domingo, 13 de noviembre de 2011

Sólo un ladrillo en la pared





















“Acedo y Lezcano
que se le antojan los únicos seres capacitados para comprender y compartir su tristeza ante la inminencia de una catástrofe que destruirá todo lo que encuentre a su paso”


RIÑA DE GATOS.
EDUARDO MENDOZA. (9)

La novela entra en una fase de enredo. La incertidumbre y el miedo a Kolia era un motivo más de preocupación para el inglés. Únicamente el convencimiento de que en ninguna parte del mundo iba a sentirse libre del acoso, le convencen de que sólo con la conclusión del asunto del cuadro, le dejarán en paz unos y otros. La Toñina le espera en el hotel desde el día anterior. Guillermo, el falangista hermano menor de Paquita, se presenta a las bravas en la habitación. Requiere de AW que hable con Jose Antonio y le advierta de que alguien quiere quitarle de en medio. Una vaga promesa de político diplomático de que lo mirará (que en realidad no dice ni sí, ni no, ni todo lo contrario), provoca el entusiasmo en el joven pistolero que se marcha con el convencimiento de misión cumplida y de ser imprescindible para la causa. Mientras tanto, la Toñina, encerrada en el armario, casi se muere de asfixia.

Por la mañana le resulta imposible hablar con el Duque de la Igualada por teléfono. Lo más que consigue es que el mayordomo con pinta de banderillero de los tiempos de Juanito Belmonte le diga que lo intente más tarde. Al regresar a la habitación despacha a la Toñina que le había hecho la cama y se echa al camino de las calles de Madrid. Los pasos le guían al Museo del Prado como por inercia. Allí le busca y le encuentra otro inglés enamorado de la pintura barroca española, cuando está contemplando a los bufones “Acedo y Lezcano que se le antojan los únicos seres capacitados para comprender y compartir su tristeza”. Edwin Garrigaw ha abandonado su guarida de la londinense Trafalgar Square para advertir a AW de lo insensato de su teoría sobre el Velázquez. La aparición del viejo curador es inteligente porque de esa manera los lectores sabemos el punto de vista de otro experto en pintura, totalmente contraria a la visión de AW. Tras una nueva digresión sobre el pintor sin que se produzca ninguna aproximación en sus respectivas teorías, Edwin Garrigaw se despide de su paisano. Se quedará en España para ver alguna novillada, le pirrian los banderilleros.

Las palabras del viejo curador habían hecho mella en AW, pero no lo podía evidenciar. Si ahora renunciaba, los riesgos que había corrido, habrían sido en vano. En el hotel le esperaba la sorpresa de Paquita, que había venido a cumplir la palabra dada, junto al vodevil y la comedia de enredo, porque la Toñina y el bebé vuelven cuando ambos están en la habitación. El encuentro se resuelve con una faena de aliño. Las maniobras del “juntamiento con hembra placentera” no deben alargarse más allá de lo que dure una misa para no levantar sospechas. La escena del yacimiento termina con el portazo de Paquita que se aleja, con el llanto del bebé de fondo y el inglés siguiéndola por el pasillo en pelotas.



La casa del Duque de la Igualada está concurrida esta mañana. Tres personajes se han acercado hasta el palacete de la Castellana, desde ciudades bien distantes entre sí, al objeto de tratar asuntos de trascendencia para la vida política y social del país. Se trata de tres generales levantiscos que intentan convencer al Duque, y con él a la falange, del sometimiento a las directrices del ejército rebelde. El inmovilismo clásico de los de su clase lastra su capacidad de decisión. Los golpistas saben que necesitan el apoyo del capital y del clero para que su intentona tenga posibilidades de éxito. La sociedad española ha cambiado. La clase obrera de las ciudades no es la misma clase trabajadora del S. XIX en la que predominaba una sociedad agrícola indiferente con la política que se urdía en las ciudades. En este momento el proletariado se ha organizado y saben que el golpe que planean tendrá éxito en las zonas rurales, pero no en los núcleos urbanos donde el gobierno cuenta con el apoyo de la Guardia Civil, la Guardia de Asalto y numerosos oficiales con mando en plaza. Por esta razón se considera importante el aporte de las milicias de la falange. Se negocia con cautela. Nadie quiere descubrir sus cartas antes de tiempo. Todo es indecisión, política al más alto nivel en el salón de la casa del duque. Es la apuesta de la conjura: “El duque vuelve a mirar por la ventana: el viento agita las ramas de los árboles y en el horizonte se ven nubes negras”.

Mientras desde los salones de la aristocrática casa de la Castellana se espesan los nubarrones que se ciernen sobre el porvenir de la nación, en casa de la Justa se le hace la noche al futuro de AW. Un intenso olor a col hervida procedente del patio de luces de la casa de la Justa inunda la sala en la que los dedos de Kolia “habían ido deshojando el pomo de violetas, cuyos pétalos, esparcidos por el mantel de hule e iluminados por la débil bombilla suspendida de un grasiento cordón, le parecieron a Higinio un simulacro de camposanto”. Es el mismo lugar que AW debe abonar con sus huesos una vez concluida la venta del cuadro.




AW se dirige también a la casa del duque que como si de una comedia de enredo se tratara, se prepara para ser el escenario o foco de atención y fusión de todas las fuerzas y elementos que conforman la escena. AW, escondido en un muro, observa la desazón y tristeza que invade a Paquita “entre hondos suspiros y súbitos estremecimientos”. No entiende el cambio súbito del desparpajo que mostró en su visita al hotel y la desolación actual. La voz del capitán Coscolluela instándole a apearse de la pared le hace saltar sobre el barbecho recién mullido de un parterre del jardín y esconderse detrás de un seto. El jaleo alerta al mayordomo y a la conspiración de generales que llena la casa.

La situación no puede ser más cómica. Un capitán cojo encima de un muro, objeto de todas las miradas y reprimendas es la campana que salva al inglés de ser descubierto. La atención focalizada en el mutilado de la guerra de África, le permite al inglés alcanzar el interior del palacete mientras el general Queipo de Llano le advierte, premonitorio, al capitán: “Cualquier pared se puede convertir en paredón”, en caso de que delate su presencia a sus superiores.

"Daddy's flown across the ocean
Leaving just a memory
A snapshot in the family album
Daddy, what else did you leave for me
Daddy, whatcha leave behind for me?
All in all it was just a brick in the wall
All in all it was all just bricks in the wall"

Gilmore, Waters





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

5 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

En efecto, Mendoza trata esta parte de la novela como si se tratara de una vieja comedia de enredo y, a partir de ahora, acelera el ritmo de la narración. Pobre inglés, no sabe por dónde le da el aire... madrileño.

Merche Pallarés dijo...

La tendré que leer... Muy bien traido ese "Another Brick in the Wall" de Pink Floyd :) Besotes, M.

Abejita de la Vega dijo...

A mí me recuerda a u tocho best seller, no sé a cual. Mendoza se ríe de todos. Ese Kolia creo haberlo visto en ...

Besos alcoyanos

Ele Bergón dijo...

Tu constancia con los libros es digno de tener en cuenta. Ya casi me acuerdo de esta "Riña de gatos"

Besos

Luz

Gelu dijo...

Buenos días, pancho:

Verás, mi nieta no tiene aún cinco años. Los cumplirá en marzo.
Ayer quise enseñarle unas reproducciones de Velázquez de Las Meninas, para decirle que así vestían las princesas hace años. Ella, como todos las niñas ahora, sabe de las princesas de Disney.
Todos los cuadros que vimos le gustaron mucho.

Luego llegamos a Acedo, y llamó su atención el libro tan grande; sobre todo yo tenía mucho interés en ver qué le parecía lo que tenía en las manos Francisco Lezcano. Me dijo:
"unas cartas".
Me quedé sorprendida, había entendido perfectamente lo que Velázquez pintó.
Esperaba que me hubiera dicho un teléfono móvil, o algo parecido.

Aún me irrita pensar en el contenido de esta entrevista

Y estoy de acuerdo con Abejita de la Vega.

Saludos.

P.D.: Pink Floyd sabía mucho de ladrillos.