvanece no dejando más que recuerdos vagos. Toda una compleja cultura popular de la que huimos porque nos asfixiaba, desapareció hundida en medio del mar como un naufragio fantasma o bajo los efectos devastadores de un maremoto. Desapareció una cultura de la austeridad y de la pobreza, con ella los juegos callejeros y también los romances cantados que acompañaban a las niñas en sus juegos. Se perdió la arquitectura popular, se abandonaron las destrezas desarrolladas en los oficios antiguos que mantenían un tejido social necesario para el entramado de cualquier comunidad. Se esfumaron los parederos que levantaban los muros de piedra de las casas y de los cercados, los ojalateros, los manteros que tejían los berrendos, los costales y las mantas, los silleros, los carreteros: carpinteros que hacían y reparaban los carros y los aperos de labranza, los cortacinos y carboneros que cortaban las encinas y hacían el carbón vegetal para los braseros y cocinas, tantos y tantos oficios populares olvidados. Todo se ha perdido, solo se reconocen en esas nostálgicas exposiciones de objetos antiguos, artefactos inútiles que guardan los anticuarios y coleccionistas como si fueran los restos de una civilización que existió en la antigüedad. 


 Con la desaparición de la cultura del medio rural algo salimos ganando. Perdimos y olvidamos habilidades que más que destrezas eran esclavitudes como “el desgaste terrible de los trabajos duros y mal pagados del campo” o el dominio tiránico de los padres sobre los hijos o la superioridad de los hombres sobre las mujeres. 

 En el ejercicio de olvidar hay que saber preservar lo conquistado por su carácter precario para convencerse de su valor, disponerse a la defensa constante y olvidar lo que “actúa sobre la vida como un peso muerto”. 




"Todo cambia muy rápido y muy poco tiempo después ya nadie recuerda cómo eran antes las cosas"


Las nuevas generaciones tienen el hábito de vivir en libertad, pero hay que estar dispuestos a defenderla constantemente porque es un bien escaso y puede desaparecer si no la cuidamos como hacemos con la salud. Si se la maltrata, puede convertirse en un lujo de uso restringido, como lo es el aire para el asmático. 

 La generación de nuestros hijos se ha criado en unas condiciones que ni las imaginábamos a su edad. Eso lo sabemos los que procedemos de la escasez. De aprovecharlo todo pasamos a desperdiciarlo todo en un plazo breve de tiempo. Pasamos de la Dictadura a la Democracia, de la escasez a la abundancia y a aparentar juventud imitando las jergas juveniles y aceptando las redes sociales para no parecer ridículo o anticuado. 

 La fuerte demanda de viviendas y el flujo de dinero barato tiraba de la economía. Se creó un mercado ficticio en el que todo era inexistencia, pero permitía al estado recaudar lo que nunca imaginó. El dinero caía a las arcas de hacienda como cae la fruta madura de los árboles. Había que gastarlo. A ello se pusieron diecisiete mini estados saqueadores, todos independientes unos de otros, que llenaron de cortesanos y parásitos los aledaños del poder. Nada importaba si el dinero no llegaba para tanto, se pedía prestado que alguien pagaría. Cada Comunidad Autónoma era un simulacro fastuoso, una máquina de gastar en lujos bien visibles como: aeropuertos, palacios de congresos, edificios emblemáticos todos ellos. Semejante al artefacto que montaron los duques para engañar a don Quijote y Sancho. Cada Ayuntamiento era una Ínsula Barataria en la que hacerse un rico feliz de hablar gangoso de la manera más rápida. Bien diferente del pobre Sancho que sale del poder más pobre de lo que entró, además de atropellado y apaleado por los paisanos. 



 "Cuando yo era niño un bárbaro refrán resumía el lugar que había ocupado durante siglos el conocimiento en nuestro país: "Pasar más hambre que un maestro de escuela."


 La capilaridad de la corrupción es portentosa. La niebla tóxica de la corrupción afecta a toda la sociedad creando una sensación de impunidad. Cada pequeña claudicación de cualquier ciudadano suma, favorece la deshonestidad a gran escala. Queda mucho trabajo de educación cívica por hacer en este país para que la picaresca deje de celebrarse. Es alucinante que pueda haber gentes, muchas de ellas cultas, que defiendan el pagar un servicio con dinero negro, no cobrar el IVA o el pirateo de música, cine o literatura. 

 En este país saber hacer algo, ser ahorrador, ajustarse a los presupuestos, cuenta poco; sí cuenta para que los bancos te estafen como en los casos de las preferentes o los sellos de Forum y Afinsa. Importa más la desvergüenza y la grosería para llegar a ser conocido o famoso. El abandono escolar era un mal endémico. ¿Para qué me voy a esforzar en estudiar, hacer un trabajo o ir a clase todos los días si gano más que el profesor poniendo ladrillos en la obra, trabajando de camarero o deshaciendo animales en un matadero? ¿Para qué voy a aprender un idioma extranjero si los turistas vienen solos? Era la cantinela que los profesores teníamos que escuchar de algunos alumnos. Lo grave es que esta mentalidad agranda el abismo entre los formados y los ignorantes que suele coincidir con la división entre ricos y pobres. Para llegar al primer puesto del escalafón europeo de abandono escolar se tienen que haber dado muchas circunstancias juntas, una malla tupida de irresponsabilidades. 






 Amigos americanos que conocen España le hablan al autor de los cambios observados en el carácter de los españoles. Se admiraron de la explosión de libertad que trajo la muerte del Dictador, también de la pérdida de humildad y dignidad de la pobreza para volvernos “ricos, gritones y groseros”. La pasiva impunidad con la que se destruyeron los paisajes naturales. Lo antiguo se sustituía por el lujo y la vulgaridad. También la furia particular con la que se desprestigia y ataca “el delicado edificio institucional levantado con tanto esfuerzo durante más de treinta años.” 

 Cuando murió Franco, éramos antifranquistas, más inactivos que activos, no demócratas. Los había que eran ácratas, anarco sindicalistas, trotskistas, maoístas y los ortodoxos del PCE. La democracia burguesa era un paso intermedio para llegar a la Dictadura del Proletariado. “Rechazar el comunismo era tan impresentable como lo es ahora disentir del nacionalismo.” El Gulag, Pol Pot o las ejecuciones castristas no existían. El recibimiento que se le dispensó a Solzhenitsin durante su visita a España en 1976 fue vergonzoso. El sufrimiento de las víctimas de otras dictaduras no contaba.


El labrador de mi pueblo
lleva una azada en la mano
que grandes tiene las manos 
el labrador de mi pueblo
cavando de sol a sol
con lluvia, nieve o calor.
El parado de mi pueblo
llena de angustia sus manos
Joaquín Sabina







Este  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero



6 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

La cultura de la escasez estaba también en las ciudades, aunque en un grado algo menor. La ropa lavada a mano, la cocina de carbón que no tiraba, el poner una conferencia y tener que hablar a gritos, las medias rotas a las que se cogía los puntos, las chicas de servir que desaparecían en junio para ir a ayudar a sus padres en el pueblo, las mujeres que aprendían corte y confección como única universidad, los recaderos de doce años en su triciclo llevando recados...mira todo lo que sale. No queremos volver a eso, bien está en los museos. Pero de ahí no pasemos a la locura derrochadora, sobre todo si es dinero de todos.

No te despegas de Muñoz Molina. Si trastea en los canalículos dará contigo y estará encantado.

Besos

Paco Cuesta dijo...

Aplaudimos a rabiar lo que fue el éxito inmediato, nos identificamos con él olvidando cavar la tiera que nos daba de comer.
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

El dinero fácil y rápido que entró en España a raudales en aquellos tiempos provocó la corrupción, pero esta fue posible porque, primero, en efecto, perdimos la conciencia de lo que éramos y de los verdaderos valores.
Excelente entrada.

Ele Bergón dijo...

Sigues con Muñoz Molina, te alabo lo minucioso y constante que eres en tu trabajo. Las cosas bien hechas, bien parecen.

Esas fotos de los chozos me encantan. En Pardilla las llamamos casetas y tengo pendiente hacer una entrada con ellas.

En la foto de la escuela de Lumbrales imagino que tú también estás, pero quizá me equivoque.

Un abrazo

Luz

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Bien explicado lo que ha ocurrido en estos años, por parte del autor del libro, por lo que tú aportas y por todos los comentarios.
Qué estupendos enlaces de fotos. Casi hemos podido identificar a las tres maestras parvulistas de Mª Carmen Chico.
Y de agradecer, especialmente por los lumbralenses, ese trabajo con tantos datos.

Un abrazo.

P.D.: Dejo la versión de Sting & Chieftains, de esa bonita canción del siglo XVIII , que escogiste para tu video.

Ele Bergón dijo...

Mi querido Pancho:

Por más que te buscaba, no te encontraba en la foto, ahora sé el porqué, aún no habías nacido.

Gracias por la aclaración.

Un beso

Luz